Tuesday, April 6, 2010

Capítulo 9.2: Ensoñación

Al día siguiente la lluvia seguía cayendo intermitentemente sobre la portuaria ciudad de Firya, las aves trinando nerviosas en los árboles buscando ahí sus refugios. Para algunas aulas ya habían terminado las clases por aquel día, así que muchos de ellos se dirigían o bien a casa o bien a la gran biblioteca situada al oeste del recinto, todos andando por los cobertizos que rodeaban todos los edificios de la escuela para evitar mojarse.

Una de tantos alumnos que recorrían los atestados cobertizos era Lily, una muchacha alta con un cuerpo muy voluptuoso para su edad. Sus anchas caderas y sus grandes pechos contrastaban visiblemente con el resto de chicas de la escuela, casi todas rondando los 16 años. Iba siempre vestida con una gran exquisitez debido a su alto rango social (era hija de una familia de comerciantes ricos de la ciudad). Llevaba siempre vestidos largos ricamente adornados con joyas y broches de oro y plata, calzas y zapatos altos de charol.

Aquel día vestía de color negro y púrpura.

Bajo el vestido dejaba entrever una blusa blanca inteligentemente desabrochada para dejar entrever una gran joya carmesí engarzada en un collar, brillando en su pecho.
Era de piel tostada y sus facciones eran felinas, cosa que solía ahuyentar a cualquier hombre que se acercara a ella. Sus ojos, de hecho, parecían los de un gato: eran de color dorado y muy penetrantes, y sus negros cabellos estaban finamente peinados en bucles y cubiertos por una casi invisible rejilla plateada.

Andaba con cierta altivez y con gran velocidad, haciendo resonar sus tacones con un amplio eco alrededor suyo, haciendo que su presencia fuera siempre advertida por todos la que la rodeaban.

Pero a ella, sinceramente, no le importaba en absoluto.

Bajo su brazo enguantado por un guantalete blanco llevaba una pila de libros de Encantamientos Mágicos, su asignatura preferida, y se dirigía sin vacilar hacia la biblioteca para terminar de preparar una receta mágica para luego llevarla a la práctica en la clase de Prácticas.

-¡Ey, Lily! - una voz masculina se alzó sobre todas las demás - ¡Con este paso marcial vas a terminar destruyendo la Escuela!

Lily se detuvo y, conociendo perfectamente aquel tono de voz, ya se puso en guardia, con los brazos en jarras. Sí, era ni más ni menos que Evan, el cual se hallaba sentado en un banco del cobertizo. El muchacho se mesó su barba de tres días mirándola de arriba a abajo, con aquellos ojos verdes claros y escrutadores que la ponían histérica. Luego, empezó a rizarse uno de sus cortos mechones de color plateado que le caían caóticamente sobre el rostro.

-Ya sé que nunca tienes nada que hacer, Evan, pero yo sí estoy muy ocupada - dijo, con su orgulloso y seco tono de voz la joven - ¿Qué quieres?

-Estoy aquí sentado esperando que salga Lloyd, así que pensé que tú también querrías esperarle junto a ese precioso sonido de la lluvia fluyendo entre los árboles - dijo, encogiéndose de hombros y colocándose bien su boina azul la cual llevaba pegada una pluma rojiza. Iba vestido con unos estrechos y ajustados pantalones negros y una camisa con motivos florales azules y grises. Siempre iba vestido de una forma muy llamativa y extraña. Lily suspiró, negando con la cabeza.

-Pff...Siempre con tu verborrea, Evan. Los filósofos, los poetas y los musicos sois unos cansinos. Siempre repetís las mismas frases hechas. Pero en fín... - se sentó a su lado y cruzó con delicadeza sus cubiertas piernas. Al levantarse algo la falda, aparecieron sus medias negras con florituras granate dibujadas en ellas - Hoy estoy muerta de asco con este tiempo, y encima hoy tuvimos un sustituto muy malo en clases de magia. Me vendrán bien unas cuantas risas, supongo. Aunque sea rodeada de dos tarados.

-¡Así me gusta, ricachona! - replicó Evan, con las manos tras la nuca y sonriente - Que te unas al reverso oscuro de los bizarros de la escuela. Aunque bueno, tú también lo eres, a tu manera. ¿Qué tal tu nueva clase?

Lily se quitó con un movimiento brusco sus dos guantaletes blancos pues sus brazos, debido a la alta humedad, empezaban a sudar de forma alarmante. Los puso a su lado y suspiró, visiblemente cansada.

-Un auténtico aburrimiento. La misma historia de siempre: el grupo de los aduladores al profesor; el grupo de las hormonas desesperadas; el grupo de las niñas histéricas; el grupo de los callados...Y encima este año hay 3 nuevos alumnos, de la expedición esa que huyó de Fortaleza. ¿Y a que no adivinas quien está ahí? - sus ojos resplandecieron como inundados en un enigma.

-No me digas que vas a clase con... - el joven alzó una ceja.

-Efectivamente. Lúne va a mi clase. Y es un auténtico antisocial.

-Como tú, entonces.

-Yo no llego a esos extremos - respondió ella, mirándolo de reojo y con el mentón levantado - Al menos uso mi voz, pocas veces, pero la uso. De él aún no he escuchado ninguna palabra.

-Se cuentan cosas extrañas de él. ¿Escuchaste esos rumores que le vinculaban con Agros? - Evan entrecerró los ojos, como si estuviera indagando en un misterio.

-Eso són chorradas. A la gente le encanta alimentar rumores. No está bien hablar de alguien sin conocerle.

Tras ellos, la lluvia había cesado concediendo una tregua a la ciudad. Unos claros se habían empezado a abrir por el norte, dejando entrever unos rayos de sol que caían oblícuamente sobre los rojizos tejados de la brumosa ciudad. Ante ellos seguían pasando los vociferantes alumnos que parecían haber notado el repentino cambio de la atmósfera alegrándoles un poco el corazón. Empezaron a escucharse risas y conversaciones ya más subidas de tono. Algunas de ellas iban dirigidas a Lily, y no eran precisamente buenas, refiriéndose a sus trajes y a su apariencia engreída y orgullosa. Pero ella ya había aprendido a convivir con aquellos susurros tras su espalda.
Tras aquella muchedumbre, ambos entrevieron a un joven menudo y con la mirada perdida en sus pensamientos. Llevaba grandes gafas montadas, sus cabellos pelirrojos recogidos en una larga cola. En su espalda llevaba un hatillo por el que sobresalían una ingente cantidad de libros que le hacían andar casi como un jorobado. Lily sonrió, divertida.

-¡Lloyd! ¡Aquí!

Pareció no escucharla y siguió andando con rapidez, como una pequeña ratita de biblioteca perdida entre la muchedumbre. Evan, sin hacerse esperar, se levantó y se dirigió hacia él.

-¡Bu! - le zarandeó desde atrás - ¡Sordo!

-¡Joder, que susto Evan! - el joven iba vestido con una desfasada toga grisácea y unos pantalones anchos y desgastados del mismo color. Sus grandes ojos lilas augmentados por las gafas parpadearon varias veces y se dirigieron tras el joven, directamente hacia Lily - ¡Hola Lily! ¡Me emociona saber que me habéis esperado! Lo siento, es que acababa de salir de clase de astronomía y estaba...

-Sí - Lily se levantó y le imitó, encorvándose ligeramente hacia el suelo y agravando su voz - "Estaba pensando en la supernova descubierta recientemente y haciendo los cálculos de tiempo y espacio pertinentes..."

Evan estalló en carcajadas, mientras que Lloyd la miraba con ojos rencorosos.

-Pues no. Estaba pensando en la relación de reciprocidad entre dos estrellas hermanas, listilla.

-Un día te va a estallar la cabeza, pequeñín - Evan le dió unas palmaditas en la mejilla a Lloyd - Deja de pensar en tanta estrella, que un día te las van a hacer ver de otra forma.

Lily ya estaba harta de estar en la escuela e hizo un ademán de marcharse, dejando atrás a aquellos dos extraños chicos.

-Bueno, yo me voy a la biblioteca. Ya me diréis si esta noche quedamos para ir al descampado, que yo tengo cosas que hacer.

-¡Oh sí! - Evan se acercó a ella e hizo una burlesca reverencia, como si se tratara de una dama de alta alcurnia (aunque en verdad, lo era) - Si a vuesa merced le parece conveniente, a las 11 de la noche en el descampado.

Lily puso los ojos en blanco y suspiró, mirándolo como diciendo: "¿Qué hago yendo con esos dos perturbados?"

-Ahí estaré, par de idiotas. Hasta esta noche - se volvió hacia el camino que antes había estado tomando y volvió a andar de aquella sonora y altiva manera que tanto la caracterizaba, alejándose de aquellos dos.

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-No sé cómo decirle a Elrick que me quiero quedar contigo, Lúne, pero lo haré. Te lo prometo.

Lúne e Ichiro, los cuales venían de cenar juntos, habían decidido dar una vuelta por los cuidados bosques que rodeaban la ciudad por la zona sur. Los caminos estaban todos iluminados con lámparas de color plateado que colgaban de algunos de los árboles dispersos aquí y allá, y se hallaba todo repleto de indicaciones. Sin duda, era un lugar perfecto para pasear en un sitio tranquilo y pacífico sin perderse. La tierra del bosque olía a lluvia reciente y ya los búhos y las aves nocturnas hacían acto de presencia entre los árboles. Ambos se daban la mano, caminando con lentitud.

-Me hicieron prometer que, al convertirme en Viajera, siempre viajaríamos por todo juntos, pasara lo que pasara - siguió hablando la feérica, con el rostro algo preocupado - Pero no sé por qué Elrick se empeña en seguir los consejos de esos sabios de Ciriol. Yo... - miró al joven de Varmal, con la mirada brillante y alegre - creo más en Solfka y en tí.

Lúne despreocupado y sereno, algo poco común en él. Los bosques siempre conseguían aquel efecto en él. Sentía como si su consciencia se expandiera con el aroma de los árboles y de las flores nocturnas.

-Yo jamás voy a tratar de convencerte para que te quedes - Ichiro le miró con sorpresa después de aquellas palabras, pero el joven le acarició la mejilla, sonriente - Obviamente, me encantaría que me acompañaras. Sin embargo, ten en cuenta una cosa - observó el cielo poblado de estrellas, un cielo limpio y cristalino después del paso de la lluvia - Me encaminaré hacia lo desconocido, solamente guiado por rumores. Puede que tras las montañas no haya nada más que desiertos. Puede que los sabios de Ciriol tengan razón. Piensa en ello.

-Yo no sabría decirte por qué - Ichiro le acariciaba la mano mientras hablaba con su dulce voz - pero tengo la sensación que el camino escogido por Elrick es demasiado...evidente.

-De momento no sabemos más que unos pocos detalles. Aún tengo que hablar con Nuán y, luego, quizá podrás tomar una decisión. Aunque Nuán no parece muy interesado... - hizo una mueca de impaciencia - Pero seguramente Elrick elegirá el mejor camino posible. Es un hombre muy inteligente y sabe lo que hace.

Un agradable silencio se instaló entre ellos mientras andaban por el bosque, los suaves susurros de las hojas mecidas por el viento nocturno. Los grillos y los búhos eran los únicos testigos, junto con los faroles, del tranquilo paseo de los dos jóvenes.
El joven se giró momentaneamente, para observarla con sus intensos ojos grises. Ichiro notó la fuerte energía de su mirada sobre su rostro y se giró hacia él, con sus ojos muy abiertos irradiando una luz ámbar mezclada con el color plateado de las lámparas circundantes. Lúne se sonrojó ligeramente y sonrió, manteniendo la mirada de nuevo hacia adelante.

-¡Qué adorable!

La feérica lo abrazó por detrás con fuerza, casi haciendo trastabillar al humano. El sonrojo de Lúne fue en augmento hasta transformar su rostro en una hoguera bien alimentada. Nunca jamás se había sentido tan incómodo y tan feliz a la vez al observar a una chica. Era un sentimiento muy extraño que le daba la sensación de hacerle flotar y de ser capaz de hacer cualquier cosa y de ir a cualquier parte que pudiera pensar o soñar. Pero era más que eso. Era...inexplicable.

-¿Sabes? - prosiguió la feérica, abrazada al joven mientras andaba - Es curioso que lo diga una feérica, y creo que te hará...mucha gracia - sonrió, observando las estrellas - Pero me siento como en un cuento de hadas.

Lúne la miró, con una sonrisa sorprendida.

-¡Pero si eres un hada! Yo soy quien debería decir eso.

-Elrick me prohibió hacerlo en Espiral, pero... - se paró en seco, separándose un poco de él, sus dos manos tras la espalda y una mirada coqueta. Sacó la lengua, llena de picardía - Te voy a enseñar algo...¡Pero no se lo digas al gruñón!

El humano se rascó sus cabellos oscuros y frunció algo el ceño sin perder su leve sonrisa.

