Friday, March 26, 2010

Prólogo

Un mundo mágico, basado en la cultura celta, repleto de Órdenes druídicas. Esta idea me vino a la mente hace ya 5 años. ¡5 años! ¡Maldita sea cómo pasa el tiempo! Recuerdo haber terminado una novela en catalán llamada "On és la puresa?" que un día revisaré y colgaré, de temática realista, muy psicológica y bastante autobiográfica. Un drama que empieza con el intento de suicidio de un adolescente, sobre una montaña, alcoholizado hasta la médula.

Y entonces, me sentí muy cansado y harto de escribir sobre penalidades y de hurgar tanto en el interior de mis personajes hasta casi dejarlos secos. Quería escribir una novela fantástica, soñadora. Y así fue cómo empecé a escribir sobre este mundo de órdenes druídicas, repleto de esperanza y alegría.

Pero cuando llegué a la página 8 la dejé, se me terminaron las ideas y me embarqué a escribir blogs personales e intenté escribir una novela sobre un mercader-pirata que no fructificó, que fracasó. Y 2 años y medio después, viendo que nada de lo que escribía, pensado para que fuera una novela, funcionaba, volví a aquel antiguo texto que había escrito bajo la influencia de mi pasión por la cultura celta.

Y así empezó toda esta locura.

Un torrente, un río imparable de ideas empezó a surgir de mi mente en toda clase de situaciones: paseando por Palma, a solas; de borrachera en Valhalla; escuchando metal y música folk; en cafeterías bebiéndo un café o tomando una caña; aburrido en casa, y escribiendo para no morirme de asco; despúes de leer una novela o de ver una película inspiradora; nadando en la piscina; etc, etc.
Cada día se me ocurrían conceptos nuevos, y aquello que al principio tenía que ser una simple historia sobre druidas, empezó a convertirse en todo un mundo nuevo, en una mitología que yo mismo estaba creando, sin darme cuenta. A medida que los meses iban pasando, mi propia historia me estaba superando, los personajes parecían haber cobrado vida y el hilo argumental, continuamente, se me iba de las manos.

Era a la vez desesperante y apasionante.

Recuerdo como si fuera ayer el día que me vino a la mente el concepto de los 3 Mundos, una tarde soleada de verano, paseando por el Paseo Marítimo, cerca de La Llonja. Llegué a pegar un salto de alegría y empecé a reir como un idiota, solo, y la gente me miraba de forma rara. Pero aquello me daba absolutamente igual.

Luego vinieron muchas épocas de estancamiento, de sequía, épocas muy tristes y decadentes; a las que siguieron grandes momentos de alegría y de amor; momentos de descubrimientos y de nuevas inspiraciones. Y seguía, seguía incansable a pesar de todos los obstáculos, superando depresiones y crisis de ansiedad. Y cada vez la novela se hacía más compleja, más intrincada, como un laberinto en el qué te has introducido sin querer, sin darte cuenta.

Esta novela ha sido un viaje, una aventura inesperada que ha ido moldeándose ella misma, como si yo simplemente hubiera sido el artesano que hubiera plasmado una historia ya contada, en escrito. Han sido muchos afluentes que han ido por cauces inesperados, desembocando a veces en precipicios sin salida y en lagos secos y sombríos; pero siempre pudieron retroceder, con esa magia que tienen los afluentes artísticos, hacia lagos repletos de agua fresca, de gigantescos océanos en dónde siempre encontraba más y más inspiración y energía para seguir avanzando.

Y en estas estoy, ahora que he sacado el primer volumen de esta saga que promete ser, al menos para mí, un reto apasionante que me llena de emoción. Me ha apasionado escribir todo esto, siempre lo he escrito repleto de ilusión y de alegría. He disfrutado y me lo he tomado como una evasión hacia otra Realidad que parecía abrirme las puertas hacia otro mundo, dejando que yo fuera el escritor que plasmara todo lo que me dejaba ver. Espero que os guste, que disfrutéis, que leáis todo esto sin esperar absolutamente nada, dejándoos llevar. Entonces, si así es, habré cumplido mi objetivo.


Gracias a todos, de corazón.



Xavier Liras Garau

Glosario

Los Mundos. 


Mundo Feérico: Oscuros son los orígenes de la raza feérica sobre el planeta Tierra, pero cuenta la leyenda que nacieron de forma natural como Elementos de la Naturaleza a partir de los bosques, la tierra, los mares, los vientos y el fuego. Empezaron así a organizarse en pequeñas tribus independientes las cuales, no obstante, tenían una relación armoniosa entre ellas. Ese es el Mundo Original, el Mundo Primario, en dónde la esencia de las cosas es pura e indivisible, en dónde la magia fluye libremente sin que ningún conjuro ni rito sea necesario para su invocación. Existen una gran variedad de seres feéricos a lo ancho del Mundo y se cuenta que es tal su cantidad que se pueden contar por millones. La composición y la naturaleza feéricas escapa a la sabiduría humana, pues escapa a su lógica y a sus leyes.

El ser humano y el Mundo Espiral: Millones de años después de la aparición de los seres feéricos sobre el Planeta Tierra, una inquietud conmueve sus consciencias a través de extraños sueños. Desean crear una raza que escape a su propia lógica, una raza con sentimientos contradictorios, oscura, con una sabiduría diferente, una raza nacida de sus propios sueños. Así deciden reunirse todos en el centro de un *mar esmeralda y, con las manos unidas, hacen fluir sus sueños mediante cantos y salmos creando así lo que se conoce actualmente como la raza humana. Así la raza feérica consigue su sueño último: unir todas sus consciencias en una sola, en una consciencia que se basa en remolinos de sentimientos. Así su finalidad es conocer con más profundidad sus propias naturalezas y llegar a una Armonía más profunda y perfecta. Para que sus nuevas creaciones tengan su propio Mundo, todos juntos uniendo de nuevo sus consciencias crean el Mundo Espiral, llamado así por su unión directa con el Mundo Feérico, a través de espirales de magia que fluyen libres desde este hacia el nuevo mundo.

Durante unos cuantos miles de años (según cálculos feéricos, unos 10.000 años), humanos y feéricos conviven en armonía gracias al vínculo que tienen aún los primeros con los elementos naturales. Esta época se denomina "Días de Armonía". Así se crean las Órdenes Humanas, las cuales se encargan de reunir la sabiduría feérica y humana y de organizar encuentros con los seres feéricos a lo largo del Mundo Espiral. Pero a partir de la creación de las Reinos Humanos de Espiral* (creados por los propios jefes de las Órdenes), el ansia de poder y de guerra, el orgullo, los celos hacia sus creadores, su afán por abandonar Espiral y unirse contra-natura con los seres feéricos, y, sobretodo, un alejamiento de sus orígenes como consecuencia de las guerras por el poder y la creación de Reinos Independientes, obliga a los feéricos a romper casi todas sus relaciones con ellos y a la creación de un Tercer Mundo llamado "Mundo Ordinario". Así el intercambio de sabiduría se trunca para siempre. Eso sería llamado "La Caída".

Mundo Ordinario: Los feéricos destructivos, comúnmente englobados como Lamat, empiezan a sembrar el terror en el Mundo Espiral, con el afán de eliminar a los seres humanos, pues estos empiezan a amenazar el equilibrio del propio mundo feérico con su poder aumentando y la magia mal usada por poderosos y orgullosos archimagos humanos. Movidos por la piedad hacia sus propias creaciones y temiendo que los Lamat terminen con ellos, los Feéricos, a excepción de los Lamat, vuelven a reunirse en un mar esmeralda y, siendo así conocida como La Última Reunión, por última vez se unen todos y crean el Mundo Ordinario, para así expulsar a los humanos a un Mundo en dónde sean incapaces de dañar el mundo feérico, con el agravante de abrir un hueco aún más grande entre ellos. El Mundo Ordinario, sin la participación de los Lamat, nace con un profundo desequilibrio y, debido a ello, los seres humanos se olvidan definitivamente de sus creadores y empiezan a auto-destruirse paulatinamente con guerras por el poder y el mundo se divide en dos clases: explotadores y explotados.

La expulsión de los humanos hacia el Mundo Ordinario se llamará "El Exílio".

3507 años más adelante, se producirá "El Retorno".


El Retorno, las Órdenes y la Segunda Caída


El Retorno: Una orden secreta creada por un archimago (conocido alquimista en el Mundo Ordinario) llamado Fentar, consigue 3507 años después del Exilio consigue abrir un Portal hacia el Mundo Espiral gracias a las prohibidas y controvertidas relaciones con la Orden de Viajeros del Mundo Feérico, los cuales traen con ellos sabiduría y conjuros para que los humanos puedan volver a Espiral. Millones de humanos, siendo aún así una gran minoría entre los que viven en el Mundo Ordinario, vuelven al Mundo Espiral a través del Portal abierto por Fentar y su Orden de Archimagos. Los Feéricos se sorprenden ante el retorno de sus creaciones pero, movidos de nuevo por la piedad y por la felicidad de verlos de nuevo, les ceden el Mundo Espiral una vez más, con la condición de volver a los Días Antiguos mediante la creación de las Nuevas Órdenes Humanas. La primera Orden, creada por Fentar, será denominada La Orden de Varmal y nuevas órdenes dedicadas de nuevo a recopilar la sabiduría feérica y humana, y también dedicadas a crear un nuevo vínculo con los seres feéricos aparecerán a lo ancho del Mundo Espiral ante el regocijo de los Feéricos, los cuales volverán a reanudar sus relaciones con ellos.

Durante 1800 años un nuevo tiempo de esplendor se abrirá entre las dos razas denominado "Días Luminosos" en los cuales feéricos y humanos viajarán indistintamente entre ambos mundos e incluso tendrán descendencia común, aunque eso no será algo que abunde. Sin embargo, los Lamat jamás estarán conformes con el retorno de los Humanos, temiendo una nueva deriva de estos hacia la oscuridad y el Caos. Así pues, poco después del Retorno, los Lamat seguirán presionando a los seres feéricos para que estos vuelvan a expulsar a los seres humanos al Mundo Ordinario. Pero durante cientos de años fracasarán en sus intentos, pues los feéricos les protegerán durante todo este tiempo y los humanos ahora estarán más preparados para combatir a estos seres.

Al fin, después de todos estos años de comunión, se produce "La segunda caída", durante la cual los Portales que unen el Mundo Feérico y Espiral se cerrarán casi en su totalidad por culpa de una nueva oscuridad albergada en el corazón de los seres humanos.

Las Órdenes de Espiral: Originalmente las Órdenes surgen durante los primeros Días Luminosos, antes de la Primera Caída. Se tratan de instituciones humanas, centros de espiritualidad dedicados a la recopilación y enseñanza de sabiduría feérica y humana, y a la preservación y protección de los Portales que unen ambos mundos. Son Órdenes abiertas en las que cualquiera tiene acceso después de que durante 7 años de aprendizaje el Aprendiz se convierta en Druida o Archimago. Esa forma de proceder tiene como origen las órdenes druídicas que se crearon en el Mundo Ordinario, los miembros de las cuales muchos de ellos ingresaron en la Orden de Fentar, después llamada Varmal, y emigraron al Mundo Espiral. Existe una gran variedad de Órdenes en el Mundo Espiral, dedicadas cada una a un ámbito concreto de sabiduría, ya sea la música, la astronomía, la literatura, la alquimia, el dibujo, entre otras artes.

Cada una de ellas posee una serie de Portales para comunicarse con el Mundo Feérico.


Wail, Hulen, Varmal y Ciriol


La Orden de Varmal: La más oscura y enigmática de todas las Órdenes de Espiral, durante cientos de años, después de la Segunda Caída, permanece en un estado casi mítico, apartado del resto del Mundo. También se la denomina "La Orden de la Luna Negra", creada por el Archimago Fentar después del Retorno, y se dedica a la Alquimia. Durante muchos años es considerada como la Orden más prestigiosa y de más importancia del Mundo Espiral, tanto que durante todo este tiempo el objetivo de todo Aprendiz es terminar siendo un Archimago o Druida de Varmal, para así descubrir los secretos de la Magia y de la Alquimia, y para también acceder a las bibliotecas con más información y sabiduría legada por los Viajeros del Mundo Feérico durante los años del Exilio. También es la Orden que por más tiempo mantiene contactos con los Seres Feéricos. Después de la Segunda Caída, Varmal es considerada una secta peligrosa, y se rumorea que practica la Magia Negra, los Sacrificios Rituales, Ritos prohibidos y Orgías multitudinarias.

Sus miembros visten túnicas negras.

La Orden de Hulen: También llamada la "Orden de los Bardos", es una Orden dedicada al aprendizaje y enseñanza de la Poesía y de la Música legada en parte por los seres feéricos y en parte por la propia sabiduría humana. Sus miembros visten túnicas azules y el rango mayor es el de Bardo de Hulen.