-Oh...adelante. Te prometo que no se lo diré a nadie...Te confieso que me estás dando algo de miedo - bromeó.

La feérica alargó su mano derecha, la cual, no sabía si por una ilusión óptica, pero brillaba con un apagado color azulado recorriendo las lineas de la palma.

-Dame la mano de nuevo - susurró ella, con un rostro lleno de confianza y de un extraño poder que emanaba de sus ojos, un poder latente e invisible.

Lúne obedeció, agarrando su mano algo dubitativo. Ichiro cerró los ojos y perdió su cálida y tierna sonrisa. Suspiró, profundamente, y fue ahí cuando el joven se dió cuenta que no andaba errado respecto a la mano de la feérica. Aquel color azulado, casi invisible, empezó a rodear a Ichiro en una especie de aura azulada en movimiento que parecía un fuego crepitante. Sentía un intenso calor en su mano y rápidamente notó que aquel calor reconfortante se expandía por todo su cuerpo, liberándole de algo que no sabía explicar bien. Se miró a él mismo y a su alrededor se había formado, de la nada, un aura de un verde muy intenso.

-¿Qu...Qué ocur...?! - masculló, algo nervioso.

-Calma - abrió los ojos, y el iris se había acristalado, como un prisma, resaltando aún más la belleza de la feérica. Resplandecían como dos enormes zafiros. De repente, sus ojos, por arte de magia, habían cambiado de color.

Era increíble...

Ni siquiera se dió cuenta cuando empezó a levitar pues, estando en el suelo, ya sentía su cuerpo frágil como una pluma. Miró hacia abajo y de repente ya se encontraban a varios palmos por encima del suelo, flotando y ascendiendo con lentitud hacia las copas de los viejos y altos árboles.

-¡Es...estamos volando! ¡Ichiro! ¿¡Cómo...?!

-Shhht... - se abrazó a él y, por fín, sonrió, sin ya tener que hacer esfuerzos para concentrarse - He invocado magia del mundo feérico. Quería mostrarte...un pedazo de mi mundo.

Ascendían y ascendían, como dos hojas arrastradas por un viento, en ese caso, un viento mágico que los rodeaba por completo.

-¿Y esa aura verde que me rodea? ¿Por qué no es como la tuya? - preguntó Lúne, parpadeando, repleto de confusión, mientras se agarraba a la feérica con fuerza, como si se viera en el suelo, de un momento a otro.

-Cada uno de nosotros tiene un aura diferente. Eso es lo que nos une a humanos y feéricos - dijo con visible alegría y besándole en los labios, sintiendo el joven la energía de la feérica fluir a través de su boca, lo cual le hizo temblar de placer - No somos tan diferentes. Es lo que en Ciriol denominan Sén. ¿Recuerdas? Piensa en algo que te gustaría hacer conmigo, ahora - añadió, resolutiva.

-Bailar contigo entre las ramas de los árboles, bajo las estrellas - replicó él, sin pensar, recordando algunas leyendas de enamorados que hacían lo mismo, en el Mundo Feérico.

-¡Me encanta esta idea! Eso es...de la leyenda de Briac y Lória, ¿verdad?

Lyr asintió, mirándola a los ojos y recuperando la confianza perdida debido a la anómala situación en qué se encontraban, ya a la altura de algunas de las copas más altas del bosque iluminado por las lámparas plateadas. De hecho, aquello parecía un inmenso océano de plata que se agitaba con el viento. A lo lejos, las parpadeantes y débiles luces de Firya.

-Y nosotros crearemos nuestra propia leyenda. ¿Qué te parece?

Ichiro lo soltó, agarrándolo sólo de una mano, y sus mejillas se colorearon de rojo, los ojos brillantes de excitación.

-¡Me parece fantástico! Y ahora...¡Déjate llevar! ¡No temas!

Lúne hizo lo que la feérica le pedía, cerrando los ojos y sintiendo cómo fluía con fuerza su propia aura alrededor de su cuerpo y el agradable hormigueo que le producía.

-"Quiero sentirme libre, por una vez en mi vida. Libre, y lleno de amor. ¡Y quiero bailar, reir!" - pensó, sintiendo como su cuerpo respondía al instante a sus pensamientos y empezaba a volar entre las ramas de los árboles junto con la feérica.
Ambos empezaron a bailar en círculos, dándose las manos, el perfume de las acacias y los fresnos llenándoles por completo los corazones.

Tenía la sensación que, en la lejanía, como proviniendo de un mundo que no era el suyo, podía escuchar una apagada y alegre canción de voces femeninas cantando al unísono. Ambos reían, se besaban, daban saltos sobre las últimas y más altas copas de los árboles y ascendían de nuevo para abrazarse sobre la marea forestal, bajo ellos, y sobre ellos una media-luna bañándolo todo con su melancólica y hechizante luz.

Ellos dos, juntos, eran el verdadero Cuento de Hadas.

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Los tres jóvenes se hallaban sentados ante una pequeña hoguera encendida sobre las pocas ramas secas que habían sido capaces de recoger del bosque, aún empapado por la reciente lluvia. Habían dispuesto unas mantas en el suelo para no mojarse los traseros con la hierba encharcada.
Lily había traído a escondidas, de su lujosa casa, un grande y estilizado candelabro para iluminarles en la oscuridad. Era negro y tenía una forma retorcida, recordando a las ramas de un viejo y fantasmagórico árbol.

Evan estaba tocando la guitarra, con la misma indumentaria que había traído a clase solo que con un sombrero distinto: era rojo, lo llevaba de lado y con una pluma azul sobre él meciéndose ligeramente con el viento. Se hallaba sentado solo, a un lado de la hoguera, ante Lloyd y Lily. Ambos escuchaban atentamente, concentrados, lo que estaba relatando Evan en aquel momento junto con una bonita melodía de guitarra.

-Conseguís infiltraros con éxito en la Fiesta de la Primavera, vestidos con unas bonitas túnicas color turquesa. Veis muchos vendedores en puestos, vociferantes, a uno y otro lado, y una música de timbales y de flautas resonando de fondo. Al fín, veis a un hombre que os hace señas sentado en el suelo. Lleva una larga barba y tiene una serie de objetos destinados a la adivinación. Está todo repleto de gente con vestiduras igual que las vuestras, pero solamente se ha fijado en vosotros. ¿Qué hacéis? - preguntó, mirándolos con una sonrisa enigmática.

Lily y Lloyd se miraron ambos, interrogantes, empuñando con fuerza sus dados. Aquel juego de rol estaba basado en la Orden de Féntar escondiéndose aún en la clandestinidad, durante los turbulentos y agitados años en el Mundo Ordinario durante los cuales estuvieron organizándose. Una época llena de guerras y de traición, las más bajas pasiones de los hombres saliendo a la luz. El objetivo principal del juego se trataba de ir captando adeptos y de ir potenciando la magia mediante la adquisición de libros de conjuros, escondidos por todo el mundo. Se llamaba "El Inicio del Retorno" y era, sin lugar a dudas, el juego favorito de todos ellos.

Lily, para aquellas ocasiones, siempre se vestía con algo mucho más cómodo que los caros vestidos con la que iba ataviada en los días de clase. Llevaba puesta una cómoda blusa granate manga larga y una falda del mismo color y lisa, sin ningún adorno. No es que la apasionara vestir de una forma tan poco elegante, es que, de todas formas, a aquellas horas no hacía falta presumir ante nadie, y menos durante un juego de rol. Además, aquello le servía para relajarse y dejar a un lado sus preocupaciones.

-No creo que sea buena idea hablar con extraños, y menos ahora - susurró Lily, con el ceño fruncido, pensando en alguna salida a aquello - Debemos ser cautos. Recordemos que estamos infiltrados en una fiesta de un Reino que se halla en guerra. Si nos delatan, nos ejecutarán, por alquimistas y herejes.

Lloyd se quitó sus grandes gafas para limpiarlas con un trapo y suspiró, con la mirada fija en la hoguera.

-No hace falta decirle quienes somos, podemos inventarnos nombres falsos - espetó, encogiéndose de hombros y jugueteando con los dados entre sus manos - Por algo debe ser que nos ha llamado sólo a nosotros. Y si nos ha reconocido, igual ya es demasiado tarde. No hay nada que perder y puede que quiera decirnos algo de importancia...

Lily negó con la cabeza y sonrió, con ironía.

-¡Vamos a ver, cabeza hueca! Acabamos de entrar en la fiesta y ya quieres que nos delaten. ¿Es eso? ¿Y no sería más inteligente de nuestra parte seguir caminando y escuchar, con disimulo, posibles conversaciones interesantes entre cortesanos y nobles? Tenemos un largo camino por recorrer y no podemos perder el tiempo hablando con mendigos - se apartó de delante de sus ojos sus cuidados y oscuros cabellos. Su piel morena relucía bajo la luz de la Luna mientras Lloyd la miraba con sus grandes ojos morados tras sus gafas.

-Bien, entonces decido separarme de tí - contestó el menudo y enclenque joven, resolutivo - Yo me quedaré hablando con el apestoso mendigo - pronunció aquellas últimas palabras con algo de sarcasmo - Y si consigo buena información no te la pienso comunicar.

Lily se limitó a sonreir y a asentir con la cabeza, mientras Evan se ponía a tocar de nuevo la guitarra y a relatar la separación de ambos miembros de la Orden de Féntar ahora reconvertidos en nobles de un Reino en guerra y en plenas fiestas nacionales.

Pero algo sucedió ante los ojos de Evan mientras éste relataba los acontecimientos acompañado por su instrumento. Dejó de tocar la guitarra y sus ojos se empequeñecieron, extrañados y sobresaltados, como si estuviera tratando de entrever alguna cosa muy lejana.

-¿Qué són aquellas dos cosas que están sobrevolando los árboles, ahí, a lo lejos? - preguntó, señalando con un dedo y haciendo que ambos compañeros se giraran también. En efecto, con gran velocidad, veían como dos objetos de color verde y azul se entrelazaban y flotaban como si se trataran de dos luciérnagas. Si eran dos luciérnagas, eran las más grandes que había visto en su vida. De repente, le vinieron ganas de salir de ahí. No le gustaban los insectos. Para nada.

Lloyd se levantó, agitado y tocándose las gafas, como si eso le permitiera ver mejor.

-Pues yo no veo nada.

-¿Qué vas a ver, cegato? No me ves ni a mí - Lily sí los veía, y bien claro. No, aquello no eran dos insectos, precisamente. No sabía qué eran, pero era algo muy, muy extraño. De hecho, volaban de una forma muy consciente, como si supieran en todo momento lo que estaban haciendo - Vamos a ver qué es eso y saldremos de dudas. Van deprisa, pero a veces se detienen sobre los árboles, juntándose.

-No creo que sea una buena idea... - se levantó Evan del suelo, dejando la guitarra a un lado - ¿Y si se trata de monstruos parecidos a los Lamat? Igual han conseguido flanquear la magia de Firya...

Lily lo miró con gran desprecio y empezó a encaminarse hacia allí, levantando algo su falda para no manchársela de barro.

-Para el rol sois muy valientes, pero para la vida real sois dos cobardes - gritó, mientras se alejaba de ahí.

Era realmente difícil conseguir acercarse a aquellas dos figuras pues a veces desaparecían en el interior del bosque y les perdía la pista. Tuvo que empezar a correr por el interior de la floresta, sin seguir los caminos, y empezó a lastimarse las piernas con algunos espinos sueltos. Pero de alguna forma, aquello la atraía y tenía que descubrir de qué se trataba. No podía permitir que aquellos dos mentecatos se rieran de ella por haber vuelto con las manos vacías.

Y por fín observó cómo aquellas dos formas coloreadas se quedaban quietos durante un tiempo sobre uno de los árboles, a poca distancia de ahí. Aún así, solamente podía ver una especie de auras muy juntas, pegadas la una a la otra.

-"Bien" - se dijó, corriendo con sigilo entre los árboles - "¡Esta vez no escaparéis!"

Se acercó más y más, y aquellas dos formas que al principio le parecían vagas y borrosas empezaron a coger forma humana. ¿¡Eran dos personas con poderes mágicos!? No podía ser. No existía forma humana de crear magia a partir de la nada y allí que ella supiera no existía ninguna Morada dónde la magia pudiera realizarse sin ningún problema ni atadura. Tenía que ser un efecto óptico, sus ojos seguro que la estaban engañando.

Lily se escabulló detrás de un árbol cercano a aquel y, aguantando la respiración, se asomó por detrás del tronco, y lo que vió casi la hizo trastabillar.

Lúne y una chica de cabellos azules, que jamás había visto en Firya, estaban flotando a poca distancia de una de las ramas y se estaban besando con pasión, ahí mismo, envueltos por aquellas extrañísimas auras. Las manos escurridizas de ambos amantes se acariciaban por todo el cuerpo y, poco a poco, se iban desnudando paulativamente. Lily notó como el calor le inundaba el rostro y, sin querer, retrocediendo un paso hacia atrás, pisó una rama quebradiza, produciendo un ruído más que evidente en el tranquilo silencio de aquella noche. Lúne e Ichiro dejaron lo que estaban haciendo y sus auras desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, cayendo ambos sobre una rama baja del árbol.