La Orden de Wail: Es una Orden dedicada al estudio de la Naturaleza y a la recopilación histórica. Se rumorea que es la más poderosa y la que, después de la Segunda Caída, tiene mayor cantidad de miembros. Durante cientos de años también se dedican a combatir a los Lamat, siendo así considerada como la Orden Central, la más importante y la que tiene más influencia, sobretodo después de la entrada al oscurantismo de la Orden de Varmal. Se rumorea que fue desde ahí que nacieron los rumores criminales hacia la Orden de Varmal, y también se dice que controlan el Mundo Espiral de forma indirecta.

Sus miembros visten túnicas verdes.

La Orden de Ciriol: Su existencia es discutida por la gran mayoría de los habitantes de Espiral, incluso por los más sabios, considerándola como un producto de la imaginación de algunos bardos y trovadores que cantan la historia de una Orden pura, cercana a la forma de vida feérica y en comunión con esta, ante la falta de contacto que resulta de la Segunda Caída con los feéricos.
Sin embargo, su existencia es real y su historia, aunque solamente conocida por ellos mismos y por los feéricos con más memoria, es larga y a veces roza con la leyenda.

Ellos mismos se consideran la Orden más antigua de Espiral, puesto que con este mismo nombre fue creada la Orden de Ciriol durante los Días de Armonía. Se trataba de una Orden que muy pronto se ganó una simpatía especial por los feéricos, pues eran gentes de paz y con grandes deseos de aprender de ellos todo lo que pudieran. Pronto empezaron a cortar relaciones con el resto de Órdenes de Espiral, puesto que, gracias a la mayor sabiduría que habían adquirido del Mundo Feérico, forjaron una cultura, una lengua y una forma de vida distinta a la del resto de Espiral. Las demás Órdenes empezaron a creer que Ciriol les despreciaba y que solamente querían tener relaciones con los feéricos, privándoles de ellos el acceso a parte de la sabiduría que gozaban los habitantes de Ciriol. Además, sus tierras se asentaban sobre tierras muy fértiles.

Poco tiempo antes del Exilio ya todas las antiguas Órdenes se habían convertido en Reinos enfrentados entre sí, todas excepto Ciriol, que seguía siendo una Órden ya apartada y marginada del resto de Espiral. Ciriol fue invadida por un poderoso Reino limítrofe no sin antes ofrecer una encarnizada resistencia gracias a los poderes mágicos heredados de los feéricos. Pero eran pocos y poseían armas muy rudimentarias así que, después de 7 años de contínuo asedio, finalmente el Reino cayó y se produjo una matanza a gran escala hacia la población civil y hacia los gobernantes del país, acusándolos de desobediencia, aunque en verdad aquella matanza se produjo para colmar las ansias destructoras de los atacantes, como venganza a las bajas sufridas en su bando durante el asedio.

Los escasos supervivientes se escondieron en los bosques y las montañas de alrededor durante varias generaciones (se les denominó "los hombres perdidos") hasta que se cometió, para ellos, la famosa "Traición", que aún pesa en sus corazones, a pesar del afecto que sienten aún por los feéricos. Ellos siguieron manteniendo contacto con los feéricos a escondidas, pero, sin embargo, fueron expulsados al Mundo Ordinario como al resto de los humanos durante el Exilio. Ellos siempre consideraron que jamás hicieron nada para ser expulsados de Espiral pues no habían participado en ninguna guerra excepto para defenderse y, así, cortaron relaciones con los feéricos excepto con los Viajeros, los cuales ya en el Exilio, seguían visitándoles y ayudándoles a recuperar la sabiduría perdida y olvidada durante tantos años viviendo en la intemperie.
2400 años después del Exilio, el señor de Ciriol llamado Meshtir hizo amistad con un joven entusiasta y desconocido archimago llamado Féntar. Ambos, con la ayuda de otros archimagos, consiguieron mediante los conjuros aprendidos gracias a los Viajeros, abrir el portal que les devolvería, de nuevo, a Espiral. Se crea entonces la mencionada Orden de Varmal y los descendientes de la antigua Orden de Ciriol crean la nueva Orden de Ciriol.

Varmal, entonces, es partidario de volver a trabar relaciones con los feéricos, pero Ciriol se opone, pues considera que la injusticia que les hicieron jamás podría ser perdonada. Ante la negativa de Varmal de seguir su aislamiento, se produce un cisma entre las dos primeras órdenes y Ciriol se distancia del resto de Espiral aislándose en secreto, creando bajo manta una ciudad llamada Firya, una ciudad dedicada al comercio por mar y protegida por una magia impenetrable incluso por los poderosos Lamat. Creen poder subsistir ellos solos, sin la intervención de feéricos y del resto de humanos, y solamente permiten la entrada a los Viajeros.

Sus miembros visten túnicas blancas.

La Segunda Caída: Hace aproximadamente 700 años, estas luchas por un poder bajo manta del Mundo Espiral llegan a oídos de los Seres Feéricos, sobretodo viniendo de la Orden de Wail. Las Órdenes dejan de ser solamente centros de sabiduría y se convierten en centros de poder velados, con sus áreas de influencia, compitiendo entre sí. Los seres feéricos, temiendo que ocurra lo mismo que llevó a los humanos de nuevo al Mundo Ordinario, cierran casi todos los portales y las espirales de magia se ven reducidas hasta el punto que los viajes entre mundos ya no son libres, sino autorizados (o no) por los seres feéricos. Los Lamat, sin embargo, siguen pensando que, pese a la clausura de la mayoría de Portales, los humanos podrán ser capaces de penetrar en el Mundo Feérico gracias a la gran cantidad de sabiduría almacenada por estos. A partir de esa Segunda Caída, se extiende la opinión popular que es Varmal quien trata de romper con la armonía, a través de sus conocimientos sobre Conjuros oscuros e iniciáticos y Magia Feérica.


Linea del tiempo


Tiempo indefinido (millones de años): Aparición de los feéricos en el planeta Tierra.

Hace 16.000 años aprox: Los feéricos crean a los seres humanos y junto a ellos crean un mundo secundario en otra dimensión: Espiral. Poco tiempo después de la creación de los humanos, se funda el Gremio de Viajeros.

Durante unos 10.000 años conviven entre ellos. Esta larga época se denominaría "Días de Armonía".


Hace 9000 años: Fundación de las primeras Órdenes humanas. Los humanos empiezan a controlar y a utilizar la magia.

Hace 6500 años: Se crean Reinos a partir de las Órdenes humanas y empiezan a batallar entre ellos por el poder de Espiral.

Hace 6250 años: Destrucción de la Órden de Ciriol.

Hace 6.000 años: Expulsión de los seres humanos de Espiral y creación de un mundo terciario en otra dimensión más, llamado Mundo Ordinario. Esta época se llamaría la "Primera Caída" ó el "Exilio". 3500 años después se produce El Retorno.

Hace 2500 años: Un grupo de archimagos, encabezado por Féntar, abre un portal hacia Espiral gracias a la sabiduría traía por los Viajeros feéricos. Durante 1800 años vuelven a convivir humanos y feéricos, denominándose esta época "Los días luminosos". La relación entre las dos razas parece salir reforzada. Sin embargo, finalmente se produce la Segunda Caída.

Hace 2490 años: Fundación de la Orden de Varmal y refundación de la Orden de Ciriol.

Hace 2470 años: Fundación del resto de Órdenes.

Hace 700 años: Se produce la Segunda Caída por culpa del hermetismo de las Órdenes y de su egoismo, y se cierran casi todos los portales que conectan el Mundo Espiral con el Mundo Feérico. Los humanos, sin embargo, no són esta vez expulsados de Espiral.


Razas Feéricas


Amaru: Raza feérica muy pacífica y hogareña, gran amante de la música y del canto. Son seres muy apegados a los pueblos dónde habitan, con un gran sentido comunitario, disfrutando de las buenas compañías y de largas conversaciones. Tienen una concepción de la vida basada en el misticismo y en la armonía mágica entre todos los seres vivos. Son un pueblo muy tranquilo, pero no gustan de relacionarse con otros pueblos feéricos, pues están muy apegados a sus tradiciones y a su cultura. Son reacios a compartirla si no existe mucha confianza, puesto que son muy tímidos y algo asustadizos. Una de sus tradiciones más arraigadas es la de reunirse en Luna Nueva toda la aldea en un gran festín.
Suelen vivir en pequeñas aldeas, la más importante de las cuales se llama Húgaldic, en dónde se alzan los famosos Cuatro Árboles. Según cuenta la leyenda, las Yrissi ayudaron a los Amaru a construïr la bellísima Húgaldic, plantando los Cuatro Árboles y depositando bajo ellos agua del Océano Esmeralda, para mantenerlos siempre repletos de Magia Yrissi, como recuerdo al amor que siempre se han tenido estas dos razas.

Físicamente, los amaru son bastante bajos de estatura, con bellos y simétricos rostros, cabellos azules y grandes y expresivos ojos. Cada uno de ellos tiene un color distinto de ojos, lo cual les confiere un carácter único a cada uno, puesto que la mirada es algo sagrado en el pueblo Amaru.


Urien: La raza Urien se la denomina la raza del Viaje Eterno. Son altos, de tez oscura, ojos ligeramente rasgados y con rasgos armónicos y bellos. Van vestidos con ropajes sencillos y cómodos, normalmente blancos. Es considerada la raza del Continuo Conocimiento, pues gustan mucho de viajar y de recorrer largas distancias a través del Mundo Feérico sólo para añadir sabiduría a sus corazones tras cada aventura. Junto con los Folnen, han sido siempre los que más viajes han realizado a Espiral y al mundo Ordinario, teniendo gran afinidad con los seres humanos.

En el mundo ordinario, entre otros muchos nombres, son denominados Gnomos.

Folnen: Los Folnen son unos seres con la Libertad como principio que rige sus vidas. Son joviales, amantes del sexo, del amor y de las aventuras. Són también muy aficionados a los juegos, a la bebida y a las bromas, haciendo constantemente travesuras. Antiguamente vivían desperdigados por todo el Mundo Feérico, cerca de los Portales, pues son los feéricos que desde siempre han sentido más apego por los seres humanos, viajando a Espiral siempre que han tenido ocasión y, en algunas ocasiones, manteniendo relaciones sentimentales con humanos.
Con el cierre de Portales, casi todos los Folnen desperdigados por el Mundo decidieron viajar a Fölmendal, situado alrededor de uno de los pocos Portales abiertos en el Mundo Feérico, en la actualidad. Enfadados con el resto del Mundo Feérico por haber decidido cerrar los portales y la relación con los humanos, decidieron aislarse con una potente magia del resto del Mundo Feérico.

Se dice que Fölmendal fue construida por la mítica raza de los Namia, de los que se dice desaparecieron sin dejar rastro hace ya muchos siglos.

Físicamente son bajos de estatura, llevando grandes melenas que, en ocasiones, arrastran por el suelo, y los hombres tienen la costumbre de llevar enormes barbas.

En el mundo ordinario, entre otros muchos nombres, son denominados trasgos.

Yrissi: También denominadas "Las hadas de los bosques de cristal", son una raza feérica solamente conformada por mujeres de muy baja estatura, pareciendo niñas de corta edad. Viven siempre en los lugares dónde se hallan los Océanos Esmeralda, una magia regeneradora y onírica muy importante en el Mundo Feérico. Se dice que ellas mismas crean estos océanos con una magia que brota de ellas mismas.
Aisladas en los bosques, el resto de razas feéricas les tienen mucho cariño, pero a la vez las temen, pues suele contarse de ellas que tanto son capaces de hacer el bien como el mal, siendo a la vez beatíficas y terribles. Pero en verdad todo son conjeturas.

Cada una de estas hadas tiene un carácter muy marcado, siendo entre ellas muy distintas. Gustan mucho de danzar entre los árboles de cristal, los cuales crean música con sus hojas gracias a la magia de los Océanos que los bañan, y también tienen gran predilección por los extraños y curiosos que visitan sus bosques sin ningún prejuicio hacia ellas. Aún sienten un gran amor hacia los Amaru, la raza que siempre las ha comprendido mejor y con los que antaño convivieron sin ningún problema.

En el mundo ordinario se las representa como pequeñas mujercitas con alas de insecto y se las ha visto danzando en corros.