-¿Hay alguien ahí? - musitó Lúne, con voz de gran sospecha - Seguro que es un mirón de esos que disfrutan de ver esas escenas.

-Lo siento Lúne - susurró Ichiro, acariciándole el brazo y poniéndose de nuevo la blusa que el joven le había quitado en un arrebato de deseo. Lo mismo hacía el joven, que se había puesto de nuevo la camisa - Si nos ven así, tendremos problemas. Y yo he sido la culpable.

-No te preocupes por eso, Ichiro, ha sido maravilloso - la miró, con ojos tiernos - Vamos a echar un vistazo tras aquel árbol.

Lily empezó a sentir temblores en sus miembros y siguió aguantando la respiración, notando como su frente se llenaba de sudor. ¿Qué iban a pensar de ella? ¡Ella no era ninguna pervertida! Tan sólo había tenido curiosidad, eso era todo. ¿Y a qué se refería aquella chica diciendo que si les veían así tendrían problemas? ¿Acaso...eran feéricos? No, eso era imposible. O bueno, ya no sabía qué pensar. Lo único que quería era que se la tragara la tierra y que no la vieran, por nada del mundo.
Entonces, oyó un cuchillo que se desenvainaba. ¡Oh, por Firya! Un terror inmenso empezó a apoderarse de la opulenta chica. Si se ponía a correr quedaría en evidencia que había hecho algo malo, pero si se quedaba ahí...¡Un cuchillo! ¿La iba a matar? Se habían oído muchos rumores de Lúne, y no eran todos precisamente buenos.

-Ajá, aquí tenemos a la ratita que nos espiaba - el joven de Varmal volvió a envainar su cuchillo en una pequeña vaina que le colgaba de un lado del pantalón - ¿Qué? ¿Te lo pasabas bien? - se puso a reir, un poco nervioso. Seguramente era una jovencita que había sentido curiosidad, pero no estaría mal asustarla un poco.

-¿Y vosotros? ¿Qué hacíais ahí con esas auras tan extrañas? - decidió contraatacar Lily, recuperando algo de su orgullo y cruzando los brazos, mirándolos de forma acusadora - Vi dos luces a lo lejos y quise averiguar qué eran, eso es todo. No tenéis derecho a realizar prácticas extrañas en una ciudad que no es la vuestra.

-Creo que todo ha sido un malentendido - dijo Ichiro, reconciliadora - Solamente estábamos jugando en el árbol, pasándolo bien y... - no supo cómo terminar la frase, colapsada por la vergüenza.

Lúne apoyó una mano en el tronco y miró a Lily, desafiante.

-Lo que hagamos o dejemos de hacer no es de tu incumbencia.

Cuando la aludida estaba abriendo la boca, algo insegura de lo que iba a replicar (la mirada grisácea, intensa y helada del joven la hacía sentirse muy nerviosa) unas voces se alzaron desde los lindes del ya lejano claro.

-¡Lily! ¡No te vayas en medio de una partida de rol, aguafiestas!

-¡Te has ido porque sabes que elegiste mal no hablando con el vagabundo! ¡Lo sé! - Lloyd estaba convencido que así era, pues con su corta vista no había logrado ver aquellas luces.

La joven se dirigió hacia la dirección desde dónde provenían las voces y contestó de nuevo con plena confianza en su voz.

-¡Corred! ¡Venid aquí! ¡He encontrado 2 feéricos!

Ichiro se agarró al brazo de Lúne, temerosa y sorprendida por aquella situación que se había creado.

-Vámonos, Lúne - susurró, sintiéndose muy culpable - No quiero causarte más problemas.

Él sonrió con tranquilidad y la atrajo hacia sí sin moverse un ápice del sitio dónde estaba.

-Al contrario, Ichiro - espetó con un tono grave y calmado - Esto se está poniendo muy interesante - sus ojos brillaban de forma maquiavélica.

Al cabo de poco tiempo, los dos compañeros llegaron, resoplando, al lugar dónde ellos se hallaban. Lloyd, acostumbrado a una vida sedentaria y sepultado por el peso de la sabiduría de los libros, se tuvo que sentar en el suelo, agarrándose el costado con fuerza. Evan, que llevaba ahora su estilizada gorrita apretada con ambas manos en su cabeza para que no se le cayera, observó la escena con infinita curiosidad.
Nunca había visto el rostro de Lúne, pero no parecía diferenciarse del de un joven humano corriente con mirada algo arrogante y presuntuosa. La chica, que se hallaba a su lado agarrada a él, era tan bonita que casi le deslumbraba, por lo cual su corazón se aceleró, sin remedio, al observar sus enormes ojos color ámbar.

-Pues yo no sé dónde les ves el aspecto feérico, Lily - dijo él con toda rotundidad. Luego se acercó unos pasos hacia la pareja y simuló una cortés reverencia de saludo - Me llamo Evan, un placer conoceros. Perdonadle - señaló a Lloyd con el dedo, el cual aún se hallaba sentado en el suelo y respirando con dificultad - Él se llama Lloyd, es muy listo, a veces demasiado, pero de pocas palabras. Además, si trata de hablar ahora se quedará en el sitio - añadió, sonriente.

-El placer es nuestro - Ichiro, inesperadamente, se erigió como portavoz de la pareja con su dulce y delicada voz - Mi nombre es Ichiro y este es mi novio, Lúne - le besó, con dulzura, y una sonrisa alegre. A Lúne se le ruborizó el rostro inevitablemente al escuchar la palabra "novio" saliendo de los labios de la feérica y una secreta alegría le invadió el pecho - Y ahora, si sois tan amables, debemos partir.

-¡Un momento! - espetó Lily, sus ojos felinos resplandeciendo, fieros, bajo la Luna - Estoy harta de tanto secretismo y de tanta soberbia - puso los brazos en jarras y estrechó aún más sus ojos - Os hemos acogido excepcionalmente en la aislada y pacífica ciudad de Firya para que escapéis de la guerra. Creo, pues, que merecemos una explicación sobre vuestras verdaderas intenciones. Y, sobretodo, por lo que acaba de suceder.

La reacción más lógica y acorde con el carácter de Lúne hubiera sido contestarle de forma airosa y dejar a aquellos 3 metomentodo atrás y con la palabra en la boca. Sin embargo, en vez de eso, esbozó una torcida sonrisa. Respiró profundamente, controlando su enfado, y se colocó las manos en el cinturón de cuero, hinchando el pecho.

-En primer lugar - empezó, con una voz calmada y amistosa - tenemos el beneplácito y el apoyo de vuestra alcaldesa, así que no tenemos por qué explicarles nada a 3 desconocidos que deambulan por el bosque en busca de un buen sitio para jugar a rol, escondiéndose de los demás. En segundo lugar - repasó a sus 3 interlocutores con una mirada intensa y haciendo creer que era algo desconfiada - Nos han asignado unas misiones a nosotros, no a vosotros. Me pregunto por qué os interesa tanto de repente conocer la vida privada de unos desconocidos, sobretodo a tí, ricachona entrometida - se acercó a ella y le clavó sus ojos oscuros.

-¡No...no hay derecho que un extranjero venga aquí con esos delirios de grandeza! ¡La guerra no es culpa nuestra, es culpa vuestra, del resto de Espiral! - Lily no esperaba que Lúne se mostrara tan seguro de sí mismo en una tierra que no era la suya y se sentía algo desarmada. Sus mejillas habían enrojecido ligeramente: odiaba sentirse menospreciada y tratada como una niña pequeña.

-Oh, vamos Lily! - Evan mantenía su sonrisa alegre y dspreocupada, y la observaba con algo de sarcasmo - Reconoce que te encanta el Mundo Feérico y deseas conocer a todos estos seres. Lo demás són solamente excusas - miró a Iciro y le guiñó un ojo, poniendo la feérica cara de circunstancias y sin saber cómo reaccionar ante aquello.

Lily le miró con rabia contenida.

-¡Siempre tienes que hablar de más! - miraba hacia un lado, sin poder aguantar más la mirada divertida de Lúne - ¿Y qué más da si me gusta el Mundo Feérico? ¡Y a tí te gusta no hacer nada en todo el día! - cerró los ojos y alzó la barbilla, tratando de recuperar su dignidad perdida.

-Oh, perdóname - Evan se quitó el sombrero y le hizo una reverencia a Ichiro, trazando unos armoniosos círculos con él en el aire - Ciertos tipos de belleza arrebatan la poca razón que aún se balancea, peligrosamente, en el corazón del poeta.

Ichiro sonrió confundida y halagada, sin saber qué decir, mientras Lily fulminaba a su amigo con la mirada. ¿Qué les pasaba a aquellos humanos? Eran gente muy extraña.

-Ven Ichiro - espetó Lúne, echándole una mirada poco amistosa a Evan - Quiero decirte un par de cosas sin que estos tres desgraciados me escuchen.

-Oh...de acuerdo - la feérica alzó las cejas, algo sorprendida, y se vió arrastrada por él tras él árbol, con gran rapidez. El joven acercó sus labios a su oído y empezó a susurrar.

-Demos la vuelta a todo, Ichiro. Ya estoy harto de esconderme de todo y todos - esbozó una sonrisa divertida.

-¿Cómo? - lo miró extrañada, alzando la voz - ¿Qué quieres decir?

-¡Sshhht! - se llevó un dedo en los labios y prosiguió, acercándo de nuevo su boca a la oreja de la feérica - ¿Te importaría volver a repetir aquel hechizo? Esta vez en su presencia - su sonrisa se intensificó, volviéndose algo traviesa.

-Pero Lúne... - Ichiro no comprendía nada, susurrando ya al oído del humano - ¿Por qué deberíamos hacer esto? No me digas que... - alzó una ceja y lo miró, reprobativa - ¿Quien te has creído que soy? ¿Una proveedora de magia feérica? - puso los brazos en jarras y giró la cabeza hacia otro lado, enojada.

-Venga, vamos Ichiro - se encogió de hombros y le acarició las mejillas con dulzura con sus dedos - De todas formas ya nos han visto. No tenemos nada que perder.

-Está bien, pero no te acostumbres. Estudié en mi escuela que si un hechizo feérico se usa varias veces en un humano, este puede quedar un poco impregnado de magia feérica. Y las consecuencias - entornó los ojos, visiblemente preocupada - són imprevisibles. ¿Estás seguro?

El humano la agarró de la mano y sonrió, lleno de confianza.

-Sé cuales són las consecuencias, y no me importa. Será el último favor que te pediré, no te preocupes.

-Bueno, entonces hagamos uno sencillito - Ichiro le guiñó un ojo y, por fín, ambos se dirigieron a los 3 compañeros de clase, de los cuales Evan ya estaba tras ellos tratando de escuchar lo que se susurraban, sin éxito.

Sin decir una sola palabra, Ichiro cerró los ojos y, sin esfuerzo aparente, sus azulados cabellos empezaron a brillar levemente flotando con un viento invisible que parecía aparecer de la nada. Los pliegues de su vestido también empezaron a flotar y su piel parecía estar volviéndose oscura por momentos, apagada, pero más bella que nunca.
Al principio Lúne solamente pudo sentir las suaves vibraciones que acariciaban su mano derecha agarrada a la de la feérica, pero pronto empezó a sentir como aquel invisible viento mágico le sacudía de pies a cabeza. Sintió un intenso cosquilleo por todo el cuerpo y tuvo una sensación idéntica a cuando, unos meses atrás, había viajado al Mundo Feérico por primera vez.
No sabía explicar exactamente cómo se sentía, pues solamente aquellos que han viajado alguna vez al Otro Lado saben exactamente qué les ocurre, aunque sus palabras no alcancen a poder transmitirlo. Era algo muy, muy agradable, y sentía cómo si su alma se hubiera desligado de su cuerpo de forma suave y paulatina.

Abrió los ojos y no pudo dar crédito a lo que veía en aquellos momentos. Se encontraba junto con la feérica, dándose ambos la mano, sobre un alto puente plateado que colgaba entre unos árboles gigantes. Miró a su alrededor y vió algunos seres con los cabellos azules paseando con tranquilidad sobre los numerosos puentes iluminados por luces que flotaban, incandescentes, sobre ellos, de diferentes colores según en el árbol en qué estaban. Las que les rodeaban a ellos eran de color morado, esferas del tamaño de pequeñas frutas, como si fueran grandes luciérnagas durmientes.
Acto seguido se observó su propio cuerpo y lo que vió aún le sorprendió más: era transparente, como si su cuerpo fuera una leve brisa que flotaba en aquel sitio y, aún así, podía oler el arrebatador perfume de flores nocturnas y observar como, bajo aquellos enormes árboles, flotaba una especie de marea verde y transparente.

-Ichiro... - susurró él, con la voz entrecortada - ¿Dó...dónde estamos?

La feérica le observó, alegre y sin ningún síntoma de preocupación en su rostro. De hecho, parecía feliz, muy feliz a su lado. Sus ojos de color ámbar, a pesar de ser transparentes, parecían concentrar una cantidad de magia de inimaginable poder.

-Estamos en mi pueblo, Lúne - su voz sonaba más melancólica y lejana que de costumbre - No te preocupes, nadie nos puede ver, puesto que aparecemos como una niebla ante ellos - hizo una pausa y acarició la mano del humano - ¿Te gusta? Este es mi mundo.

Lágrimas empezaron a escurrirse por las mejillas del joven, mientras observaba las preciosas casas de mármol que se alzaban alrededor de aquella plaza repleta de mosaicos de colores.

-Me encanta, me siento...como en casa.

La ensoñación, sin embargo, desapareció tan rápido como había parecido, dándole a Lúne la sensación como si le estuvieran arrancando violentamente de un sueño en el que habría querido quedarse para siempre. Se encontró de pie, justo en el sitio dónde había estado, y parpadeó varias veces para asegurarse que aquel fantástico lugar desde dónde la feérica procedía había desaparecido. Se sentía muy agitado, nervioso, y también muy abatido y con una gran sensación de impotencia, aunque no sabía por qué.

Alguien le palpó el antebrazó haciando que volviera por fín a la realidad.

-¡Lúne! - Ichiro esbozaba una media sonrisa, encogida de hombros - ¡Aquellos se han marchado! ¡Corriendo! - se tapó la boca, ahogando una carcajada - ¡Deberías haber visto la cara de la chica! ¡Era el terror personificado!

El humano recobró la sonrisa, sacudiendo ligeramente la cabeza, pues ésta ahora le dolía, y mucho.

-Ya verás qué resultados más inmediatos vamos a obtener de esto - le guiñó un ojo, abrazándola y acariciándole los azulados cabellos - Va a ser muy divertido.

Friday, March 26, 2010

Prólogo

Un mundo mágico, basado en la cultura celta, repleto de Órdenes druídicas. Esta idea me vino a la mente hace ya 5 años. ¡5 años! ¡Maldita sea cómo pasa el tiempo! Recuerdo haber terminado una novela en catalán llamada "On és la puresa?" que un día revisaré y colgaré, de temática realista, muy psicológica y bastante autobiográfica. Un drama que empieza con el intento de suicidio de un adolescente, sobre una montaña, alcoholizado hasta la médula.

Y entonces, me sentí muy cansado y harto de escribir sobre penalidades y de hurgar tanto en el interior de mis personajes hasta casi dejarlos secos. Quería escribir una novela fantástica, soñadora. Y así fue cómo empecé a escribir sobre este mundo de órdenes druídicas, repleto de esperanza y alegría.

Pero cuando llegué a la página 8 la dejé, se me terminaron las ideas y me embarqué a escribir blogs personales e intenté escribir una novela sobre un mercader-pirata que no fructificó, que fracasó. Y 2 años y medio después, viendo que nada de lo que escribía, pensado para que fuera una novela, funcionaba, volví a aquel antiguo texto que había escrito bajo la influencia de mi pasión por la cultura celta.

Y así empezó toda esta locura.

Un torrente, un río imparable de ideas empezó a surgir de mi mente en toda clase de situaciones: paseando por Palma, a solas; de borrachera en Valhalla; escuchando metal y música folk; en cafeterías bebiéndo un café o tomando una caña; aburrido en casa, y escribiendo para no morirme de asco; despúes de leer una novela o de ver una película inspiradora; nadando en la piscina; etc, etc.
Cada día se me ocurrían conceptos nuevos, y aquello que al principio tenía que ser una simple historia sobre druidas, empezó a convertirse en todo un mundo nuevo, en una mitología que yo mismo estaba creando, sin darme cuenta. A medida que los meses iban pasando, mi propia historia me estaba superando, los personajes parecían haber cobrado vida y el hilo argumental, continuamente, se me iba de las manos.

Era a la vez desesperante y apasionante.

Recuerdo como si fuera ayer el día que me vino a la mente el concepto de los 3 Mundos, una tarde soleada de verano, paseando por el Paseo Marítimo, cerca de La Llonja. Llegué a pegar un salto de alegría y empecé a reir como un idiota, solo, y la gente me miraba de forma rara. Pero aquello me daba absolutamente igual.

Luego vinieron muchas épocas de estancamiento, de sequía, épocas muy tristes y decadentes; a las que siguieron grandes momentos de alegría y de amor; momentos de descubrimientos y de nuevas inspiraciones. Y seguía, seguía incansable a pesar de todos los obstáculos, superando depresiones y crisis de ansiedad. Y cada vez la novela se hacía más compleja, más intrincada, como un laberinto en el qué te has introducido sin querer, sin darte cuenta.

Esta novela ha sido un viaje, una aventura inesperada que ha ido moldeándose ella misma, como si yo simplemente hubiera sido el artesano que hubiera plasmado una historia ya contada, en escrito. Han sido muchos afluentes que han ido por cauces inesperados, desembocando a veces en precipicios sin salida y en lagos secos y sombríos; pero siempre pudieron retroceder, con esa magia que tienen los afluentes artísticos, hacia lagos repletos de agua fresca, de gigantescos océanos en dónde siempre encontraba más y más inspiración y energía para seguir avanzando.

Y en estas estoy, ahora que he sacado el primer volumen de esta saga que promete ser, al menos para mí, un reto apasionante que me llena de emoción. Me ha apasionado escribir todo esto, siempre lo he escrito repleto de ilusión y de alegría. He disfrutado y me lo he tomado como una evasión hacia otra Realidad que parecía abrirme las puertas hacia otro mundo, dejando que yo fuera el escritor que plasmara todo lo que me dejaba ver. Espero que os guste, que disfrutéis, que leáis todo esto sin esperar absolutamente nada, dejándoos llevar. Entonces, si así es, habré cumplido mi objetivo.


Gracias a todos, de corazón.



Xavier Liras Garau

Glosario

Los Mundos. 


Mundo Feérico: Oscuros son los orígenes de la raza feérica sobre el planeta Tierra, pero cuenta la leyenda que nacieron de forma natural como Elementos de la Naturaleza a partir de los bosques, la tierra, los mares, los vientos y el fuego. Empezaron así a organizarse en pequeñas tribus independientes las cuales, no obstante, tenían una relación armoniosa entre ellas. Ese es el Mundo Original, el Mundo Primario, en dónde la esencia de las cosas es pura e indivisible, en dónde la magia fluye libremente sin que ningún conjuro ni rito sea necesario para su invocación. Existen una gran variedad de seres feéricos a lo ancho del Mundo y se cuenta que es tal su cantidad que se pueden contar por millones. La composición y la naturaleza feéricas escapa a la sabiduría humana, pues escapa a su lógica y a sus leyes.

El ser humano y el Mundo Espiral: Millones de años después de la aparición de los seres feéricos sobre el Planeta Tierra, una inquietud conmueve sus consciencias a través de extraños sueños. Desean crear una raza que escape a su propia lógica, una raza con sentimientos contradictorios, oscura, con una sabiduría diferente, una raza nacida de sus propios sueños. Así deciden reunirse todos en el centro de un *mar esmeralda y, con las manos unidas, hacen fluir sus sueños mediante cantos y salmos creando así lo que se conoce actualmente como la raza humana. Así la raza feérica consigue su sueño último: unir todas sus consciencias en una sola, en una consciencia que se basa en remolinos de sentimientos. Así su finalidad es conocer con más profundidad sus propias naturalezas y llegar a una Armonía más profunda y perfecta. Para que sus nuevas creaciones tengan su propio Mundo, todos juntos uniendo de nuevo sus consciencias crean el Mundo Espiral, llamado así por su unión directa con el Mundo Feérico, a través de espirales de magia que fluyen libres desde este hacia el nuevo mundo.

Durante unos cuantos miles de años (según cálculos feéricos, unos 10.000 años), humanos y feéricos conviven en armonía gracias al vínculo que tienen aún los primeros con los elementos naturales. Esta época se denomina "Días de Armonía". Así se crean las Órdenes Humanas, las cuales se encargan de reunir la sabiduría feérica y humana y de organizar encuentros con los seres feéricos a lo largo del Mundo Espiral. Pero a partir de la creación de las Reinos Humanos de Espiral* (creados por los propios jefes de las Órdenes), el ansia de poder y de guerra, el orgullo, los celos hacia sus creadores, su afán por abandonar Espiral y unirse contra-natura con los seres feéricos, y, sobretodo, un alejamiento de sus orígenes como consecuencia de las guerras por el poder y la creación de Reinos Independientes, obliga a los feéricos a romper casi todas sus relaciones con ellos y a la creación de un Tercer Mundo llamado "Mundo Ordinario". Así el intercambio de sabiduría se trunca para siempre. Eso sería llamado "La Caída".

Mundo Ordinario: Los feéricos destructivos, comúnmente englobados como Lamat, empiezan a sembrar el terror en el Mundo Espiral, con el afán de eliminar a los seres humanos, pues estos empiezan a amenazar el equilibrio del propio mundo feérico con su poder aumentando y la magia mal usada por poderosos y orgullosos archimagos humanos. Movidos por la piedad hacia sus propias creaciones y temiendo que los Lamat terminen con ellos, los Feéricos, a excepción de los Lamat, vuelven a reunirse en un mar esmeralda y, siendo así conocida como La Última Reunión, por última vez se unen todos y crean el Mundo Ordinario, para así expulsar a los humanos a un Mundo en dónde sean incapaces de dañar el mundo feérico, con el agravante de abrir un hueco aún más grande entre ellos. El Mundo Ordinario, sin la participación de los Lamat, nace con un profundo desequilibrio y, debido a ello, los seres humanos se olvidan definitivamente de sus creadores y empiezan a auto-destruirse paulatinamente con guerras por el poder y el mundo se divide en dos clases: explotadores y explotados.

La expulsión de los humanos hacia el Mundo Ordinario se llamará "El Exílio".

3507 años más adelante, se producirá "El Retorno".


El Retorno, las Órdenes y la Segunda Caída


El Retorno: Una orden secreta creada por un archimago (conocido alquimista en el Mundo Ordinario) llamado Fentar, consigue 3507 años después del Exilio consigue abrir un Portal hacia el Mundo Espiral gracias a las prohibidas y controvertidas relaciones con la Orden de Viajeros del Mundo Feérico, los cuales traen con ellos sabiduría y conjuros para que los humanos puedan volver a Espiral. Millones de humanos, siendo aún así una gran minoría entre los que viven en el Mundo Ordinario, vuelven al Mundo Espiral a través del Portal abierto por Fentar y su Orden de Archimagos. Los Feéricos se sorprenden ante el retorno de sus creaciones pero, movidos de nuevo por la piedad y por la felicidad de verlos de nuevo, les ceden el Mundo Espiral una vez más, con la condición de volver a los Días Antiguos mediante la creación de las Nuevas Órdenes Humanas. La primera Orden, creada por Fentar, será denominada La Orden de Varmal y nuevas órdenes dedicadas de nuevo a recopilar la sabiduría feérica y humana, y también dedicadas a crear un nuevo vínculo con los seres feéricos aparecerán a lo ancho del Mundo Espiral ante el regocijo de los Feéricos, los cuales volverán a reanudar sus relaciones con ellos.

Durante 1800 años un nuevo tiempo de esplendor se abrirá entre las dos razas denominado "Días Luminosos" en los cuales feéricos y humanos viajarán indistintamente entre ambos mundos e incluso tendrán descendencia común, aunque eso no será algo que abunde. Sin embargo, los Lamat jamás estarán conformes con el retorno de los Humanos, temiendo una nueva deriva de estos hacia la oscuridad y el Caos. Así pues, poco después del Retorno, los Lamat seguirán presionando a los seres feéricos para que estos vuelvan a expulsar a los seres humanos al Mundo Ordinario. Pero durante cientos de años fracasarán en sus intentos, pues los feéricos les protegerán durante todo este tiempo y los humanos ahora estarán más preparados para combatir a estos seres.

Al fin, después de todos estos años de comunión, se produce "La segunda caída", durante la cual los Portales que unen el Mundo Feérico y Espiral se cerrarán casi en su totalidad por culpa de una nueva oscuridad albergada en el corazón de los seres humanos.