Flor de esmeralda (final)

Apreciado Nuán,

Confinados, apresados en nuestra propia tierra por mis antiguos hermanos, la Orden de Húlen ahora se halla literalmente secuestrada por la Orden de Wail. Como desgraciadamente ya sabes, unos años atrás los Lamat destruyeron casi todas las casas de Taürion matando también a los que habitaban en ellas. Pocos logramos escapar aquella noche, de aquellos terroríficos y enormes monstruos, y aún celebro con todo el júbilo de mi corazón que lograras huir para empezar una nueva vida, mi querido Nuán, a pesar de haber tenido la desgracia de no poderte apenas conocer. Pocos de nuestros hermanos sobrevivieron e incluso nuestro Jefe fue asesinado con una crueldad extrema por uno de aquellos abominables seres. Una decena de nosotros pudimos confinarnos en una Morada provisional gracias a mis conocimientos en este campo de la magia (nuestra antigua Morada estaba demasiado lejos para escondernos a tiempo de los Lamat), pero el conjuro, que normalmente necesita de más archimagos especializados, casi acabó con mi vida. Pero, al menos, aún seguimos con vida, a pesar de lo amarga y dolorosa que resulta ésta para nosotros.

Cuando los Lamat hubieron abandonado Taürion, dejando un reguero de sangre y de dolor tras ellos, salimos prestos de la Morada que yo había creado y conseguimos curar a algunos heridos y rescatar a las pocas familias que habían quedado con vida pero atrapadas entre o bajo los escombros de las casas. ¡Es imposible describir, para mí, la tristeza que emanaba de todos nosotros aquella noche! Si no te había enviado una carta durante todos estos años es porque está absolutamente prohibido enviar correo fuera de las fronteras de Taürion, que ahora está controlada con mano de hierro por Wail, al igual que muchas otras aldeas, ciudades y Órdenes. Me las he arreglado para poder saltarme el control mágico que mantienen sobre el envío de correspondencia, aunque han estado apunto de descubrirme.

Ellos, la Orden de Wail, entraron en Taürion justo cuando tratábamos de reconstruir la aldea y yo estaba creando murallas mágicas de protección alrededor de la aldea para ganar tiempo si los Lamat volvían a atacar. Se apoderaron de todo: de las casas, de los bienes de sus habitantes y del ganado que había sobrevivido al ataque de los Lamat. Su excusa: protegernos a todos de los Lamat. Según ellos, son los únicos capacitados para proteger Espiral contra los feéricos oscuros. Pero solamente es una excusa. Obviamente se han aprovechado de esta confusión para apoderarse de toda Espiral, algo que jamás hubiera esperado de mi antigua Orden, a pesar de lo poderosa e influyente que siempre ha sido durante estos últimos 700 años.
Nos obligaron a deshacernos de nuestros hábitos, y ahora tenemos que vestir sus hábitos esmeralda y jurar lealtad a su Orden en contra de nuestra voluntad. Tampoco está permitido tocar música, cantar y reunirnos entre nosotros como antaño. Pero, en secreto y cada vez que podemos, nos seguimos reuniendo en aquella Morada secreta que creé durante el ataque de los feéricos oscuros. La represión es muy dura: los soldados de Wail han convertido a los habitantes de Taürion en esclavos y les obligan a trabajar mientras se mantienen ociosos en un pequeño castillo que han construido en el centro de la aldea. Las violaciones, las torturas e incluso las penas de muerte, están a la orden del día. Todos tienen la sensación que sobrevivimos al ataque de unos lobos, para caer en las garras de otros.

Pero no solamente te envío esta carta para contarte las penurias que nos están sucediendo, sino porque tenemos un plan que, aunque es desesperado y con mucha seguridad fracase, ya es la última esperanza que nos queda, el único camino que podemos recorrer para escapar de este infierno: mediante correspondencia mágica (perdona si esa carta con alas te ha asustado, entrando por tu ventana, pero era la única forma de guardar el secreto que merece esta misión). También he podido enviar cartas parecidas a ésta a otros miembros de Órdenes secuestradas por Wail para llevar a cabo lo que hemos pensado: la reunión de todos los miembros supervivientes en las sombrías Cuevas de Türa para así crear una nueva Orden.

Sé que es arriesgado, pero es uno de los pocos parajes dónde Wail no se ha atrevido a meter su garra y, debido a la ausencia de humanos en la inhóspita región, tampoco los Lamat son una amenaza allí. He propuesto a los demás jefes de las Órdenes tu nombre para encabezar esa nueva Orden, de nombre todavía pendiente de confirmar, pues se discutiría en esa reunión. Es la única vía con la que contamos, por el momento. Nos encontraremos dentro de 3 días, al alba a la entrada de las Cuevas, pues la urgencia es máxima: de cada vez la presencia de Lamat es mayor en Espiral, y la Orden de Wail se ha apoderado de casi todos los caminos y accesos de este Mundo.

Cuanto más esperemos, más difícil será sortear estos obstáculos.

Aún no acabo de comprender la dimensión de todo esto, pero todos tenemos sospechas y, creo, entre todos podremos llegar a una comprensión mayor de toda esta guerra que nos está abocando, quizá, a una Tercera Caída o quizá a algo mayor que va más allá de mi conocimiento. Pero no todo son malas noticias, Nuán. Quizá Varmal aún conserva su esencia, a pesar que no se sabe apenas nada de ellos desde que Agros murió. Su papel, tanto como el nuestro, puede ser determinante si actuamos con discreción y con sabiduría, pero aún es pronto para aventurarse: no confío demasiado en la actual mujer de Lothan, un buen hombre, pero me temo que influenciable. Como ya sabrás, esta mujer era la mano derecha de Melack, el líder de la facción contraria al infame Agros. Pero de eso ya tendremos tiempo de hablar, no precipitemos acontecimientos.

A pesar de todo, amigo Nuán, no todo son malas noticias: Mirta, amiga tuya y miembro de Varmal, finalmente no murió, aunque su conjuro casi acaba con ella. Conseguimos rescatarla de entre la destrucción, justo después que huyeras obligado por el ataque de los Lamat. No debes culparte por haberla dejado atrás, pues incluso nosotros no fuimos capaces de notar su pulso cuando la encontramos. Pero el destino quiso que reviviera, milagrosamente, quizá gracias a su gran fortaleza interior, y ahora está junto a nosotros y desea ayudarnos con una hipotética alianza con Varmal Verdadero. También tiene muchas ganas de verte...¡Siempre está hablando de ti, de los viajes que realizasteis juntos cuando tocabais en vuestra banda de músicos errantes! Sus historias nos alivian el corazón y nos dan algo de luz en medio de todas estas tinieblas.

Ahora mismo volverán los soldados de Wail a inspeccionar mi casa, como siempre hacen, y quizá también me vuelvan a amenazar y a pegar porque para sus ojos soy un traidor a su Orden. Me quieren tener intimidado, pues conocen de mi poder, a pesar de mi vejez y del poco tiempo que seguramente me queda en este mundo.

El Sol se está poniendo en el horizonte, tras las murallas de piedra que Ellos han levantado, y el Ocaso está teñido por la sangre de miles, de millones de vidas inocentes y ahora nos debemos a ellas para seguir luchando, y, si es necesario, para sacrificarnos por ellas.

Que la luz de la sabiduría guíe tu camino, Yne.

Hyunde, 2 de Diciembre.

Taürion.

Nota: Junto a esta carta, una flor de esmeralda te adjunto.

La Resistencia. Capítulo 11: Tras las montañas.

-No deja de sorprenderme que un desconocido confiara en vosotros... - dijo Anie, bebiendo un sorbo de su pinta de cerveza que tenía ante ella y mirando a Lúne con ojos extrañados y las cejas enarcadas. Dejó de nuevo el vaso sobre la mesa y apoyó sus manos sobre sus mejillas, interesada en todas aquello que le había contado el joven de Varmal, fiel a su promesa - ¿Y todo pasa por hablar con Nuán? ¿Qué garantías tienes de encontrar algo ahí, si él solamente ha escrito sobre leyendas que hay en la zona? - no entendía realmente hacia dónde quería llegar el joven, pero en el fondo sentía una secreta fascinación con todo lo que tenía que ver con secretos y misterios.

Lúne dió una calada a su pipa y se acomodó en su silla. Observó el sitio que había elegido Nuán para hablar con ambos y sonrió con algo de ironía: se trataba de una tosca posada situada en los muelles de Firya y, en aquellas horas (justo acababa de ponerse el Sol) aquel antro se había empezado a llenar de marineros, algunos de ellos de aspecto siniestro y vociferantes, bebiendo grandes tragos de licor mientras piropeaban a una camarera que se paseaba de arriba a abajo de la estancia sin ninguna expresión aparente en su rostro. Otros, simplemente, comían o bebían con tranquilidad después de un duro día de trabajo en alta mar. Seguramente había por ahí algunos piratas y cazarecompensas. Recordó que, en su pueblo natal, ese tipo de esbirros solían también frecuentar las tabernas en busca de nuevos tripulantes que quisieran enrolarse en una arriesgada pero fructuosa aventura dedicada al saqueo.
Nuán le había dicho que se verían precisamente justo al ponerse el Sol en aquella posada llamada "El Rincón del Mar" y, observando la cantidad de grandes peces disecados colgando de las paredes, las pinturas de barcos navegando en mares rugientes, muestras de nudos marineros y el penetrante olor a pescado fresco que brotaba desde la cocina, no era difícil imaginarse el por qué de aquel nombre.

-¿Lúne? ¿Me has escuchado?

Efectivamente, se había quedado pensando en las musarañas. Dió un brinco, como recién despertado de un profundo sueño.

-Oh, perdona, de repente me puse a pensar por qué precisamente Nuán quiere reunirse con nosotros aquí - se encogió de hombros y sonrió - Nunca imaginé que nuestro antiguo director frecuentara esas tabernas de mala muerte - agregó, observando a un hediondo marinero bajando las escaleras que llevaban a las habitaciones de la posada con una jovencita que, a tenor de cómo iba vestida y de su exagerado maquillaje, se trataba de una prostituta - Pues sinceramente no tengo garantía alguna, pero tampoco la tienen los que creen que infiltrándose en la Orden de Wail van a conseguir averiguar qué es lo que está ocurriendo en Espiral, como ya te expliqué antes. Además, entre tu y yo - se combó hacia adelante apoyando sus brazos en la mesa y susurró - no confío demasiado en esta secta de Ciriol. ¿Por qué confiar en gente que nos viene odiando siglos atrás y no en personas íntegras como Nuán?

Anie puso los ojos en blanco.

-Puede que Nuán lo sea pero...¿Y qué me dices de este tal Solfka? ¿No decías que también pertenece al Concilio? - murmuró, emulando a su compañero y mirando a ambos lados por si había alguien escuchando. Sabía de sobras que en Firya era preferible no hablar de la Orden, tan apreciada allí.

Una vez Lúne iba a contestar siguiendo aquel código de secretismo que ambos habían adoptado, la puerta de la posada se abrió y apareció, justo a la hora acordada, Nuán vestido con una de aquellas túnicas de color azul que tanto le gustaban forrada con un forro de lana para protegerse del frío. Le bastó pasear su mirada unos pocos instantes por la atestada posada para, al fin, reparar en los dos jóvenes que se hallaban sentados ante una pequeña mesa en un rincón de la estancia. La primera en reparar en él fue Anie, sentada de tal forma que podía ver la desgastada puerta de madera frente a ella. No obstante, tras él la puerta volvió a abrirse y, mientras Nuán ya se dirigía hacia ellos con el rostro sonriente y tranquilo (¿Cómo podía mantener siempre aquella tranquilidad de espíritu con todo lo que había sucedido?), apareció para tremenda sorpresa de Anie aquella joven feérica de cabellos azules que les había acompañado hacia Firya. ¿Qué hacia con Nuán aquella chica? Alzó las cejas y avisó al joven.

-Ahí vienen - espetó, sonriendo ya a Nuán y asintiendo con la cabeza a modo de saludo - Ha venido la feérica aquella de los cabellos azules, la que fue contigo a Ciriol junto con los otros viajeros. Creía que ellos se dirigían hacia otro camino. ¿Por qué habrá venido?

¡Ichiro! El joven se giró con rapidez y se sobresaltó sobremanera al verla, sin fijar sus ojos en ningún momento en Nuán, pues todo a su alrededor había desaparecido excepto ella. Sus miradas se encontraron y ambos desviaron sus miradas, como si de nuevo un muro extraño e invisible se hubiera levantado ante ellos. Había deseado verla por última vez antes de que ambos se separaban, pero resultaba muy doloroso, demasiado. Pero no quería olvidarla, jamás. El amor que sentía por la feérica era mucho más poderoso que el desasosiego que le producía el separarse quizá para siempre jamás...De hecho, ella ya le había comentado que si desobedecía a Elrick y no era leal a la orden de Viajeros, sería expulsada de ella. Que no tenía más remedio que irse con ellos. Eso, recordaba, le había enfurecido tanto que se había marchado de su habitación sin darle una contestación. Pero...¿Y si había cambiado de idea?