Las Órdenes de Espiral: Originalmente las Órdenes surgen durante los primeros Días Luminosos, antes de la Primera Caída. Se tratan de instituciones humanas, centros de espiritualidad dedicados a la recopilación y enseñanza de sabiduría feérica y humana, y a la preservación y protección de los Portales que unen ambos mundos. Son Órdenes abiertas en las que cualquiera tiene acceso después de que durante 7 años de aprendizaje el Aprendiz se convierta en Druida o Archimago. Esa forma de proceder tiene como origen las órdenes druídicas que se crearon en el Mundo Ordinario, los miembros de las cuales muchos de ellos ingresaron en la Orden de Fentar, después llamada Varmal, y emigraron al Mundo Espiral. Existe una gran variedad de Órdenes en el Mundo Espiral, dedicadas cada una a un ámbito concreto de sabiduría, ya sea la música, la astronomía, la literatura, la alquimia, el dibujo, entre otras artes.

Cada una de ellas posee una serie de Portales para comunicarse con el Mundo Feérico.


Wail, Hulen, Varmal y Ciriol


La Orden de Varmal: La más oscura y enigmática de todas las Órdenes de Espiral, durante cientos de años, después de la Segunda Caída, permanece en un estado casi mítico, apartado del resto del Mundo. También se la denomina "La Orden de la Luna Negra", creada por el Archimago Fentar después del Retorno, y se dedica a la Alquimia. Durante muchos años es considerada como la Orden más prestigiosa y de más importancia del Mundo Espiral, tanto que durante todo este tiempo el objetivo de todo Aprendiz es terminar siendo un Archimago o Druida de Varmal, para así descubrir los secretos de la Magia y de la Alquimia, y para también acceder a las bibliotecas con más información y sabiduría legada por los Viajeros del Mundo Feérico durante los años del Exilio. También es la Orden que por más tiempo mantiene contactos con los Seres Feéricos. Después de la Segunda Caída, Varmal es considerada una secta peligrosa, y se rumorea que practica la Magia Negra, los Sacrificios Rituales, Ritos prohibidos y Orgías multitudinarias.

Sus miembros visten túnicas negras.

La Orden de Hulen: También llamada la "Orden de los Bardos", es una Orden dedicada al aprendizaje y enseñanza de la Poesía y de la Música legada en parte por los seres feéricos y en parte por la propia sabiduría humana. Sus miembros visten túnicas azules y el rango mayor es el de Bardo de Hulen.

La Orden de Wail: Es una Orden dedicada al estudio de la Naturaleza y a la recopilación histórica. Se rumorea que es la más poderosa y la que, después de la Segunda Caída, tiene mayor cantidad de miembros. Durante cientos de años también se dedican a combatir a los Lamat, siendo así considerada como la Orden Central, la más importante y la que tiene más influencia, sobretodo después de la entrada al oscurantismo de la Orden de Varmal. Se rumorea que fue desde ahí que nacieron los rumores criminales hacia la Orden de Varmal, y también se dice que controlan el Mundo Espiral de forma indirecta.

Sus miembros visten túnicas verdes.

La Orden de Ciriol: Su existencia es discutida por la gran mayoría de los habitantes de Espiral, incluso por los más sabios, considerándola como un producto de la imaginación de algunos bardos y trovadores que cantan la historia de una Orden pura, cercana a la forma de vida feérica y en comunión con esta, ante la falta de contacto que resulta de la Segunda Caída con los feéricos.
Sin embargo, su existencia es real y su historia, aunque solamente conocida por ellos mismos y por los feéricos con más memoria, es larga y a veces roza con la leyenda.

Ellos mismos se consideran la Orden más antigua de Espiral, puesto que con este mismo nombre fue creada la Orden de Ciriol durante los Días de Armonía. Se trataba de una Orden que muy pronto se ganó una simpatía especial por los feéricos, pues eran gentes de paz y con grandes deseos de aprender de ellos todo lo que pudieran. Pronto empezaron a cortar relaciones con el resto de Órdenes de Espiral, puesto que, gracias a la mayor sabiduría que habían adquirido del Mundo Feérico, forjaron una cultura, una lengua y una forma de vida distinta a la del resto de Espiral. Las demás Órdenes empezaron a creer que Ciriol les despreciaba y que solamente querían tener relaciones con los feéricos, privándoles de ellos el acceso a parte de la sabiduría que gozaban los habitantes de Ciriol. Además, sus tierras se asentaban sobre tierras muy fértiles.

Poco tiempo antes del Exilio ya todas las antiguas Órdenes se habían convertido en Reinos enfrentados entre sí, todas excepto Ciriol, que seguía siendo una Órden ya apartada y marginada del resto de Espiral. Ciriol fue invadida por un poderoso Reino limítrofe no sin antes ofrecer una encarnizada resistencia gracias a los poderes mágicos heredados de los feéricos. Pero eran pocos y poseían armas muy rudimentarias así que, después de 7 años de contínuo asedio, finalmente el Reino cayó y se produjo una matanza a gran escala hacia la población civil y hacia los gobernantes del país, acusándolos de desobediencia, aunque en verdad aquella matanza se produjo para colmar las ansias destructoras de los atacantes, como venganza a las bajas sufridas en su bando durante el asedio.

Los escasos supervivientes se escondieron en los bosques y las montañas de alrededor durante varias generaciones (se les denominó "los hombres perdidos") hasta que se cometió, para ellos, la famosa "Traición", que aún pesa en sus corazones, a pesar del afecto que sienten aún por los feéricos. Ellos siguieron manteniendo contacto con los feéricos a escondidas, pero, sin embargo, fueron expulsados al Mundo Ordinario como al resto de los humanos durante el Exilio. Ellos siempre consideraron que jamás hicieron nada para ser expulsados de Espiral pues no habían participado en ninguna guerra excepto para defenderse y, así, cortaron relaciones con los feéricos excepto con los Viajeros, los cuales ya en el Exilio, seguían visitándoles y ayudándoles a recuperar la sabiduría perdida y olvidada durante tantos años viviendo en la intemperie.
2400 años después del Exilio, el señor de Ciriol llamado Meshtir hizo amistad con un joven entusiasta y desconocido archimago llamado Féntar. Ambos, con la ayuda de otros archimagos, consiguieron mediante los conjuros aprendidos gracias a los Viajeros, abrir el portal que les devolvería, de nuevo, a Espiral. Se crea entonces la mencionada Orden de Varmal y los descendientes de la antigua Orden de Ciriol crean la nueva Orden de Ciriol.

Varmal, entonces, es partidario de volver a trabar relaciones con los feéricos, pero Ciriol se opone, pues considera que la injusticia que les hicieron jamás podría ser perdonada. Ante la negativa de Varmal de seguir su aislamiento, se produce un cisma entre las dos primeras órdenes y Ciriol se distancia del resto de Espiral aislándose en secreto, creando bajo manta una ciudad llamada Firya, una ciudad dedicada al comercio por mar y protegida por una magia impenetrable incluso por los poderosos Lamat. Creen poder subsistir ellos solos, sin la intervención de feéricos y del resto de humanos, y solamente permiten la entrada a los Viajeros.

Sus miembros visten túnicas blancas.

La Segunda Caída: Hace aproximadamente 700 años, estas luchas por un poder bajo manta del Mundo Espiral llegan a oídos de los Seres Feéricos, sobretodo viniendo de la Orden de Wail. Las Órdenes dejan de ser solamente centros de sabiduría y se convierten en centros de poder velados, con sus áreas de influencia, compitiendo entre sí. Los seres feéricos, temiendo que ocurra lo mismo que llevó a los humanos de nuevo al Mundo Ordinario, cierran casi todos los portales y las espirales de magia se ven reducidas hasta el punto que los viajes entre mundos ya no son libres, sino autorizados (o no) por los seres feéricos. Los Lamat, sin embargo, siguen pensando que, pese a la clausura de la mayoría de Portales, los humanos podrán ser capaces de penetrar en el Mundo Feérico gracias a la gran cantidad de sabiduría almacenada por estos. A partir de esa Segunda Caída, se extiende la opinión popular que es Varmal quien trata de romper con la armonía, a través de sus conocimientos sobre Conjuros oscuros e iniciáticos y Magia Feérica.


Linea del tiempo


Tiempo indefinido (millones de años): Aparición de los feéricos en el planeta Tierra.

Hace 16.000 años aprox: Los feéricos crean a los seres humanos y junto a ellos crean un mundo secundario en otra dimensión: Espiral. Poco tiempo después de la creación de los humanos, se funda el Gremio de Viajeros.

Durante unos 10.000 años conviven entre ellos. Esta larga época se denominaría "Días de Armonía".


Hace 9000 años: Fundación de las primeras Órdenes humanas. Los humanos empiezan a controlar y a utilizar la magia.

Hace 6500 años: Se crean Reinos a partir de las Órdenes humanas y empiezan a batallar entre ellos por el poder de Espiral.

Hace 6250 años: Destrucción de la Órden de Ciriol.

Hace 6.000 años: Expulsión de los seres humanos de Espiral y creación de un mundo terciario en otra dimensión más, llamado Mundo Ordinario. Esta época se llamaría la "Primera Caída" ó el "Exilio". 3500 años después se produce El Retorno.

Hace 2500 años: Un grupo de archimagos, encabezado por Féntar, abre un portal hacia Espiral gracias a la sabiduría traía por los Viajeros feéricos. Durante 1800 años vuelven a convivir humanos y feéricos, denominándose esta época "Los días luminosos". La relación entre las dos razas parece salir reforzada. Sin embargo, finalmente se produce la Segunda Caída.

Hace 2490 años: Fundación de la Orden de Varmal y refundación de la Orden de Ciriol.

Hace 2470 años: Fundación del resto de Órdenes.

Hace 700 años: Se produce la Segunda Caída por culpa del hermetismo de las Órdenes y de su egoismo, y se cierran casi todos los portales que conectan el Mundo Espiral con el Mundo Feérico. Los humanos, sin embargo, no són esta vez expulsados de Espiral.


Razas Feéricas


Amaru: Raza feérica muy pacífica y hogareña, gran amante de la música y del canto. Son seres muy apegados a los pueblos dónde habitan, con un gran sentido comunitario, disfrutando de las buenas compañías y de largas conversaciones. Tienen una concepción de la vida basada en el misticismo y en la armonía mágica entre todos los seres vivos. Son un pueblo muy tranquilo, pero no gustan de relacionarse con otros pueblos feéricos, pues están muy apegados a sus tradiciones y a su cultura. Son reacios a compartirla si no existe mucha confianza, puesto que son muy tímidos y algo asustadizos. Una de sus tradiciones más arraigadas es la de reunirse en Luna Nueva toda la aldea en un gran festín.
Suelen vivir en pequeñas aldeas, la más importante de las cuales se llama Húgaldic, en dónde se alzan los famosos Cuatro Árboles. Según cuenta la leyenda, las Yrissi ayudaron a los Amaru a construïr la bellísima Húgaldic, plantando los Cuatro Árboles y depositando bajo ellos agua del Océano Esmeralda, para mantenerlos siempre repletos de Magia Yrissi, como recuerdo al amor que siempre se han tenido estas dos razas.

Físicamente, los amaru son bastante bajos de estatura, con bellos y simétricos rostros, cabellos azules y grandes y expresivos ojos. Cada uno de ellos tiene un color distinto de ojos, lo cual les confiere un carácter único a cada uno, puesto que la mirada es algo sagrado en el pueblo Amaru.


Urien: La raza Urien se la denomina la raza del Viaje Eterno. Son altos, de tez oscura, ojos ligeramente rasgados y con rasgos armónicos y bellos. Van vestidos con ropajes sencillos y cómodos, normalmente blancos. Es considerada la raza del Continuo Conocimiento, pues gustan mucho de viajar y de recorrer largas distancias a través del Mundo Feérico sólo para añadir sabiduría a sus corazones tras cada aventura. Junto con los Folnen, han sido siempre los que más viajes han realizado a Espiral y al mundo Ordinario, teniendo gran afinidad con los seres humanos.

En el mundo ordinario, entre otros muchos nombres, son denominados Gnomos.

Folnen: Los Folnen son unos seres con la Libertad como principio que rige sus vidas. Son joviales, amantes del sexo, del amor y de las aventuras. Són también muy aficionados a los juegos, a la bebida y a las bromas, haciendo constantemente travesuras. Antiguamente vivían desperdigados por todo el Mundo Feérico, cerca de los Portales, pues son los feéricos que desde siempre han sentido más apego por los seres humanos, viajando a Espiral siempre que han tenido ocasión y, en algunas ocasiones, manteniendo relaciones sentimentales con humanos.
Con el cierre de Portales, casi todos los Folnen desperdigados por el Mundo decidieron viajar a Fölmendal, situado alrededor de uno de los pocos Portales abiertos en el Mundo Feérico, en la actualidad. Enfadados con el resto del Mundo Feérico por haber decidido cerrar los portales y la relación con los humanos, decidieron aislarse con una potente magia del resto del Mundo Feérico.

Se dice que Fölmendal fue construida por la mítica raza de los Namia, de los que se dice desaparecieron sin dejar rastro hace ya muchos siglos.

Físicamente son bajos de estatura, llevando grandes melenas que, en ocasiones, arrastran por el suelo, y los hombres tienen la costumbre de llevar enormes barbas.