Ambos se sentaron en dos sillas que les proporcionó la inmutable camarera, alrededor de la mesa, y Nuán, abriendo su sonrisa, agarró las manos de los dos jóvenes, con fuerza y visiblemente emocionado. Lúne se vio forzado a devolverle aquella sincera sonrisa, aunque sus pensamientos estuvieran vagando en otra parte tratando que su corazón se acallara, por fin. Ichiro se hallaba mirando por la ventana apoyando su mano en la mejilla, y parecía molesta por algo. ¿Quizá viéndoles juntos a Anie y a él había creído lo que no era?

-¡Estoy encantado que hayáis querido compartir conmigo vuestras inquietudes! ¡Y más viniendo de Solfka, uno de mis mejores amigos! - exclamó Nuán, dirigiéndose sobretodo a él y a la feérica con sus ojos castaños brillantes y vivos como barro encendido. Se amasó la barba con insistencia mientras pedía para él un vaso se agua - Antes de adentrarnos en el tema...Ichiro, ¿Vas a tomar algo? La camarera se impacienta.

La feérica no contestó y siguió contemplando los muelles nevados con la mirada perdida. Nuán frunció un poco el ceño sin perder su sonrisa y luego miró a Lúne y le hizo una leve seña girando los ojos hacia ella como diciéndole: "Anda, dile algo, que parece molesta contigo". Sin duda, Nuán tenía una mirada muy expresiva.

-Ichiro... - murmuró Lúne, con la voz algo quebrada, sintiéndose culpable por no haber contado con ella, a pesar que ella misma le había asegurado que no podría acompañarle en su aventura - Yo...solamente es una amiga. Además tu ya me dijiste que...

-Ya lo sé - contestó, sin apartar su mirada de la ventana empañada por el hielo y el vaho del penetrante viento helado que soplaba fuera - Quizá esperaba, ilusa de mí, que me vendrías a buscar a pesar de todo. Pero se ve que tus planes son más importantes que según qué personas - lo miró, por fin, con sus ojos de color miel llenos de desprecio. El joven de Varmal bajó los ojos, sin saber qué responder.
Anie se sentía incómoda con el ambiente creado entre aquellos dos. Ahora lo comprendía todo, todo lo que había pasado entre Lúne y Yume aquellas últimas semanas: él y la feérica estaban saliendo juntos. No se lo terminaba de creer...¿Qué podía ver en aquel ser soberbio y frío que no viera en otros chicos más apuestos y amables? En fin, el amor era ciego.

-¿Acaso creías, Ichiro, que me iba a quedar con los brazos cruzados mientras decidías separarte de mí, después de haberme prometido que seguiríamos juntos? - replicó él, visiblemente ofendido por la reacción de la feérica, queriéndole hacer sentirse culpable.
Ahora fue Ichiro quien no contestó a aquello y volvió a girarse hacia la ventana con los brazos cruzados, haciendo morritos.

Nuán soltó una cristalina carcajada ante la riña entre los dos jóvenes que duró un buen rato, hasta que se atragantó y tuvo que beber unos sorbos de su vaso de agua.

-¡Pero bueno, Anie, mira lo que tenemos aquí! - se giró hacia ella y la muchacha, al ver el rostro fingidamente asustado del profesor, no pudo más que secundar sus risas - ¡Parecen un matrimonio! Me pregunto, cuando en el pasado eran más frecuentes las uniones entre humanos y feéricos, si estos últimos acabaron cerrando los portales por este tipo de disputas - se encogió de hombros, sin abandonar su sonrisa - Ahora no es momento de discusiones que no llevan a ningún lado. Ichiro vino en mi busca porque también había hablado con Solfka, eso es todo. Y ahora tenemos que centrarnos en lo realmente importante.

La feérica y el humano se miraron de reojo y luego, posando sus miradas sobre la mesa, enrojecieron ligeramente, permaneciendo en silencio. Anie, entonces, aprovechó aquella oportunidad para hablar.

-Lúne ya me ha hablado sobre la conversación que Ichiro y él tuvieron con Solfka, pero sigo escéptica en cuanto a todo esto que tienen planeado hacer, o tiene...en este caso - observó a Ichiro pero aquella aún parecía ajena a la conversación, enfrascada en una disputa silenciosa con Lúne, así que su mirada se focalizó de nuevo en el profesor - Solamente se basa en leyendas.

El rostro alegre de Nuán adquirió, entonces, unos tintes algo melancólicos con su mirada errática hacia el techo y sus ojos brillando, como si recordara algunas cosas maravillosas que ocurrieron hacía mucho tiempo.

-Solfka sabe tan bien como yo que no se trata de simples leyendas - murmuró, con un tono algo sombrío lleno de hermetismo - Cuando aún habitaba en Taürion escribí un libro sobre mis viajes a través de aquellas montañas, en los tiempos cuando yo todavía era un músico bohemio y viajero sin mayores preocupaciones que conseguir una cama, algo de comida y compañía femenina a mi lado, sobretodo en las frías noches de invierno - suspiró, y esbozó una sonrisa - Cuando ya hube publicado el libro, una neblinosa y fría mañana de Primavera me visitó un extraño personaje encapuchado que decía llamarse Solfka y pertenecer a la enigmática y para muchos en Espiral inexistente orden de Ciriol. ¡Aún recuerdo la cara de sorpresa que puse! Os juro que no sabía si dejarle entrar o cerrar la puerta en sus narices, pues al principio creí que era un estafador...

-¿Y cómo pudo escapar de los cercos mágicos de Ciriol para venir hasta a ti? - le interrumpió Ichiro, por fin, ya recuperada del enfado con Lúne. Sus ojos ya habían recuperado su luz repleta de curiosidad.

-Y es más... - murmuró también Lúne, con sus ojos grises entrecerrados y también tratando de olvidar la riña que había tenido con ella - ¿Cómo consiguió localizarte?

-¡Oh, calma, a eso iba! - bebió un sorbo de agua y prosiguió. En aquella ocasión cerró los ojos, como si así le fuera más fácil visualizar las escenas del pasado - Estaba muy interesado sobre todo lo que había escrito, pues según me contaba, jocoso, lo único que unía a Ciriol con el resto de Espiral era la absoluta ignorancia sobre las misteriosas leyendas de Ilmaren, considerándolas todos como invenciones de pueblos aislados de las montañas.

-¿Y qué tienen de especial estas leyendas? - preguntó Anie, impaciente - Conozco algunas de ellas, sobretodo contadas por mi abuela y por mi madre. Pero no recuerdo que tuvieran nada de especial. Recuerdo que tenían un regusto feérico, como el resto de leyendas en Espiral...

-Disiento - replicó Nuán, justo en el momento que Lúne abría la boca para contestar - Precisamente Solfka quiso que hablarais conmigo porque algunas cosas que observé en las montañas de Ilmaren nunca las escribí, más que nada, porque en aquel tiempo nadie me hubiera creído. Preferí quedármelas para mí, hasta que alguien estuviera preparado para escucharlas. Y ahora creo que es el momento para contároslas - justo en aquel momento, un hombre empezó a tocar un laúd junto al fuego encendido en la chimenea de la posada. Era una canción lenta y melancólica que hablaba sobre viajes alrededor de los mares. Los 2 humanos y la feérica le miraban con los ojos abiertos como platos, dispuestos a escucharle - Una noche, mientras los músicos de mi compañía y yo dormíamos sobre la paja, en un establo a las afueras de un pueblo de Ilmaren, fui despertado a mitad de la noche por ruidos apagados de ramas crujiendo, que parecían provenir del bosque que se alzaba cerca del establo, a los pies de una alta montaña. Me levanté, algo alarmado, y fui a inspeccionar los lindes de aquel bosque, solamente iluminados por la débil luz de la Luna menguante. Hacía frío, mucho frío... - hizo una larga pausa, y así pudieron escuchar al bardo cantar con una voz llena de dolor.

"Navegaba ciego
aunque de día fuera
atado al palo mayor
para no sucumbir
al deseo de un comienzo
inesperado
lleno de olvido
y de nuevas decepciones"

-Mientras me acercaba al linde de la floresta, más audibles se hacían los incesantes ruidos de algo que se movía entre los matorrales de forma intermitente. También empecé a escuchar unos susurros que parecían camuflarse con el viento - Nuán seguía teniendo los ojos cerrados, pero acompañaba la historia con gestos de sus manos - Estaba realmente asustado, pero una fuerza me impulsaba a seguir hacia adelante y cuanto más me acercaba, más cosas extrañas ocurrían a mi alrededor: sombras que me rodeaban: caras sonrientes y alargadas que provenían del bosque como si me dieran una macabra bienvenida que volaban arriba y abajo. Era aterrador, pero no podía detenerme - abrió sus ojos aterrorizados para fijarlos en cada uno de los presentes en la mesa. Se estremecieron - Aquellos extraños espíritus desaparecieron y el aire se aclaró bajo las estrellas. Y un brazo desnudo, que parecía del de una mujer, apareció tras el tronco de un árbol que se hallaba ante mí, yo estando apunto de entrar en el bosque. Todo estaba cubierto por tinieblas menos aquel brazo, que parecía resplandecer con una luz propia provinente de una fuente desconocida. Tenía el puño cerrado - hizo el ademán - y poco a poco fue abriendo la mano hasta tenerla extendida del todo, invitándome a darle la mano. Y no dudé, no pensé un solo segundo si aquello estaba bien o mal, si aquello era razonable o peligroso: corrí hacia aquella mano y se la di, entusiasmado. Entonces, creí que tiraría de mí, guiándome así por el bosque y arrastrándome hacia un olvido que estaba anhelando, pues mi mente ya no me pertenecía. Pero permaneció en su sitio, sin soltarme - Nuán suspiró, pasándose una mano por el rostro y, de repente, viéndose visiblemente cansado - Perdí la conciencia y tuve la extraña e increíble sensación que mi alma abandonaba mi cuerpo internándose dentro, muy dentro del sombrío bosque. Corría y corría, en busca de aquel ser que me había prestado su mano, loco de desesperación, como si me fuera la vida en ello. Y aquí y allá, empecé a vislumbrar, a lo lejos y entre las ramas, claros iluminados por hogueras y sombras alargadas moviéndose de forma frenética conformando círculos. ¿Acaso estaba soñando, o realmente estaba viajando en otra dimensión, sobrevolando un extraño bosque sin mi propio cuerpo? ¿Dónde estaba aquella muchacha de la cual solamente había visto su brazo, que me había invitado a entrar? - bebió otro sorbo de agua y sonrió, al observar cómo sus interlocutores parecían contener la respiración, rogándole que siguiera su relato con miradas ansiosas. De repente, se sintió como un anciano que les contaba un cuento a sus nietos. Abrió aún más su sonrisa - Bien, vayamos al grano - cruzó sus piernas y se amasó de nuevo la barba - En aquel misterioso sueño, el tiempo era flexible. Me explico: a veces era de día, a veces de noche y en otras ocasiones amanecía y atardecía, y eso en cuestión de segundos, y cada vez me hallaba en sitios diferentes. Aquellos claros iluminados por hogueras desaparecían con un simple parpadeo, y de repente me hallaba sobrevolando cascadas, ríos y fuentes cristalinas, y también a veces me hallaba pasando entre arcadas llenas de vegetación que llevaban hacia unas cavernas vacías pero llenas de colores y presencias invisibles. Y, he aquí la parte más importante de mi historia: me encontraba explorando una cueva llena de pequeñas salas, cada una de las cuales aguardándome con más presencias invisibles que podía sentir perfectamente, pero no verlas, y entonces, en una de ellas, por fin encontré a la muchacha que me había ofrecido su mano: estaba bañándose en un estanque natural, en el centro de la estancia creada por la naturaleza, su desnudez bañada por los rayos del Sol teñidos de la esmeralda de las hojas del bosque, puesto que un gran agujero abierto en la estancia daba directamente al bosque que había dejado minutos antes, que ya me parecían años. Me sonrió, su cabellera era rubia y larguísima y flotaba sobre el agua transparente del estanque y con sus ojos celestes me sonrió sin mover los labios, sin pronunciar una palabra...¿Cómo supe que era ella? Lo supe, y no sé cómo. Volvió a alargarme una mano, invitándome a que me uniera a ella y me zambullí sin pensarlo en el estanque, sintiendo el agua manar por todo mi cuerpo a pesar de haberlo dejado atrás, sin conocimiento, en el linde del bosque. Me acarició el rostro con sus manos, y me besó el pecho con dulzura, y sentí cómo mi alma flotaba, se regocijaba de tal manera que ya no quería volver al mundo de dónde venía. Acercó sus labios a mi oído y me susurró:

-Entraste sin miedo en Gäul, con el corazón de un niño, sin pretender encontrar. Solamente aquel que conserva la inocencia, el don de creer, puede caminar por nuestros senderos sin principio ni final. Un sabio vendrá del Oeste, y entonces el destino empezará a allanarse aún ciego por el odio. Y desde el odio y la muerte, llegará un nuevo viento perfumado: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán.