En el mundo ordinario, entre otros muchos nombres, son denominados trasgos.

Yrissi: También denominadas "Las hadas de los bosques de cristal", son una raza feérica solamente conformada por mujeres de muy baja estatura, pareciendo niñas de corta edad. Viven siempre en los lugares dónde se hallan los Océanos Esmeralda, una magia regeneradora y onírica muy importante en el Mundo Feérico. Se dice que ellas mismas crean estos océanos con una magia que brota de ellas mismas.
Aisladas en los bosques, el resto de razas feéricas les tienen mucho cariño, pero a la vez las temen, pues suele contarse de ellas que tanto son capaces de hacer el bien como el mal, siendo a la vez beatíficas y terribles. Pero en verdad todo son conjeturas.

Cada una de estas hadas tiene un carácter muy marcado, siendo entre ellas muy distintas. Gustan mucho de danzar entre los árboles de cristal, los cuales crean música con sus hojas gracias a la magia de los Océanos que los bañan, y también tienen gran predilección por los extraños y curiosos que visitan sus bosques sin ningún prejuicio hacia ellas. Aún sienten un gran amor hacia los Amaru, la raza que siempre las ha comprendido mejor y con los que antaño convivieron sin ningún problema.

En el mundo ordinario se las representa como pequeñas mujercitas con alas de insecto y se las ha visto danzando en corros.

Flor de esmeralda (final)

Apreciado Nuán,

Confinados, apresados en nuestra propia tierra por mis antiguos hermanos, la Orden de Húlen ahora se halla literalmente secuestrada por la Orden de Wail. Como desgraciadamente ya sabes, unos años atrás los Lamat destruyeron casi todas las casas de Taürion matando también a los que habitaban en ellas. Pocos logramos escapar aquella noche, de aquellos terroríficos y enormes monstruos, y aún celebro con todo el júbilo de mi corazón que lograras huir para empezar una nueva vida, mi querido Nuán, a pesar de haber tenido la desgracia de no poderte apenas conocer. Pocos de nuestros hermanos sobrevivieron e incluso nuestro Jefe fue asesinado con una crueldad extrema por uno de aquellos abominables seres. Una decena de nosotros pudimos confinarnos en una Morada provisional gracias a mis conocimientos en este campo de la magia (nuestra antigua Morada estaba demasiado lejos para escondernos a tiempo de los Lamat), pero el conjuro, que normalmente necesita de más archimagos especializados, casi acabó con mi vida. Pero, al menos, aún seguimos con vida, a pesar de lo amarga y dolorosa que resulta ésta para nosotros.

Cuando los Lamat hubieron abandonado Taürion, dejando un reguero de sangre y de dolor tras ellos, salimos prestos de la Morada que yo había creado y conseguimos curar a algunos heridos y rescatar a las pocas familias que habían quedado con vida pero atrapadas entre o bajo los escombros de las casas. ¡Es imposible describir, para mí, la tristeza que emanaba de todos nosotros aquella noche! Si no te había enviado una carta durante todos estos años es porque está absolutamente prohibido enviar correo fuera de las fronteras de Taürion, que ahora está controlada con mano de hierro por Wail, al igual que muchas otras aldeas, ciudades y Órdenes. Me las he arreglado para poder saltarme el control mágico que mantienen sobre el envío de correspondencia, aunque han estado apunto de descubrirme.

Ellos, la Orden de Wail, entraron en Taürion justo cuando tratábamos de reconstruir la aldea y yo estaba creando murallas mágicas de protección alrededor de la aldea para ganar tiempo si los Lamat volvían a atacar. Se apoderaron de todo: de las casas, de los bienes de sus habitantes y del ganado que había sobrevivido al ataque de los Lamat. Su excusa: protegernos a todos de los Lamat. Según ellos, son los únicos capacitados para proteger Espiral contra los feéricos oscuros. Pero solamente es una excusa. Obviamente se han aprovechado de esta confusión para apoderarse de toda Espiral, algo que jamás hubiera esperado de mi antigua Orden, a pesar de lo poderosa e influyente que siempre ha sido durante estos últimos 700 años.
Nos obligaron a deshacernos de nuestros hábitos, y ahora tenemos que vestir sus hábitos esmeralda y jurar lealtad a su Orden en contra de nuestra voluntad. Tampoco está permitido tocar música, cantar y reunirnos entre nosotros como antaño. Pero, en secreto y cada vez que podemos, nos seguimos reuniendo en aquella Morada secreta que creé durante el ataque de los feéricos oscuros. La represión es muy dura: los soldados de Wail han convertido a los habitantes de Taürion en esclavos y les obligan a trabajar mientras se mantienen ociosos en un pequeño castillo que han construido en el centro de la aldea. Las violaciones, las torturas e incluso las penas de muerte, están a la orden del día. Todos tienen la sensación que sobrevivimos al ataque de unos lobos, para caer en las garras de otros.

Pero no solamente te envío esta carta para contarte las penurias que nos están sucediendo, sino porque tenemos un plan que, aunque es desesperado y con mucha seguridad fracase, ya es la última esperanza que nos queda, el único camino que podemos recorrer para escapar de este infierno: mediante correspondencia mágica (perdona si esa carta con alas te ha asustado, entrando por tu ventana, pero era la única forma de guardar el secreto que merece esta misión). También he podido enviar cartas parecidas a ésta a otros miembros de Órdenes secuestradas por Wail para llevar a cabo lo que hemos pensado: la reunión de todos los miembros supervivientes en las sombrías Cuevas de Türa para así crear una nueva Orden.

Sé que es arriesgado, pero es uno de los pocos parajes dónde Wail no se ha atrevido a meter su garra y, debido a la ausencia de humanos en la inhóspita región, tampoco los Lamat son una amenaza allí. He propuesto a los demás jefes de las Órdenes tu nombre para encabezar esa nueva Orden, de nombre todavía pendiente de confirmar, pues se discutiría en esa reunión. Es la única vía con la que contamos, por el momento. Nos encontraremos dentro de 3 días, al alba a la entrada de las Cuevas, pues la urgencia es máxima: de cada vez la presencia de Lamat es mayor en Espiral, y la Orden de Wail se ha apoderado de casi todos los caminos y accesos de este Mundo.

Cuanto más esperemos, más difícil será sortear estos obstáculos.

Aún no acabo de comprender la dimensión de todo esto, pero todos tenemos sospechas y, creo, entre todos podremos llegar a una comprensión mayor de toda esta guerra que nos está abocando, quizá, a una Tercera Caída o quizá a algo mayor que va más allá de mi conocimiento. Pero no todo son malas noticias, Nuán. Quizá Varmal aún conserva su esencia, a pesar que no se sabe apenas nada de ellos desde que Agros murió. Su papel, tanto como el nuestro, puede ser determinante si actuamos con discreción y con sabiduría, pero aún es pronto para aventurarse: no confío demasiado en la actual mujer de Lothan, un buen hombre, pero me temo que influenciable. Como ya sabrás, esta mujer era la mano derecha de Melack, el líder de la facción contraria al infame Agros. Pero de eso ya tendremos tiempo de hablar, no precipitemos acontecimientos.

A pesar de todo, amigo Nuán, no todo son malas noticias: Mirta, amiga tuya y miembro de Varmal, finalmente no murió, aunque su conjuro casi acaba con ella. Conseguimos rescatarla de entre la destrucción, justo después que huyeras obligado por el ataque de los Lamat. No debes culparte por haberla dejado atrás, pues incluso nosotros no fuimos capaces de notar su pulso cuando la encontramos. Pero el destino quiso que reviviera, milagrosamente, quizá gracias a su gran fortaleza interior, y ahora está junto a nosotros y desea ayudarnos con una hipotética alianza con Varmal Verdadero. También tiene muchas ganas de verte...¡Siempre está hablando de ti, de los viajes que realizasteis juntos cuando tocabais en vuestra banda de músicos errantes! Sus historias nos alivian el corazón y nos dan algo de luz en medio de todas estas tinieblas.

Ahora mismo volverán los soldados de Wail a inspeccionar mi casa, como siempre hacen, y quizá también me vuelvan a amenazar y a pegar porque para sus ojos soy un traidor a su Orden. Me quieren tener intimidado, pues conocen de mi poder, a pesar de mi vejez y del poco tiempo que seguramente me queda en este mundo.

El Sol se está poniendo en el horizonte, tras las murallas de piedra que Ellos han levantado, y el Ocaso está teñido por la sangre de miles, de millones de vidas inocentes y ahora nos debemos a ellas para seguir luchando, y, si es necesario, para sacrificarnos por ellas.

Que la luz de la sabiduría guíe tu camino, Yne.

Hyunde, 2 de Diciembre.

Taürion.

Nota: Junto a esta carta, una flor de esmeralda te adjunto.

La Resistencia. Capítulo 11: Tras las montañas.

-No deja de sorprenderme que un desconocido confiara en vosotros... - dijo Anie, bebiendo un sorbo de su pinta de cerveza que tenía ante ella y mirando a Lúne con ojos extrañados y las cejas enarcadas. Dejó de nuevo el vaso sobre la mesa y apoyó sus manos sobre sus mejillas, interesada en todas aquello que le había contado el joven de Varmal, fiel a su promesa - ¿Y todo pasa por hablar con Nuán? ¿Qué garantías tienes de encontrar algo ahí, si él solamente ha escrito sobre leyendas que hay en la zona? - no entendía realmente hacia dónde quería llegar el joven, pero en el fondo sentía una secreta fascinación con todo lo que tenía que ver con secretos y misterios.

Lúne dió una calada a su pipa y se acomodó en su silla. Observó el sitio que había elegido Nuán para hablar con ambos y sonrió con algo de ironía: se trataba de una tosca posada situada en los muelles de Firya y, en aquellas horas (justo acababa de ponerse el Sol) aquel antro se había empezado a llenar de marineros, algunos de ellos de aspecto siniestro y vociferantes, bebiendo grandes tragos de licor mientras piropeaban a una camarera que se paseaba de arriba a abajo de la estancia sin ninguna expresión aparente en su rostro. Otros, simplemente, comían o bebían con tranquilidad después de un duro día de trabajo en alta mar. Seguramente había por ahí algunos piratas y cazarecompensas. Recordó que, en su pueblo natal, ese tipo de esbirros solían también frecuentar las tabernas en busca de nuevos tripulantes que quisieran enrolarse en una arriesgada pero fructuosa aventura dedicada al saqueo.
Nuán le había dicho que se verían precisamente justo al ponerse el Sol en aquella posada llamada "El Rincón del Mar" y, observando la cantidad de grandes peces disecados colgando de las paredes, las pinturas de barcos navegando en mares rugientes, muestras de nudos marineros y el penetrante olor a pescado fresco que brotaba desde la cocina, no era difícil imaginarse el por qué de aquel nombre.

-¿Lúne? ¿Me has escuchado?

Efectivamente, se había quedado pensando en las musarañas. Dió un brinco, como recién despertado de un profundo sueño.

-Oh, perdona, de repente me puse a pensar por qué precisamente Nuán quiere reunirse con nosotros aquí - se encogió de hombros y sonrió - Nunca imaginé que nuestro antiguo director frecuentara esas tabernas de mala muerte - agregó, observando a un hediondo marinero bajando las escaleras que llevaban a las habitaciones de la posada con una jovencita que, a tenor de cómo iba vestida y de su exagerado maquillaje, se trataba de una prostituta - Pues sinceramente no tengo garantía alguna, pero tampoco la tienen los que creen que infiltrándose en la Orden de Wail van a conseguir averiguar qué es lo que está ocurriendo en Espiral, como ya te expliqué antes. Además, entre tu y yo - se combó hacia adelante apoyando sus brazos en la mesa y susurró - no confío demasiado en esta secta de Ciriol. ¿Por qué confiar en gente que nos viene odiando siglos atrás y no en personas íntegras como Nuán?

Anie puso los ojos en blanco.

-Puede que Nuán lo sea pero...¿Y qué me dices de este tal Solfka? ¿No decías que también pertenece al Concilio? - murmuró, emulando a su compañero y mirando a ambos lados por si había alguien escuchando. Sabía de sobras que en Firya era preferible no hablar de la Orden, tan apreciada allí.

Una vez Lúne iba a contestar siguiendo aquel código de secretismo que ambos habían adoptado, la puerta de la posada se abrió y apareció, justo a la hora acordada, Nuán vestido con una de aquellas túnicas de color azul que tanto le gustaban forrada con un forro de lana para protegerse del frío. Le bastó pasear su mirada unos pocos instantes por la atestada posada para, al fin, reparar en los dos jóvenes que se hallaban sentados ante una pequeña mesa en un rincón de la estancia. La primera en reparar en él fue Anie, sentada de tal forma que podía ver la desgastada puerta de madera frente a ella. No obstante, tras él la puerta volvió a abrirse y, mientras Nuán ya se dirigía hacia ellos con el rostro sonriente y tranquilo (¿Cómo podía mantener siempre aquella tranquilidad de espíritu con todo lo que había sucedido?), apareció para tremenda sorpresa de Anie aquella joven feérica de cabellos azules que les había acompañado hacia Firya. ¿Qué hacia con Nuán aquella chica? Alzó las cejas y avisó al joven.

-Ahí vienen - espetó, sonriendo ya a Nuán y asintiendo con la cabeza a modo de saludo - Ha venido la feérica aquella de los cabellos azules, la que fue contigo a Ciriol junto con los otros viajeros. Creía que ellos se dirigían hacia otro camino. ¿Por qué habrá venido?

¡Ichiro! El joven se giró con rapidez y se sobresaltó sobremanera al verla, sin fijar sus ojos en ningún momento en Nuán, pues todo a su alrededor había desaparecido excepto ella. Sus miradas se encontraron y ambos desviaron sus miradas, como si de nuevo un muro extraño e invisible se hubiera levantado ante ellos. Había deseado verla por última vez antes de que ambos se separaban, pero resultaba muy doloroso, demasiado. Pero no quería olvidarla, jamás. El amor que sentía por la feérica era mucho más poderoso que el desasosiego que le producía el separarse quizá para siempre jamás...De hecho, ella ya le había comentado que si desobedecía a Elrick y no era leal a la orden de Viajeros, sería expulsada de ella. Que no tenía más remedio que irse con ellos. Eso, recordaba, le había enfurecido tanto que se había marchado de su habitación sin darle una contestación. Pero...¿Y si había cambiado de idea?

Ambos se sentaron en dos sillas que les proporcionó la inmutable camarera, alrededor de la mesa, y Nuán, abriendo su sonrisa, agarró las manos de los dos jóvenes, con fuerza y visiblemente emocionado. Lúne se vio forzado a devolverle aquella sincera sonrisa, aunque sus pensamientos estuvieran vagando en otra parte tratando que su corazón se acallara, por fin. Ichiro se hallaba mirando por la ventana apoyando su mano en la mejilla, y parecía molesta por algo. ¿Quizá viéndoles juntos a Anie y a él había creído lo que no era?

-¡Estoy encantado que hayáis querido compartir conmigo vuestras inquietudes! ¡Y más viniendo de Solfka, uno de mis mejores amigos! - exclamó Nuán, dirigiéndose sobretodo a él y a la feérica con sus ojos castaños brillantes y vivos como barro encendido. Se amasó la barba con insistencia mientras pedía para él un vaso se agua - Antes de adentrarnos en el tema...Ichiro, ¿Vas a tomar algo? La camarera se impacienta.

La feérica no contestó y siguió contemplando los muelles nevados con la mirada perdida. Nuán frunció un poco el ceño sin perder su sonrisa y luego miró a Lúne y le hizo una leve seña girando los ojos hacia ella como diciéndole: "Anda, dile algo, que parece molesta contigo". Sin duda, Nuán tenía una mirada muy expresiva.

-Ichiro... - murmuró Lúne, con la voz algo quebrada, sintiéndose culpable por no haber contado con ella, a pesar que ella misma le había asegurado que no podría acompañarle en su aventura - Yo...solamente es una amiga. Además tu ya me dijiste que...

-Ya lo sé - contestó, sin apartar su mirada de la ventana empañada por el hielo y el vaho del penetrante viento helado que soplaba fuera - Quizá esperaba, ilusa de mí, que me vendrías a buscar a pesar de todo. Pero se ve que tus planes son más importantes que según qué personas - lo miró, por fin, con sus ojos de color miel llenos de desprecio. El joven de Varmal bajó los ojos, sin saber qué responder.
Anie se sentía incómoda con el ambiente creado entre aquellos dos. Ahora lo comprendía todo, todo lo que había pasado entre Lúne y Yume aquellas últimas semanas: él y la feérica estaban saliendo juntos. No se lo terminaba de creer...¿Qué podía ver en aquel ser soberbio y frío que no viera en otros chicos más apuestos y amables? En fin, el amor era ciego.

-¿Acaso creías, Ichiro, que me iba a quedar con los brazos cruzados mientras decidías separarte de mí, después de haberme prometido que seguiríamos juntos? - replicó él, visiblemente ofendido por la reacción de la feérica, queriéndole hacer sentirse culpable.
Ahora fue Ichiro quien no contestó a aquello y volvió a girarse hacia la ventana con los brazos cruzados, haciendo morritos.

Nuán soltó una cristalina carcajada ante la riña entre los dos jóvenes que duró un buen rato, hasta que se atragantó y tuvo que beber unos sorbos de su vaso de agua.

-¡Pero bueno, Anie, mira lo que tenemos aquí! - se giró hacia ella y la muchacha, al ver el rostro fingidamente asustado del profesor, no pudo más que secundar sus risas - ¡Parecen un matrimonio! Me pregunto, cuando en el pasado eran más frecuentes las uniones entre humanos y feéricos, si estos últimos acabaron cerrando los portales por este tipo de disputas - se encogió de hombros, sin abandonar su sonrisa - Ahora no es momento de discusiones que no llevan a ningún lado. Ichiro vino en mi busca porque también había hablado con Solfka, eso es todo. Y ahora tenemos que centrarnos en lo realmente importante.

La feérica y el humano se miraron de reojo y luego, posando sus miradas sobre la mesa, enrojecieron ligeramente, permaneciendo en silencio. Anie, entonces, aprovechó aquella oportunidad para hablar.

-Lúne ya me ha hablado sobre la conversación que Ichiro y él tuvieron con Solfka, pero sigo escéptica en cuanto a todo esto que tienen planeado hacer, o tiene...en este caso - observó a Ichiro pero aquella aún parecía ajena a la conversación, enfrascada en una disputa silenciosa con Lúne, así que su mirada se focalizó de nuevo en el profesor - Solamente se basa en leyendas.

El rostro alegre de Nuán adquirió, entonces, unos tintes algo melancólicos con su mirada errática hacia el techo y sus ojos brillando, como si recordara algunas cosas maravillosas que ocurrieron hacía mucho tiempo.

-Solfka sabe tan bien como yo que no se trata de simples leyendas - murmuró, con un tono algo sombrío lleno de hermetismo - Cuando aún habitaba en Taürion escribí un libro sobre mis viajes a través de aquellas montañas, en los tiempos cuando yo todavía era un músico bohemio y viajero sin mayores preocupaciones que conseguir una cama, algo de comida y compañía femenina a mi lado, sobretodo en las frías noches de invierno - suspiró, y esbozó una sonrisa - Cuando ya hube publicado el libro, una neblinosa y fría mañana de Primavera me visitó un extraño personaje encapuchado que decía llamarse Solfka y pertenecer a la enigmática y para muchos en Espiral inexistente orden de Ciriol. ¡Aún recuerdo la cara de sorpresa que puse! Os juro que no sabía si dejarle entrar o cerrar la puerta en sus narices, pues al principio creí que era un estafador...

-¿Y cómo pudo escapar de los cercos mágicos de Ciriol para venir hasta a ti? - le interrumpió Ichiro, por fin, ya recuperada del enfado con Lúne. Sus ojos ya habían recuperado su luz repleta de curiosidad.

-Y es más... - murmuró también Lúne, con sus ojos grises entrecerrados y también tratando de olvidar la riña que había tenido con ella - ¿Cómo consiguió localizarte?

-¡Oh, calma, a eso iba! - bebió un sorbo de agua y prosiguió. En aquella ocasión cerró los ojos, como si así le fuera más fácil visualizar las escenas del pasado - Estaba muy interesado sobre todo lo que había escrito, pues según me contaba, jocoso, lo único que unía a Ciriol con el resto de Espiral era la absoluta ignorancia sobre las misteriosas leyendas de Ilmaren, considerándolas todos como invenciones de pueblos aislados de las montañas.

-¿Y qué tienen de especial estas leyendas? - preguntó Anie, impaciente - Conozco algunas de ellas, sobretodo contadas por mi abuela y por mi madre. Pero no recuerdo que tuvieran nada de especial. Recuerdo que tenían un regusto feérico, como el resto de leyendas en Espiral...

-Disiento - replicó Nuán, justo en el momento que Lúne abría la boca para contestar - Precisamente Solfka quiso que hablarais conmigo porque algunas cosas que observé en las montañas de Ilmaren nunca las escribí, más que nada, porque en aquel tiempo nadie me hubiera creído. Preferí quedármelas para mí, hasta que alguien estuviera preparado para escucharlas. Y ahora creo que es el momento para contároslas - justo en aquel momento, un hombre empezó a tocar un laúd junto al fuego encendido en la chimenea de la posada. Era una canción lenta y melancólica que hablaba sobre viajes alrededor de los mares. Los 2 humanos y la feérica le miraban con los ojos abiertos como platos, dispuestos a escucharle - Una noche, mientras los músicos de mi compañía y yo dormíamos sobre la paja, en un establo a las afueras de un pueblo de Ilmaren, fui despertado a mitad de la noche por ruidos apagados de ramas crujiendo, que parecían provenir del bosque que se alzaba cerca del establo, a los pies de una alta montaña. Me levanté, algo alarmado, y fui a inspeccionar los lindes de aquel bosque, solamente iluminados por la débil luz de la Luna menguante. Hacía frío, mucho frío... - hizo una larga pausa, y así pudieron escuchar al bardo cantar con una voz llena de dolor.

"Navegaba ciego
aunque de día fuera
atado al palo mayor
para no sucumbir
al deseo de un comienzo
inesperado
lleno de olvido
y de nuevas decepciones"

-Mientras me acercaba al linde de la floresta, más audibles se hacían los incesantes ruidos de algo que se movía entre los matorrales de forma intermitente. También empecé a escuchar unos susurros que parecían camuflarse con el viento - Nuán seguía teniendo los ojos cerrados, pero acompañaba la historia con gestos de sus manos - Estaba realmente asustado, pero una fuerza me impulsaba a seguir hacia adelante y cuanto más me acercaba, más cosas extrañas ocurrían a mi alrededor: sombras que me rodeaban: caras sonrientes y alargadas que provenían del bosque como si me dieran una macabra bienvenida que volaban arriba y abajo. Era aterrador, pero no podía detenerme - abrió sus ojos aterrorizados para fijarlos en cada uno de los presentes en la mesa. Se estremecieron - Aquellos extraños espíritus desaparecieron y el aire se aclaró bajo las estrellas. Y un brazo desnudo, que parecía del de una mujer, apareció tras el tronco de un árbol que se hallaba ante mí, yo estando apunto de entrar en el bosque. Todo estaba cubierto por tinieblas menos aquel brazo, que parecía resplandecer con una luz propia provinente de una fuente desconocida. Tenía el puño cerrado - hizo el ademán - y poco a poco fue abriendo la mano hasta tenerla extendida del todo, invitándome a darle la mano. Y no dudé, no pensé un solo segundo si aquello estaba bien o mal, si aquello era razonable o peligroso: corrí hacia aquella mano y se la di, entusiasmado. Entonces, creí que tiraría de mí, guiándome así por el bosque y arrastrándome hacia un olvido que estaba anhelando, pues mi mente ya no me pertenecía. Pero permaneció en su sitio, sin soltarme - Nuán suspiró, pasándose una mano por el rostro y, de repente, viéndose visiblemente cansado - Perdí la conciencia y tuve la extraña e increíble sensación que mi alma abandonaba mi cuerpo internándose dentro, muy dentro del sombrío bosque. Corría y corría, en busca de aquel ser que me había prestado su mano, loco de desesperación, como si me fuera la vida en ello. Y aquí y allá, empecé a vislumbrar, a lo lejos y entre las ramas, claros iluminados por hogueras y sombras alargadas moviéndose de forma frenética conformando círculos. ¿Acaso estaba soñando, o realmente estaba viajando en otra dimensión, sobrevolando un extraño bosque sin mi propio cuerpo? ¿Dónde estaba aquella muchacha de la cual solamente había visto su brazo, que me había invitado a entrar? - bebió otro sorbo de agua y sonrió, al observar cómo sus interlocutores parecían contener la respiración, rogándole que siguiera su relato con miradas ansiosas. De repente, se sintió como un anciano que les contaba un cuento a sus nietos. Abrió aún más su sonrisa - Bien, vayamos al grano - cruzó sus piernas y se amasó de nuevo la barba - En aquel misterioso sueño, el tiempo era flexible. Me explico: a veces era de día, a veces de noche y en otras ocasiones amanecía y atardecía, y eso en cuestión de segundos, y cada vez me hallaba en sitios diferentes. Aquellos claros iluminados por hogueras desaparecían con un simple parpadeo, y de repente me hallaba sobrevolando cascadas, ríos y fuentes cristalinas, y también a veces me hallaba pasando entre arcadas llenas de vegetación que llevaban hacia unas cavernas vacías pero llenas de colores y presencias invisibles. Y, he aquí la parte más importante de mi historia: me encontraba explorando una cueva llena de pequeñas salas, cada una de las cuales aguardándome con más presencias invisibles que podía sentir perfectamente, pero no verlas, y entonces, en una de ellas, por fin encontré a la muchacha que me había ofrecido su mano: estaba bañándose en un estanque natural, en el centro de la estancia creada por la naturaleza, su desnudez bañada por los rayos del Sol teñidos de la esmeralda de las hojas del bosque, puesto que un gran agujero abierto en la estancia daba directamente al bosque que había dejado minutos antes, que ya me parecían años. Me sonrió, su cabellera era rubia y larguísima y flotaba sobre el agua transparente del estanque y con sus ojos celestes me sonrió sin mover los labios, sin pronunciar una palabra...¿Cómo supe que era ella? Lo supe, y no sé cómo. Volvió a alargarme una mano, invitándome a que me uniera a ella y me zambullí sin pensarlo en el estanque, sintiendo el agua manar por todo mi cuerpo a pesar de haberlo dejado atrás, sin conocimiento, en el linde del bosque. Me acarició el rostro con sus manos, y me besó el pecho con dulzura, y sentí cómo mi alma flotaba, se regocijaba de tal manera que ya no quería volver al mundo de dónde venía. Acercó sus labios a mi oído y me susurró:

-Entraste sin miedo en Gäul, con el corazón de un niño, sin pretender encontrar. Solamente aquel que conserva la inocencia, el don de creer, puede caminar por nuestros senderos sin principio ni final. Un sabio vendrá del Oeste, y entonces el destino empezará a allanarse aún ciego por el odio. Y desde el odio y la muerte, llegará un nuevo viento perfumado: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán.