Me besó en los labios y aquella vez me sonrió de verdad, con alegría, como si, diciendo aquello, se hubiera quitado un peso de encima. Luego, desde dentro del agua, sacó una diadema de madera con extraños símbolos grabados en ella de color azul y me la colocó suavemente sobre mi cabeza, sí, a pesar de no tener mi cuerpo conmigo - Ichiro y Lúne, ya habiendo olvidado del todo su riña de hacía unos minutos, ya se daban la mano bajo la mesa, mirándose de vez en cuando de reojo, emocionados, y Anie tenía los ojos abiertos y brillantes como el de una niña pequeña - Y, por última vez, me dijo...

-Dásela a aquellos que, en los tiempos más difíciles, sean capaces de entender lo que hay ahí escrito. E irán más allá de las montañas, más allá...

Se produjo un nuevo silencio, observando todos cómo Nuán había vuelto a cerrar los ojos y su voz aterciopelada y melancólica se escuchaba más profundamente que todos los gritos de los marineros, que el bardo que ahora cantaba estridentes canciones, que las risas picarescas de los piratas...

-¿Y todo fue un sueño, finalmente? - preguntó una ansiosa Ichiro, con la cabeza descansando sobre el hombro de Lúne, el cual le acariciaba los cabellos azules con ternura, aún escuchando las enigmáticas palabras del profesor en su interior. Lúne y Anie se limitaron a esperar que Nuán contestara a aquella pregunta, pero aquel permaneció en silencio con los ojos aún cerrados. Contrastando con la tensión del momento, se escuchaban las risas y los aplausos de los marineros y la pervertida poesía del juglar, que ahora tocaba un rápido reel con una mandolina mientras guiñaba un ojo a las muchachas que reían entre dientes en las mesas.

-A la hija de Orbei
le gusta vestirse de seda.
¡Pero más le gusta mi flauta
que no es de hierro
ni de madera!

La hija de Orbei
detesta mi música
mis modales.
¡Pero bien que le gusta
que le rasgue sus cuerdas
gritando a raudales!

-Perdona Ichiro...¿Decías algo? - preguntó Nuán, simulando no haberla escuchado y luego se echó a reír - ¡Ya nos ha estropeado la magia este maldito bastardo!

Todos se echaron a reír en medio de aquel momento tan surrealista, en el qué habían pasado de conocer una de las historias más misteriosas que jamás hubieran escuchado, a unirse a las palmadas de todos los parroquianos que seguían vitoreando y gritando ante las fantásticas ocurrencias del bardo sobre sus supuestas aventuras amorosas.

-No te vas a librar, Nuán. Ahora mismo nos cuentas este final, que nos has dejado en ascuas... - espetó Lúne, encendiendo su pipa y sonriendo de medio lado, empezando a sentir cómo la cerveza le subía a la cabeza poco a poco después de la segunda pinta - ¿Quién diablos es Orbei?

Nuán y todos los que escucharon la pregunta, formulada en esta ocasión con voz bastante fuerte debido ya a la desinhibición que producía el alcohol, estallaron en una carcajada unánime y uno de los marineros que parecía un pirata por sus indumentarias ajadas, sus numerosas cicatrices y la presencia de un cuchillo clavado sobre la mesa repleta de ron derramado se giró hacia él con el rostro congestionado por la borrachera.

-¡Niño! ¡Debería apalearte por no saberlo! ¿En qué mundo vives? - sus compañeros se unieron a las carcajadas y el marinero prosiguió - ¡Orbei es el jefe de la puta Orden de Wail, y su hija como ya has visto se lo traga todo menos la sopita que le da su mami!

Más carcajadas y Lúne se sonrojó un poco al empezar a ser objeto de todas las burlas por no haberse sabido el nombre del hombre más odiado ahora mismo en Firya. Pero luego empezó a reírse de sí mismo y pronto le dejaron en paz. Ichiro le abrazó, riendo también a carcajada limpia.

-¡Pobrecito! ¡Yo tampoco lo sabía!

-Pero tu eres feérica... - replicó él, dándole un beso en los labios y simulando estar decepcionado y triste por haber quedado en ridículo.

-Bueno, míralo por el otro lado - espetó Anie, la cual seguía más interesada en seguir escuchando el resto de la historia que en toda aquella retahíla de estrofas picantes y de bardos fantasmas. Aún así, esbozó una sonrisa burlesca y le guiñó un ojo - Ahora todo el Colegio cree que eres feérico. Así te puedes excusar.

-¡Bueno, bueno! - exclamó el joven de Varmal, cruzando los brazos y simulando estar enfadado con el resto de los presentes - ¿Por dónde íbamos, profesor Nuán?

-¡Oh! - Nuán carraspeó, justo después de soltar una carcajada aún recordando lo sucedido antes - Tienes razón, este juglar nos desvió del tema que estábamos tratando - apuró el agua que le quedaba en el vaso y prosiguió - Contestando a la pregunta de Ichiro, sobre si todo fue un sueño: al día siguiente desperté en los lindes del bosque tumbado en la hierba y con un insoportable dolor de cabeza. Al principio creí que, efectivamente, todo se había tratado de un extraño sueño, inducido por el cansancio acumulado durante nuestra gira por los pueblos de Ilmaren: íbamos de pueblo en pueblo como músicos ambulantes y apenas teníamos tiempo de descansar. Pero entonces vino uno de mis compañeros y, al verme, se echó a reír. Aún recuerdo sus palabras.

-"¿Dónde diablos has conseguido esta diadema de madera? ¿Te fuiste de borrachera al pueblo y después de acostarte con una zorrita le robaste su diadema? ¡Eres un monstruo!"

El profesor sonrió con los ojos mirando hacia ningún sitio y siguió con su relato.

-Con asombro me palpé la cabeza y, efectivamente, llevaba una diadema puesta en la cabeza y me la quité, observándola de cerca, esperando poderle enseñar los extraños símbolos azules que estaban escritos sobre ella y así poderle contar el resto de la historia para que me creyeran. Pero no, ya no había nada escrito sobre ella. Los símbolos habían desaparecido.

-Eso con magia es posible, pero... - Anie frunció el ceño, pensativa - Tiene que obrarse un contraconjuro para hacer desaparecer inscripciones o eso es lo que nos enseñaron en clase. Es muy extraño...

-En el mundo feérico eso sí es posible - respondió Ichiro, que se había quedado anonadada ante aquella historia - Con un solo pensamiento o sentimiento, la magia puede aparecer o desaparecer. Pero esto no es el Mundo Feérico...

-¿Y por qué una diadema? ¿Qué simboliza esto? - se unió Lúne a la invasión de preguntas - ¿Y qué se supone que quería decir con aquello: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán? ¿A quien se refiere, a nosotros? ¿A los que lleven la diadema?

Nuán se encogió de hombros y parpadeó, dubitativo.

-Lo de la diadema sigue siendo un misterio para mí, pero he llegado a suponer que para volver a entrar en Gaül la diadema tiene que volver a mostrar las inscripciones azules en ella. Tengo ese presentimiento - suspiró, enjuagándose el sudor que inundaba su frente, de tanto pensar - ¿Cómo hacerlo para que vuelvan a aparecer? Busqué y rebusqué en muchas bibliotecas, en todo tipo de leyendas, cuentos e historias, y también en libros de conjuros y de objetos mágicos pero no encontré absolutamente nada.

Anie seguía muy escéptica con todo aquello.

-No me jodas que se trata de otra historia típica de los "Elegidos" tan manida en las leyendas...Porque según estoy entendiendo, se supone que nosotros somos ellos y ahora viene la parte en qué nos das la diadema. ¿Verdad? - dijo, con algo de ironía.

-Oh, Anie, eso es muy relativo... - Nuán esbozó una sonrisa, mirándola con sus ojos luminosos - ¿Cómo puede saber uno si es un Elegido o el mero producto del Azar? Lo importante es actuar como el corazón dicte y no pensar en esoterismos inútiles. Y sí, os daré la diadema puesto que, aunque quizá sea una simple ilusión, es lo único que tenemos para proseguir y tener esperanzas. ¿No crees? - Justo dicho aquello, el profesor rebuscó en su jergón y sacó una simple diadema tallada en madera oscura y la colocó sobre la mesa con un ruido sordo. Algunos marineros se giraron para observarla, pero al ver que se trataba de un objeto tan común, prosiguieron sus acaloradas conversaciones alzadas de tono - Y ya me estoy imaginando la siguiente pregunta: ¿Por qué nosotros y no otros? - se encogió nuevamente de hombros y sonrió - Es muy sencillo: Solfka, por alguna razón que desconozco, confió en Ichiro y en Lúne para esta misión y él es uno de mis mejores amigos. Os aseguro que alguna razón importante tendrá para quereros enviar a Ilmaren, puesto que tras su personalidad afable y sencilla, se esconde uno de los hombres más sabios que jamás he conocido. Por otro lado, cuanta más gente quiera emprender esta aventura, mejor, y sobretodo si se trata de soñadores, de personas que aún conservan la fe en lo desconocido, en un más allá y en un otro lado invisible pero existente. Y Anie me parece perfecta para ello también, ella y Yume, y algunos más - abarcó con sus manos a toda la posada, como si allí se hallara más gente dispuesta a emprender el viaje con ellos - Abrid vuestros corazones a soñadores llenos de coraje como vosotros, a los incomprendidos, a los inconformistas, a los que aún conservan su inocencia y su capacidad de asombrarse, y estoy seguro que Gaül os abrirá los brazos con una calurosa bienvenida.

Ichiro había cogido cuidadosamente la diadema y la acariciaba con suavidad, totalmente abstraída en sus pensamientos.

-Iré - dijo finalmente la feérica, levantando la vista y sonriendo, llena de alegría - Me da igual si me expulsan de los Viajeros, me da igual si tengo un tiempo limitado para volver a mi Mundo, pero siento que eso es lo correcto.

Lúne la abrazó con fuerza y la besó, feliz de escuchar aquellas palabras, y Anie sonrió ante aquella escena. De verdad se querían, y así era la vida, y a su amiga Yume le había tocado sufrir un amor que, aquella vez, no le había correspondido. Quizá a ella, algún día, le pasaría lo mismo. Aún albergaba muchas dudas sobre aquella alocada e irracional aventura, pero algo le decía que aquella sería, para ella, una oportunidad única, que no podría perderse por nada del mundo.

-Yo también iré, con Lúne e Ichiro...y trataré de convencer a Yume - Nuán sonrió, satisfecho y visiblemente emocionado, sus ojos resplandeciendo hasta el punto que parecía como si estuviera a punto de llorar de felicidad y acarició los cabellos castaños de la joven.

-No sabéis la alegría que me habéis dado esta noche - los miró a todos, de uno en uno - a pesar de toda esa oscuridad que se cierne sobre nosotros. Siento como si, por fin, alguien confiara en mis palabras, en mis historias. No sabéis lo importante qué es eso para mí. Mañana debéis partir, pues la guerra se acerca. Partiréis junto con los Viajeros bajo los túneles de la Escuela.

-¿Aún sigues estando segura, Ichiro? - preguntó Lúne, acariciando sus mejillas con cariño - Ser Viajera era la ilusión de tu vida...

La feérica agarró su mano y se la llevó hacia su regazo.

-¡Tan segura como que te amo! - exclamó, ante las sonrisas cómplices de Anie y Nuán.

La Resistencia. Capítulo 10: Preludio.

La guerrera empuñaba una larga espada cabalgando sobre un caballo sin silla ni bridas. Se abrieron las puertas de la muralla y salió, ella sola junto a unos pocos más, ante un millar de enemigos. Hinchó sus pulmones y lanzó un grito rabioso. Estaba harta, harta de esperar tras los muros de la vergüenza, tras hombres corruptos y cobardes. Miró a su derecha y de nuevo a su izquierda y no vio a nadie, absolutamente a nadie. ¡Todos habían caído! Los caballeros enemigos se abalanzaron sobre ella, como aves de presa ávidas de sangre en sus capas verdosas.

Sonrisas perversas.

Y empezó a recordar, a acordarse de todo lo que dejaba atrás: la música, Yume y los pocos pero nuevos amigos que estaba haciendo, con lo solitaria que siempre había sido. Luchar...¿Para morir? ¿De verdad valía la pena arriesgar todas sus esperanzas en una batalla ya perdida de antemano? Empezaron a escurrírsele las lágrimas por sus mejillas y el terror se apoderó de su corazón, sintiendo como las saetas, lanzas y flechas estaban apunto de atravesarla sin remedio.

Y escuchó un gritó tras la montaña que se alzaba a su izquierda. Y pronto los vio, sus figuras recortadas por un rojo atardecer. Sus negros caballeros, armaduras de acero engalanadas con azabache y capas oscuras con el maldito símbolo de Varmal. Lúne...Lúne estaba a la cabeza, empuñando una enorme espada de color escarlata. Y a su lado observó a un Agros sonriente, victorioso, su yelmo con la forma de una serpiente.
Y descendieron como una oleada, precipitándose contra los enemigos. Aquellos decidieron volver su atención a los atacantes pero ya era demasiado tarde: todos cayeron bajo su yugo. Anie se sintió feliz por sentirse viva de nuevo, y se culpó por sentir también agradecimiento...

¡No, jamás! ¡Ellos habían destrozado sus vidas! ¡Y Lúne también!

Avanzó con su caballo hacia el este, tratando de huir de aquella escena. Quería estar sola. No quería ver a nadie. Quería empezar de nuevo...

¿Dónde estaba Yume? Se había quedado dentro de la ciudad, eso era seguro. Más, tenía un mal presentimiento. Bajó del caballo, presa de un pánico repentino y, sin más dilación, empezó a rebuscar entre los numerosos cadáveres de los enemigos. Y la vio. Muerta, con el escudo de Wail sobre ella. Se arrodilló sobre ella, desesperada, y trató de reanimarla con golpes en el pecho, llorando desconsolada. ¡No podía ser! ¡No era posible!

-¡Anie! ¡Anie, despierta dormilona!

Abrió los ojos en medio de un chillido que la asustó a ella misma. Se llevó la mano en el pecho, su corazón bombeando como un jinete desbocado. Como un jinete...Sí, se alegraba de haber despertado. Quizá llevaba demasiados días entrenando muchas horas con la espada y había empezado a obsesionarse con la guerra. Tenía que distraerse, no podía seguir así.
Observó a su compañera de habitación, una joven de tez morena que la miraba con rostro preocupado y ya con la mochila de clase preparada y vestida para la ocasión con una sencilla blusa roja de encaje.

-Perdona Katya, tuve una pesadilla. ¿Qué tiempo es? - se quitó las legañas con ambas manos y se sentó sobre la cama, bostezando con fuerza.

La joven observó el reloj de Sol situado sobre la ventana y se rascó la nuca, algo sonriente.

-Chica, faltan 10 minutos para empezar la clase. Como no sepas algún sortilegio para vestirte con un chasquido de dedos...

-¡Mierda!

Fue tal la embestida de Anie hacia el armario que justo al saltar de la cama cayó de bruces al suelo. Sí, tenía que dejarse de batallitas o sino la expulsarían - pensó, mientras se palpaba la dolorida frente.

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No se había peinado y había cogido lo primero que había encontrado en su ropero. Ni siquiera había tratado de disimular el fuerte golpe que se había dado contra la frente al tratar de llegar al armario. Se palpó los pantalones un momento para asegurarse bien si se había llevado dinero para comprarse el desayuno para después y notó, en seguida, que se había puesto los pantalones al revés. ¡Menudo día de mierda! Aquellos despistes eran más propios de Yume que de ella. ¿Qué diablos le estaba pasando? Aquel día solamente tocaría el violonchelo y luego se olvidaría del resto, lo juraba.
Llegó por fin, atropellada y puntual, al jardín del colegio de Firya después de haber corrido todo el camino. A pesar de todo el entrenamiento que llevaba a sus espaldas, le faltaba el aliento y tuvo que pararse un momento a descansar en un banco agarrándose el costado con una mano temblorosa. Escuchó unos pasos lentos yendo hacia ella desde detrás, apagados, como si no quisiera hacer ruido a toda costa. Se giró, entonces, alarmada.

Era Lúne, el cual se enjuagaba la frente llena de sudor, con rostro de preocupación.

-Perdona que te moleste Anie - resopló, mirando a todos lados - ¿Has visto gente esperándome o vigilándome por aquí?

Anie se sobresaltó ante la presencia del joven. Media hora antes había soñado que la salvaba junto al abominable Agros. Estuvo tentada en irse de ahí y dejarlo con la palabra en la boca pero solamente había sido un sueño. No quería ser tan niña. Aún así, sus ojos se empequeñecieron.

-¿Qué mosca te ha picado? ¿Te acosan las colegialas ahora?

-No exactamente. Es una historia algo larga de contar - sonrió, distraído - Oh, no...

Por la puerta empezaron a salir una gran cantidad de alumnos, todos sonrientes y alegres, y con los rostros casi tan brillantes como el Sol que resplandecía sobre los rojizos tejados de Firya.

-Seguramente se ha suspendido la primera clase - Anie suspiró, satisfecha.

El rostro de joven de Varmal, sin embargo, se había transformado en una mueca cercana al terror. Al cabo de pocos segundos, una multitud ya se hallaba rodeándolo por todos los lados, casi todo jovencitas adolescentes que susurraban con grandes carcajadas entre ellas mientras le observaban descaradamente.

-¡Lúne! - gritó una de ellas, exaltada y emocionada ante su presencia - ¡Por favor, enséñanos algo del Mundo Feérico!

-¿Verdad que es un chico muy misterioso? ¿Deben ser así todos los feéricos? - le comentaba en voz baja una a otra, tapándose la boca y ahogando una sonrisita pícara - Dicen que han venido a Firya unos cuantos como él.

-La verdad, yo me los imaginaba más etéreos. Es demasiado...humano...¿No?

Anie sonrió torciendo los labios, mirándole de reojo.

-Así que era eso. ¿Eh? Acoso escolar. Yo casi diría que sexual.

El joven la miró con ojos de pedirle una ayuda suplicante, alzando las cejas, pero ella lo ignoró completamente. Le dió la espalda y se dirigió hacia el interior de la escuela, para preparar su siguiente clase. ¿Qué diablos habría hecho para que creyeran que era un ser feérico? Sacudió la cabeza, meditabunda, mientras cruzaba la arcada de la entrada. ¡Qué chico tan raro! ¿Y si la habían visto con aquella feérica que les había acompañado en su viaje hacia Firya? pensó, rascándose la barbilla mientras subía las escaleras de piedra que rodeaban el edificio para ir a las distintas aulas. No, aquellas cosas no eran para ella. Le importaba la vida de Lúne menos que una piedra.

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Anie rasgaba el violonchelo con suavidad, los ojos entrecerrados y cuidadosamente posados sobre la partitura que tenía enfrente suya. Aquella pieza le agradaba especialmente, una melodía que parecía que acariciara con cuidado el ambiente que la rodeaba transformándolo todo en otra realidad muy distinta y sutil. Sonreía débilmente, moviendo la cabeza lentamente al ritmo de la música, de un lado a otro.
A pesar de la gran concentración que mantenía, junto a una guitarra, un contrabajo y a un violín a los que acompañaba, por el rabillo del ojo observó, con sorpresa, como de repente empezaba a nevar en el exterior. Su sonrisa se prolongó un poco más mientras recordaba como, desde pequeña, siempre le había encantado la nieve. Recordó aquellos inviernos, en la playa nevada, jugando con su hermanita. Cuánto la echaba de menos...

-¡Anie! - una palmada del profesor que, en aquellos momentos, actuaba como director del cuarteto de cuerda, silenció a los músicos - ¿La espada te ha hecho olvidar cómo pasar de una tonalidad a otra?

La joven se sobresaltó, como despertada de una sesión de hipnosis y dejó caer, accidentalmente, el arco del instrumento al suelo. Se sonrojó, ligeramente, y se rascó la nuca, sin saber que responder y mirando al suelo.
Evan, el cual se encargaba de tocar la guitarra, la miró con ojos llenos de sospecha y sonrió, maliciosamente. Entonces, rasgueó su instrumento de nuevo trazando 4 sencillos acordes de una canción romántica muy conocida en Firya.

-Oh, deja que la nieve
se derrita bajo la Luna
que refleja los cabellos
rojizos como una hoguera
incandescente
de mi enamorado.

-¡Evan! ¡No toques sin mi consentimiento! - espetó el profesor, ahogando una carcajada.

-¡Iros todos a la mierda! - gritó la muchacha, lanzándole al guitarrista el arco del violonchelo a la cabeza y yéndose del aula tras dar un sonoro portazo tras ella el cual apagó las carcajadas de Evan. ¿De verdad existía un mundo sin tal cantidad de idiotas? Ya lo dudaba mucho. ¿Decía que estaba distraída con la espada? ¡Pues demostraría que no, que para nada estaba equivocado. ¡Dentro de poco la necesitarían cuando el enemigo cayera sobre ellos!
Apretó los puños y se dirigió a la sala de entrenamiento, con el rostro congestionado de la ira que sentía.

Empezó a luchar incansablemente contra "el muñeco danzarín", que era así cómo le llamaban al homúnculo de madera ataviado con una espada y un escudo y accionado por unos elásticos que le hacían moverse hacia todos lados según dónde se le atacara. Con su espada de madera y su escudo del mismo material, la joven parecía ejecutar una danza bélica alrededor del muñeco, mientras lo golpeaba con su arma en todos lados y con unos ágiles saltos evitaba que le impactara con su espada. Se estaba imaginando, con plena satisfacción, que la cabeza sin rostro del muñeco era en realidad la cabeza de Evan, quizá por eso casi todos sus golpes se dirigían hacia aquella dirección.

-¡Maldito soberbio de mierda!

Tomó carrerilla, decidida a darle el toque de gracia, y se precipitó hacia adelante corriendo y formando un gran arco sobre su cabeza con su espada, blandiéndola con sus dos manos. Saltó ante el estático muñeco y fue tal el impacto que recibió la cabeza de madera que su espada se astilló con un golpe sordo y la brutal fuerza que había depositado sobre ella la recibió de un duro golpe de escudo del "muñeco danzarín" en su hombro, lanzándola hacia un lado. Tuvo la terrible sensación que le habían arrancado el brazo literalmente y empezó a sollozar en el suelo, silenciosamente. ¡Tonta, más que tonta! Y después decía de los demás...

-Anie...¿Te encuentras bien?

Alzó los ojos, esperando que alguien, de nuevo, se riera de ella, humillándola de nuevo. De todas formas, aquel no era su día. Se levantó, renqueante, y se frotó sus llorosos ojos para ver mejor quien tenía delante.

-¡Lúne! ¿Qué...haces aquí? - trató de recuperar su compostura y frunció el ceño, empequeñeciendo sus ojos y taladrándole con la mirada.

El joven se encogió de hombros y se dirigió hacia la estantería dónde se hallaban almacenadas las distintas espadas de entrenamiento. Blandió una y se plantó delante del muñeco, poniéndose en guardia de forma elegante con el puño izquierdo apoyado en la cadera y dirigiendo la punta de su espada hacia adelante, colocando su cuerpo de lado.

-Pues lo mismo que tú, supongo - replicó, con un tono de voz seco y tajante. En su mirada se podía entrever una gran preocupación y, a la vez, una ira latente que empezó a crecer cuando empezó a dar rápidas y huracanadas estocadas al ya vapuleado muñeco de madera.
Anie no quería reconocerlo ante él, pero sentía como su hombro le ardía de una forma casi insoportable. No obstante, para tratar de desentumizar los músculos, empezó a entrenar estocadas con su brazo derecho en el aire como si ante ella se encontrara un enemigo invisible.
Al cabo de unos momentos, no obstante, un fuerte ruido a su derecha le llamó la atención y detuvo su lucha imaginaria. La imagen que vio, si no hubiera sido por el ambiente enrarecido que existía en el ambiente, era bastante cómica: la cabeza del muñeco rodando en el suelo y Lúne sentado sobre el pavimento, apoyando ambas manos en su rodilla con su rostro cargado de dolor.

-¿Te encuentras bien, Lúne?

Ambos se miraron interrogantes y, precisamente, lo que le hizo gracia a Anie es que el joven le mirara como si no supiera lo que estaba pasando. De repente, empezó a reírse sin poder parar.

-¡Lo siento! Creo que ahora estamos empatados. Veo que tampoco hoy es tu día.

-Ni mucho menos - el joven se levantó y cojeó acercándose un poco hacia ella. Luego apoyó la espada de madera en el suelo y suspiró, enjuagándose el sudor con la manga de su oscura camisa de mosquetero - Me acaban de dar dos noticias excelentes - dijo, con sarcasmo - Firya está rodeada por los Lamat por un lado, y por la Orden de Wail por el otro. Acabo de hablar con la alcaldesa y, a pesar de repetirme hasta la saciedad que la magia de Ciriol es la más segura de Espiral, la he visto más que preocupada - miró hacia otro lado, pensativo y preocupado.