Me besó en los labios y aquella vez me sonrió de verdad, con alegría, como si, diciendo aquello, se hubiera quitado un peso de encima. Luego, desde dentro del agua, sacó una diadema de madera con extraños símbolos grabados en ella de color azul y me la colocó suavemente sobre mi cabeza, sí, a pesar de no tener mi cuerpo conmigo - Ichiro y Lúne, ya habiendo olvidado del todo su riña de hacía unos minutos, ya se daban la mano bajo la mesa, mirándose de vez en cuando de reojo, emocionados, y Anie tenía los ojos abiertos y brillantes como el de una niña pequeña - Y, por última vez, me dijo...

-Dásela a aquellos que, en los tiempos más difíciles, sean capaces de entender lo que hay ahí escrito. E irán más allá de las montañas, más allá...

Se produjo un nuevo silencio, observando todos cómo Nuán había vuelto a cerrar los ojos y su voz aterciopelada y melancólica se escuchaba más profundamente que todos los gritos de los marineros, que el bardo que ahora cantaba estridentes canciones, que las risas picarescas de los piratas...

-¿Y todo fue un sueño, finalmente? - preguntó una ansiosa Ichiro, con la cabeza descansando sobre el hombro de Lúne, el cual le acariciaba los cabellos azules con ternura, aún escuchando las enigmáticas palabras del profesor en su interior. Lúne y Anie se limitaron a esperar que Nuán contestara a aquella pregunta, pero aquel permaneció en silencio con los ojos aún cerrados. Contrastando con la tensión del momento, se escuchaban las risas y los aplausos de los marineros y la pervertida poesía del juglar, que ahora tocaba un rápido reel con una mandolina mientras guiñaba un ojo a las muchachas que reían entre dientes en las mesas.

-A la hija de Orbei
le gusta vestirse de seda.
¡Pero más le gusta mi flauta
que no es de hierro
ni de madera!

La hija de Orbei
detesta mi música
mis modales.
¡Pero bien que le gusta
que le rasgue sus cuerdas
gritando a raudales!

-Perdona Ichiro...¿Decías algo? - preguntó Nuán, simulando no haberla escuchado y luego se echó a reír - ¡Ya nos ha estropeado la magia este maldito bastardo!

Todos se echaron a reír en medio de aquel momento tan surrealista, en el qué habían pasado de conocer una de las historias más misteriosas que jamás hubieran escuchado, a unirse a las palmadas de todos los parroquianos que seguían vitoreando y gritando ante las fantásticas ocurrencias del bardo sobre sus supuestas aventuras amorosas.

-No te vas a librar, Nuán. Ahora mismo nos cuentas este final, que nos has dejado en ascuas... - espetó Lúne, encendiendo su pipa y sonriendo de medio lado, empezando a sentir cómo la cerveza le subía a la cabeza poco a poco después de la segunda pinta - ¿Quién diablos es Orbei?

Nuán y todos los que escucharon la pregunta, formulada en esta ocasión con voz bastante fuerte debido ya a la desinhibición que producía el alcohol, estallaron en una carcajada unánime y uno de los marineros que parecía un pirata por sus indumentarias ajadas, sus numerosas cicatrices y la presencia de un cuchillo clavado sobre la mesa repleta de ron derramado se giró hacia él con el rostro congestionado por la borrachera.

-¡Niño! ¡Debería apalearte por no saberlo! ¿En qué mundo vives? - sus compañeros se unieron a las carcajadas y el marinero prosiguió - ¡Orbei es el jefe de la puta Orden de Wail, y su hija como ya has visto se lo traga todo menos la sopita que le da su mami!

Más carcajadas y Lúne se sonrojó un poco al empezar a ser objeto de todas las burlas por no haberse sabido el nombre del hombre más odiado ahora mismo en Firya. Pero luego empezó a reírse de sí mismo y pronto le dejaron en paz. Ichiro le abrazó, riendo también a carcajada limpia.

-¡Pobrecito! ¡Yo tampoco lo sabía!

-Pero tu eres feérica... - replicó él, dándole un beso en los labios y simulando estar decepcionado y triste por haber quedado en ridículo.

-Bueno, míralo por el otro lado - espetó Anie, la cual seguía más interesada en seguir escuchando el resto de la historia que en toda aquella retahíla de estrofas picantes y de bardos fantasmas. Aún así, esbozó una sonrisa burlesca y le guiñó un ojo - Ahora todo el Colegio cree que eres feérico. Así te puedes excusar.

-¡Bueno, bueno! - exclamó el joven de Varmal, cruzando los brazos y simulando estar enfadado con el resto de los presentes - ¿Por dónde íbamos, profesor Nuán?

-¡Oh! - Nuán carraspeó, justo después de soltar una carcajada aún recordando lo sucedido antes - Tienes razón, este juglar nos desvió del tema que estábamos tratando - apuró el agua que le quedaba en el vaso y prosiguió - Contestando a la pregunta de Ichiro, sobre si todo fue un sueño: al día siguiente desperté en los lindes del bosque tumbado en la hierba y con un insoportable dolor de cabeza. Al principio creí que, efectivamente, todo se había tratado de un extraño sueño, inducido por el cansancio acumulado durante nuestra gira por los pueblos de Ilmaren: íbamos de pueblo en pueblo como músicos ambulantes y apenas teníamos tiempo de descansar. Pero entonces vino uno de mis compañeros y, al verme, se echó a reír. Aún recuerdo sus palabras.

-"¿Dónde diablos has conseguido esta diadema de madera? ¿Te fuiste de borrachera al pueblo y después de acostarte con una zorrita le robaste su diadema? ¡Eres un monstruo!"

El profesor sonrió con los ojos mirando hacia ningún sitio y siguió con su relato.

-Con asombro me palpé la cabeza y, efectivamente, llevaba una diadema puesta en la cabeza y me la quité, observándola de cerca, esperando poderle enseñar los extraños símbolos azules que estaban escritos sobre ella y así poderle contar el resto de la historia para que me creyeran. Pero no, ya no había nada escrito sobre ella. Los símbolos habían desaparecido.

-Eso con magia es posible, pero... - Anie frunció el ceño, pensativa - Tiene que obrarse un contraconjuro para hacer desaparecer inscripciones o eso es lo que nos enseñaron en clase. Es muy extraño...

-En el mundo feérico eso sí es posible - respondió Ichiro, que se había quedado anonadada ante aquella historia - Con un solo pensamiento o sentimiento, la magia puede aparecer o desaparecer. Pero esto no es el Mundo Feérico...

-¿Y por qué una diadema? ¿Qué simboliza esto? - se unió Lúne a la invasión de preguntas - ¿Y qué se supone que quería decir con aquello: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán? ¿A quien se refiere, a nosotros? ¿A los que lleven la diadema?

Nuán se encogió de hombros y parpadeó, dubitativo.

-Lo de la diadema sigue siendo un misterio para mí, pero he llegado a suponer que para volver a entrar en Gaül la diadema tiene que volver a mostrar las inscripciones azules en ella. Tengo ese presentimiento - suspiró, enjuagándose el sudor que inundaba su frente, de tanto pensar - ¿Cómo hacerlo para que vuelvan a aparecer? Busqué y rebusqué en muchas bibliotecas, en todo tipo de leyendas, cuentos e historias, y también en libros de conjuros y de objetos mágicos pero no encontré absolutamente nada.

Anie seguía muy escéptica con todo aquello.

-No me jodas que se trata de otra historia típica de los "Elegidos" tan manida en las leyendas...Porque según estoy entendiendo, se supone que nosotros somos ellos y ahora viene la parte en qué nos das la diadema. ¿Verdad? - dijo, con algo de ironía.

-Oh, Anie, eso es muy relativo... - Nuán esbozó una sonrisa, mirándola con sus ojos luminosos - ¿Cómo puede saber uno si es un Elegido o el mero producto del Azar? Lo importante es actuar como el corazón dicte y no pensar en esoterismos inútiles. Y sí, os daré la diadema puesto que, aunque quizá sea una simple ilusión, es lo único que tenemos para proseguir y tener esperanzas. ¿No crees? - Justo dicho aquello, el profesor rebuscó en su jergón y sacó una simple diadema tallada en madera oscura y la colocó sobre la mesa con un ruido sordo. Algunos marineros se giraron para observarla, pero al ver que se trataba de un objeto tan común, prosiguieron sus acaloradas conversaciones alzadas de tono - Y ya me estoy imaginando la siguiente pregunta: ¿Por qué nosotros y no otros? - se encogió nuevamente de hombros y sonrió - Es muy sencillo: Solfka, por alguna razón que desconozco, confió en Ichiro y en Lúne para esta misión y él es uno de mis mejores amigos. Os aseguro que alguna razón importante tendrá para quereros enviar a Ilmaren, puesto que tras su personalidad afable y sencilla, se esconde uno de los hombres más sabios que jamás he conocido. Por otro lado, cuanta más gente quiera emprender esta aventura, mejor, y sobretodo si se trata de soñadores, de personas que aún conservan la fe en lo desconocido, en un más allá y en un otro lado invisible pero existente. Y Anie me parece perfecta para ello también, ella y Yume, y algunos más - abarcó con sus manos a toda la posada, como si allí se hallara más gente dispuesta a emprender el viaje con ellos - Abrid vuestros corazones a soñadores llenos de coraje como vosotros, a los incomprendidos, a los inconformistas, a los que aún conservan su inocencia y su capacidad de asombrarse, y estoy seguro que Gaül os abrirá los brazos con una calurosa bienvenida.

Ichiro había cogido cuidadosamente la diadema y la acariciaba con suavidad, totalmente abstraída en sus pensamientos.

-Iré - dijo finalmente la feérica, levantando la vista y sonriendo, llena de alegría - Me da igual si me expulsan de los Viajeros, me da igual si tengo un tiempo limitado para volver a mi Mundo, pero siento que eso es lo correcto.

Lúne la abrazó con fuerza y la besó, feliz de escuchar aquellas palabras, y Anie sonrió ante aquella escena. De verdad se querían, y así era la vida, y a su amiga Yume le había tocado sufrir un amor que, aquella vez, no le había correspondido. Quizá a ella, algún día, le pasaría lo mismo. Aún albergaba muchas dudas sobre aquella alocada e irracional aventura, pero algo le decía que aquella sería, para ella, una oportunidad única, que no podría perderse por nada del mundo.

-Yo también iré, con Lúne e Ichiro...y trataré de convencer a Yume - Nuán sonrió, satisfecho y visiblemente emocionado, sus ojos resplandeciendo hasta el punto que parecía como si estuviera a punto de llorar de felicidad y acarició los cabellos castaños de la joven.

-No sabéis la alegría que me habéis dado esta noche - los miró a todos, de uno en uno - a pesar de toda esa oscuridad que se cierne sobre nosotros. Siento como si, por fin, alguien confiara en mis palabras, en mis historias. No sabéis lo importante qué es eso para mí. Mañana debéis partir, pues la guerra se acerca. Partiréis junto con los Viajeros bajo los túneles de la Escuela.

-¿Aún sigues estando segura, Ichiro? - preguntó Lúne, acariciando sus mejillas con cariño - Ser Viajera era la ilusión de tu vida...

La feérica agarró su mano y se la llevó hacia su regazo.

-¡Tan segura como que te amo! - exclamó, ante las sonrisas cómplices de Anie y Nuán.