-Vaya... - Anie sintió como un escalofrío de desasosiego cruzaba toda su espalda de arriba a abajo - Entonces antes de lo previsto va a llegar la guerra a esta ciudad. Parece que un destino funesto no deja de perseguirnos desde que dejamos Fortaleza - lo miró y, por primera vez, ambos sintieron compartir un mismo sentimiento, aunque fuera triste y doloroso - Estoy harta de ser zarandeada de un lado a otro, si te soy sincera. Ya no sé qué hacer...Sé que quiero luchar, pero quiero saber hacia dónde nos lleva todo esto.

Lúne se acercó más hacia ella y, contra todo pronóstico, el joven posó sus dos grandes y estilizadas manos sobre los hombros de la joven. Esta abrió los ojos, sorprendida. ¿Qué estaba tratando de hacer? Se sonrojó un poco, pero le aguantó su oscura y penetrante mirada.

-Anie, después del entrenamiento quiero que vengas conmigo para hablar con Nuán. Tengo el presentimiento que eres la única que podrás entender lo que pretendo hacer - sonrió, débilmente - Sé que suena muy extraño, pero quizá la clave de todo lo que nos preguntamos reside en lo que él nos pueda revelar.

-No sé qué decir, estoy...muy extrañada - sintió unas ganas irreprimibles de golpearle ante el atrevimiento de haberle puesto sus manos en los hombros, con lo que ella odiaba aquello, pero su sincera mirada y sus palabras repletas de honestidad impidieron que cometiera aquella acción - ¿Por qué yo? Aquí hay gato encerrado, ¿verdad? Algo que tú sabes y yo no sé.

Se separó de él y lo miró de nuevo con los ojos entrecerrados, como un gato desconfiado a punto de atacar.

-Te lo contaré en el momento propicio, Anie. Ahora ya no hay tiempo.

-No - respondió, torciendo una sonrisa la joven, blandiendo otra espada de madera que había ido a buscar de la estantería - Te retaré a un combate y, si gano, me lo tendrás que contar todo, de principio a fin, listillo. Conmigo no funciona tu misterio y tu vocecilla.

Los ojos de Lúne brillaron, en lo que parecía una mirada divertida e interesada.

-Acepto - replicó, poniéndose de nuevo en guardia y esbozando una media sonrisa, con la espada también vuelta hacia ella - Si yo gano, harás lo que yo diga.

-Acepto. ¡En guardia!

La primera en atacar fue Anie, lanzando una estocada sorpresa dirigida a las costillas del joven corriendo hacia él y saltando de lado, cubriéndose al mismo tiempo, su cuerpo dando una ágil voltereta en el aire. Lúne tuvo que arriesgar y atajar la estocada lanzándose al suelo y, apoyando una mano en el piso, alzó la espada chocando ambas en un golpe sordo. Luego saltó hacia atrás esquivando por muy poco una segunda estocada que, sin darle casi tiempo de reacción, le había llegado tras su espalda. Sonrió, gratamente sorprendido.

-Vaya - resopló, poniéndose de luego en guardia - Eres una espadachina excelente.

-Deja de halagarme y sigue luchando - replicó ella, con una mueca de desagrado y agarrando con las dos manos su arma. Desencantada observó como Lúne no daba ninguna muestra de quererla atacar - Si tratas de cansarme para luego contraatacar, esa es una técnica ya demasiado manida.

El joven de Varmal frunció algo el ceño y, como un súbito y rugiente viento, se precipitó corriendo sobre ella lanzando espadazos a diestro y siniestro, mientras Anie, ágil como un pájaro, esquivaba todos sus golpes y retrocedía hacia la puerta de entrada a la sala de entrenamiento. "Tengo que revertir el ataque" - pensaba, notando ya casi su espalda sobre la puerta, entre dos frentes - "O sino este mequetrefe me atrapará en su trampa". Trató de darse la vuelta, para de nuevo poner tierra de por medio con el joven, pero éste parecía haberle adivinado las intenciones y con inteligentes fintas le impidió cualquier salida posible hacia el centro de la sala con su propio cuerpo. Anie trató de golpearle el pecho con una patada, pero Lúne, muy atento, agarro su pie con gran fuerza y la volteó, haciéndole caer literalmente sobre la puerta, abriéndose ésta en un gran estruendo. La muchacha, que había caído con todo su peso al suelo del pasillo, esquivó el golpe de gracia que él le propinaba desde arriba hacia su pelvis rodando en el suelo y poniéndose de nuevo en guardia, frente a él. Se palpó rápidamente el costado dónde sentía un agudo dolor y sonrió.

Ya hacía puesto tierra de por medio, aunque hubiera sido de aquella manera tan aparatosa. Lúne también sonreía y volvió a su posición propia de mosquetero, con su pierna izquierda y su espada dirigidas hacia la muchacha y el puño sobre su costado.

-Ahora mismo hay dos opciones: dejarlo para seguir luchando en un lugar más propicio, o destrozar el colegio al paso que vamos. Tú eliges. A mí tanto me da.

-¿Quieres una respuesta clara y sin segundas?

-Por supuesto.

Anie bufó y se dirigió hacia él caminando, manteniendo la espada con la punta mirando hacia el suelo. Lúne alzó una ceja y la observó de arriba a abajo con sus ojos grises y expresivos. Un cambio muy profundo había obrado en ella. Empezando por sus ojos: ahora eran tercos y algo felinos, sus cabellos oscuros y caídos en bucles andaban sueltos sobre sus hombros sin ningún complejo. Llevaba puestos unos negros leggins de espadachín que quizá había agarrado del armario de la sala de entrenamiento, unas botas altas de cuero, unos pantalones de seda a rayas blancas y negras que le llegaba a las rodillas y una sencilla camisa también de espadachín toda de cuero.

Tenía ante él a una guerrera, y no ya a una niña. Pero...

-Estaba considerándolo - se detuvo a unos pasos de él y cruzando los brazos sobre su pecho - Pero viendo este análisis que me estás haciendo con esos ojos de suficiencia infinita, como si lo supieras todo de mí, he cambiado de opinión.

Con un potente sprint se abalanzó sobre la pared que se situaba a la derecha de Lúne, se dió impulso con su pie derecho y, dando una voltereta en el aire, apareció en el otro lado del joven, como por arte de magia. En un desesperado intento de atajar el inesperado ataque de Anie, el joven lo atajó con su arma, pero la fuerza de aquella le hizo trastabillar y le obligó a rodar por el suelo atajando más ataques de aquella, mientras trataba de encontrar algún hueco dónde poder maniobrar bien para levantarse y contraatacar, antes de ser llevado...hacia las escaleras y de espaldas a ellas. ¡No! ¡No podía volver a llamar la atención!

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-¡Jaja! Deberías haberle visto la cara a esa chica. De veras que no tenía desperdicio. ¡Se enfadó por una simple canción! Imagínate si llego a gastarle una broma más pesada...¡Igual mi cabeza habría acabado sobre una pica! - Evan llevaba consigo su guitarra guardada en su estuche de cuero colgando de su espalda y sonreía con rostro falsamente sorprendido.

Lily sonrió con ironía, envuelta en uno de sus caros y recargados vestidos, enseñando aquel día un generoso escote que volvía las miradas a muchos de los presentes que en aquellos momentos volvían a sus clases después de aquella súbita interrupción de las clases.

-No pocas veces me dan ganas de hacer esto mismo contigo, Evan. Yo disfruto más con las caras de angustia de Lúne. ¿No quería intimidad? ¡Pues, por bocazas, ahora todo el colegio va tras él! - sonrió, tapándose la boca con su mano finamente enguantado con guantes de seda - Bueno, bardo gandul, me voy a clase. Nos vemos luego a la hora de siempre.

-¡Oh, Niero, Su'ma! (Oh, Adios, belleza)

-Niero - torció la boca la joven, mientras se despedía con un ademán de la mano - Pero viniendo de ti no sé si considerarlo un piropo, sabiendo dónde se posan siempre tus ojos.

Evan se encogió de hombros y sonrió, de forma picaresca, haciendo intención de dirigirse hacia las escaleras que llevaban a los corredores de su curso de letras y música, pero unos fuertes golpes provinentes de las escaleras más elevadas de todo el colegio (las que llevaban a las salas de armas y de entrenamiento) hizo que todos los alumnos se detuvieran en seco y trataran de averiguar con sus sorprendidas miradas qué era lo que estaba sucediendo ahí arriba. Al cabo de pocos segundos alguien empezó a pronunciar el nombre de Lúne y todos los presentes, uno a uno, le reconocieron luchando junto a una joven al parecer igual de habilidosa con la espada que él.
Tal y como se esperaba, muchas jóvenes empezaron a murmurar entre ellas, quedándose al principio heladas por las estocadas de ambos jóvenes, pero luego emocionadas al saber que el feérico era además de misterioso, un guerrero.

-Ya puedes ir retirando lo que dijiste sobre una pica y una cabeza de tu vocabulario irónico, Evan - Lily le guiñó un ojo mientras observaba las piruetas que realizaban ambos sobre las escaleras de tal forma que a veces parecía que se precipitarían hacia abajo. Los presentes habían empezado a vitorear y a aplaudir a ambos combatientes animando, sobretodo las chicas, al supuesto joven feérico.

-¿Quieren espectáculo? - resopló Lúne, harto de ser el centro de atención desde que les hubiera hecho creer a aquellos 3 metomentodo que era feérico - Pues lo tendrán.

-Aja - replicó una sudorosa Anie que no paraba de atacar a su adversario con todas sus fuerzas disponibles - Se ve que es la única cosa que sabes hacer. Todo, menos luchar.

Dicho aquello, el joven de Varmal, sin previo aviso, subió de un salto sobre la baranda de un rellano de las escaleras y se quedó haciendo equilibrio y dando estocadas, a la vez. Abajo se escuchó un rugido entre asustado y entusiasmado. Dando saltos sobre la peligrosa baranda iba esquivando las estocadas de la joven, hasta que, de una fuerte patada en el pecho, lanzó a Anie hacia la pared de enfrente, chocando contra ella y quedándose dolorida en el suelo y llevándose ambas manos a la espalda, con la cara desencajada. Lúne abrió los ojos, sorprendido: Había jugado sucio, no era propio de él una patada así, a destiempo, y menos en un entrenamiento. Fue hacia ella, preocupado por si Anie se habría fracturado algo y se arrodilló junto a ella.

-Perdona, no fue honorable lo que hice. ¿Te encuentras bien?

La chica lo miró con los ojos brillantes, que denotaban que, efectivamente, estaba mejor de lo que él creía y, en menos de un segundo, sintió el duro golpe de la madera sobre su cabeza. Cayó al suelo, semi-inconsciente, y cuando quiso levantarse la bota de la muchacha se encontraba sobre su pecho, impidiéndole moverse.

-He ganado - espetó ella, silbando disimuladamente y sonriendo - Yo también sé usar mis trucos, querido Lúne.

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Elrick observaba, desde el gran ventanal del salón para invitados, cómo la nieve caía lentamente sobre las sucias y laberínticas callejuelas de Firya mientras, aquí y allá, aparecían grupos de soldados ataviados con capas de color púrpura y empuñando lanzas y espadas. Aquella sombría e invernal tarde no existía el constante y alegre ajetreo y la vitalidad tan propia de la ciudad, más al contrario: las gentes paseaban con el rostro grave, agrupándose entre ellos mientras señalaban con sus dedos a los pelotones de infantería y a los arqueros.

Se avecinaba la guerra.

-Hacía siglos que no teníamos necesidad de desplegar tropas - dijo la alcaldesa tras él, como si hubiera adivinado sus pensamientos - La gente está asustada y no entiende esta situación.

Elrick cruzó sus musculosos brazos sobre el pecho y suspiró, sus ojos clavados en el brumoso horizonte que se perfilaba sobre el grisáceo océano.

-Esta guerra - espetó el feérico, con la voz ronca - es el final de un ciclo y el principio de otro. Sus consecuencias, sin embargo, son imprevisibles - se giró hacia la alcaldesa apoyando su espalda contra el ventanal. La alcaldesa presentaba un rostro severo y sombrío y unas grandes ojeras bajo sus ojos verdes que denotaban un gran cansancio. La mujer había dejado de lado sus obligaciones en aquellos delicados momentos para reunirse con los 3 feéricos viajeros y ahora se hallaba en aquel sencillo pero bonito salón en dónde, entre otras cosas, se alzaba una pulida mesa de madera en el centro, rodeada por cómodas sillas ricamente tapizadas.

-Dejemos ahora de lado este penoso tema y centrémonos en vuestra misión - replicó la mujer, de nuevo, repasando con su mirada al resto de los presentes: Hanuil e Ichiro - Necesitaréis un mapa detallado que os permita salir de Firya sin ser advertidos por el enemigo, aparte también de unas ropas más...adecuadas.

Hanuil se encogió de hombros, sonriendo con sarcasmo y acomodándose en su silla tapizada con motivos vegetales y florales de colores vivos.

-Tiene razón alcaldesa, gracias por haber venido - dirigió su mirada hacia Elrick - Respecto al plan, sigo preguntándome, Elrick, por qué debemos infiltrarnos en Wail, y más aún, por qué deberían confiar en nosotros, unos desconocidos que tratamos de descubrir el escondite de su Jefe verdadero - arqueó las cejas, incrédulo - No es que desapruebe la recomendación del Concilio de Ciriol, pero creo que estamos dando palos de ciego.

Ichiro, la cual sentía una gran congoja en el pecho y un vacío que la devoraba por dentro, asintió, en silencio. Elrick se sentó en una de las adornadas sillas y se dirigió a los dos otros feéricos, arqueando su cuerpo hacia ellos y manteniendo la serenidad.

-Debido a las circunstancias actuales, internarse en el interior de Wail, teniendo éstos desplegados a casi todas sus tropas fuera de sus tierras, es lo más sensato que se puede llevar a cabo - Hanuil le devolvió una mirada interrogativa y prosiguió -Aunque suene extraño, ahora mismo es el único lugar seguro hacia dónde podemos dirigirnos para tratar de averiguar el origen de todo este caos.

-¿Y las montañas de Ilmaren? - Ichiro por fin rompió su silencio y su dulce y aflautada voz acarició con su calidez las frías y tapizadas paredes del salón con motivos legendarios y mitológicos, casi todos del mundo feérico - Solfka nos dijo a mí y a Lúne que Nuán conoce cosas de aquella región que podrían darnos muchas respuestas. Creo que deberíamos hablar con él.

Su corazón se aceleró al recordar que, al día siguiente, si partía con sus compañeros, quizá no volvería a ver al joven de Varmal. Elrick se frotó su calva tatuada ahora recubierta de sudor, y no precisamente por el calor.

-¿Otra vez con lo mismo, Ichiro? Ya lo hemos hablado miles de veces antes de tener esta charla - observó a la alcaldesa, que en aquel momento se hallaba de pie ante el ventanal, con el ceño fruncido, observando cómo se había puesto a nevar sobre la ciudad, de nuevo - Lúne es libre de hacer lo que quiera, pero no podemos arriesgarlo todo por un puñado de leyendas infundadas. Si seguimos por ahí, vamos a terminar con la paciencia de la alcaldesa, que ha venido sacrificando un tiempo precioso.

-Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su vida, tú mismo lo has dicho - intervino Hanuil, cruzando las piernas y visiblemente enfadado con Elrick y componiendo una mueca de disgusto - Sinceramente, es más fiable un puñado de leyendas que esa locura que tratamos de cometer. Yo por mi parte no estoy plenamente dispuesto a emprender esta aventura si no disponemos de más información.

La alcaldesa, que observaba ahora a Elrick por el rabillo del ojo y veía cómo su rostro iba enrojeciendo paulatinamente y estaba a punto de perder los nervios de acero que poseía, decidió acercarse a todos ellos y, sobre la mesa que se hallaba en el centro del salón, ante todos ellos, depositó un pergamino que había extraído desde dentro de su chaqueta entallada y lo extendió sobre la superficie de madera.
Se trataba de un detallado mapa de Firya y de la región circundante a ella.

-Acercaos, por favor, y haced el favor de no pelear en estos momentos tan delicados. Hay que empezar a tomar decisiones rápidas. No siempre dispondremos de toda la información - alzó los ojos y miró con reprobación a Hanuil y a Ichiro, luego prosiguió, señalando el mapa - Sea cual sea la decisión que toméis, es preciso primero saber cómo salir de esta ciudad de la forma más inadvertida posible - su dedo ascendió hasta un punto del mapa que marcaba una construcción que les resultaba muy familiar. Estaba en el lenguaje de Ciriol, pero al estar situado sobre una colina que dominaba la ciudad, dentro del área directamente dominada por la Orden, se pudieron ya hacer una idea.

-¿La Escuela de Firya? - Ichiro abrió los ojos, sorprendida.

-Sí. Bajo la Escuela existe una red de túneles construida por el primer rector de la Escuela. El Túnel del Oeste va a parar al bosque de Síberet, fuera ya de las murallas y a salvo. Es un bosque muy espeso y traicionero, pero mejor perderse antes que caer en manos de los Lamat o de la Orden de Wail, ¿Verdad? - la alcaldesa sonrió de forma algo maliciosa, rebuscando de nuevo en su chaqueta y sacando otro pergamino. Sin duda, ya lo había previsto todo. Extendió el nuevo pergamino sobre el anterior y resultó ser, precisamente, el mapa de los subterráneos y de los túneles situados bajo la Escuela - Este pergamino mañana os puede salvar la vida - les guiñó un ojo, ya más serena, y con un lápiz dibujó una X sobre el túnel que debían coger - Una vez en el bosque dirigios más hacia el Norte y, si no os perdéis, encontraréis una aldea dónde, al menos, poder descansar una noche.

Elrick, con una leve inclinación de la cabeza, le agradeció a la alcaldesa el gesto de enseñarles el camino más seguro para salir de Firya en momentos tan delicados como aquel y se guardó el pergamino en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta. Hanuil se levantó y se dirigió hacia la alcaldesa.

-Habéis sido muy amable en perder el tiempo con unos viajeros andrajosos y perdidos como nosotros - Elrick le propinó una mirada reprobatoria, pero Hanuil sonrió, impasible - No sé cómo podremos devolverle todo lo que está haciendo por nosotros. Me considero en deuda con usted y con su ciudad.

La alcaldesa sonrió, débilmente, mirándole con ojos distraídos.

-Agradézcanlo al consejo de Ciriol, que son los que realmente velan por nosotros. Por mi parte - sonrió ahora algo más abiertamente, abarcando con sus brazos a todos los presentes - Era lo mínimo que podía hacer. Toda ayuda es bienvenida, y más si proviene del mundo feérico. Estoy segura que encontraréis el modo de ayudarnos y devolvernos el favor, por eso estoy tranquila.

Los tres inclinaron la cabeza e Ichiro, sin más dilación, se apresuró en dirigirse hacia la puerta de salida.

-Lo siento, tengo que irme urgentemente. Necesito despedirme de alguien - espetó, sonrojada por la poca educación que había tenido para con la alcaldesa. Ella, sin embargo, pareció comprenderlo perfectamente a tenor del cambio que se obró en su rostro, volviéndose algo alegre y divertido.

-No te preocupes Ichiro. Adelante. Ésta es tu casa.

-¡Gracias! - se inclinó haciendo una torpe reverencia para luego desaparecer tras la puerta, corriendo. Necesitaba ir a ver a Nuán urgentemente, para así poder unirse a Lúne en su aventura. No, no permitiría que Elrick se la llevara forzada de Firya. Si ambos caminos eran inciertos, el camino del corazón era el que quería seguir. Y aquel era el que transcurría junto a Lúne.

La Resistencia. Capítulo 9: Un silencioso amanecer.

-¡Anie!

La joven, que se hallaba arrebatada contra la pared y golpeando con impaciencia el suelo con uno de sus zapatos de charol, se giró reconociendo de inmediato la voz que la llamaba. Suspiró, repleta de paciencia y observándola de arriba a abajo con sus ojos rasgados.

Yume volvía a hacérsele tarde y la haría llegar tarde a clase también a ella. Tardaba siempre lo indecible para vestirse y arreglarse, al contrario de Anie, la cual se contentaba con mojarse el pelo con rapidez, peinarse sus cortos cabellos castaños por encima y vestirse con lo primero que encontraba en su nuevo armario de la Residencia. Llevaba puestos unos pantalones anchos y negros y un jersey a rayas de color azul y negro.

Yume, al contrario, era el contraste perfecto. Salió de la Residencia vestida a la última moda de Firya (ya se había encargado el día anterior de ir de compras y había sido un infierno para Anie). Ahora llevaba sus bonitos y dorados cabellos trenzados que le llegaban hasta la mitad de su espalda. Llevaba puesta una pintoresca falda de colores que parecía estar hecha de trapos superpuestos, unas calzas blancas acompañadas con zapatos de charol rojos y una blusa también roja decorada con flores blancas alrededor de sus torneados pechos.

Sus ojos azulados volvían a ser aquellos que había conocido Anie antes de toda la tragedia: vivos, inquietos y cálidos. Anie sonrió al verla tan animada.

Aunque no era para menos.

Lúne había vuelto de Ciriol y aquel mismo día iba a incorporarse a las clases, que ya hacía varios días habían empezado. Sin duda, se la veía muy bella y radiante, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

-¿Lista para un nuevo día? - preguntó Yume, después de darle a su amiga dos enérgicos besos en las mejillas - ¡Arg! ¡Estoy histérica! - la agarró del brazo, con fuerza - ¡Anie! ¡Que hoy vuelve ÉL!

-¡Oye! ¡A mí no me metas en tus líos! Ya sé que estás emocionada por la vuelta de tu principito, pero por las mañanas nada de gritos ni de gestos de niñita enamorada.

-Jo... - Yume apretó el paso para ponerse a la altura de Anie, andando por una de las estrechas y animadas callejuelas de Firya y dirigiéndose hacia la enorme universidad de la ciudad - ¡No me digas que no te lo pasas en grande ahí! ¡Seguro que ya hay alguien que te gusta! - dicho aquello se puso a dar saltitos. Su amiga no tardó en fijarse que la mitad de los chicos que pasaban a su lado se fijaban en ella y se hablaban en susurros, mientras reían.

Anie resopló nuevamente y esbozó una sonrisa, mirándola de soslayo: volvía a ser la Yume plasta de siempre y la que se ponía a bailar y a hacerse notar por todo dónde iban.

-Acabamos de empezar. Estoy más preocupada por los estudios, sinceramente - se encogió de hombros - Hay que ponerse al día con los demás, pues nos llevan un mes de ventaja. Llevo también mucho tiempo sin tocar el cello. Ya habrá tiempo para... - puso los ojos en blanco - esas cosas.

Anie nunca había tenido éxito con los chicos, aunque Yume siempre le insistía que si se arreglaba más y se cuidaba su aspecto, los tendría a todos a sus pies con un simple chasquido de dedos. Pero aquello poco le importaba. No es que no le gustaran los chicos, al contrario. Pero todos le parecían estúpidos y simples como cazuelas vacías. Su amiga era muy diferente. A los pocos días ya se habían metido en el bolsillo a todos los jóvenes de la clase y a algunas chicas. Otras la evitaban siempre, celosas de su popularidad. Pero aquello aún parecía divertirla más.

-¿Cómo me ves, Anie? - preguntó Yume, con rostro preocupado.

-Arrebatadora - replicó ella, con voz seca - No te preocupes tanto, anda.

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Después de cerciorarse qué clase habían asignado a Lúne, Yume entró en el aula con el corazón en un puño. ¡Solamente 4 horas le separaban de su reencuentro con él!
La última clase era la de Historia de Espiral, su asignatura más odiada después de Cálculo. Se la pasó mirando por la ventana la bella estampa que ofrecía Firya desde la colina dónde estaba ubicado el complejo universitario. Una caótica disposición de casas con los techos de color rojizo se extendía hasta llegar al mar. Sobre las colinas, unos bosquecillos brillaban con la tenue luz del Sol de principios de Invierno. Allá abajo, en el centro de la ciudad, se estaba celebrando el Mercado, repleto de vendedoras y vendedores que ofrecían sus productos gritando a mansalva. Los juglares, mientras tanto, deleitaban a los numerosos transeúntes y trabajadores que copaban las estrechas calles y las placitas. Nunca se hubiera imaginado que le gustara tanto aquello. No quería recordar, quería recuperar su vida, el tiempo que le habían robado.

Sonrió, al pensar que aquel día recuperaría del todo su alegría y su felicidad. Sin embargo, ante el profesor, su cara aparecía con una sonrisa embobada dirigida hacia las escasas nubes que flotaban en el cielo. Sus ojos se hallaban perdidos, reconcentrados en sus pensamientos.

-¡Yume! ¡Yume! - espetó el profesor, airado - ¡Te estoy haciendo una pregunta!

La joven salió del estupor, como si hubiera despertado de un sueño, y observó al profesor de forma desconcertada.

-Eh...dígame.

-¿Qué año los Lamat atacaron por primera vez Espiral?

-Eh...espere...lo tengo en la punta de la lengua... - en realidad no había escuchado nada de lo que le había preguntado - El...¡El año pasado!

Todos los compañeros de clase rieron a carcajadas y ella se sonrojó ligeramente. Pero aquel día solamente tenía ganas de sonreír y se unió a la risa general.

-A mí no me hace gracia, Yume. No creo que te rías tanto cuando saques el 0 que me espero de ti.

La joven se encogió de hombros y le guiñó un ojo al resto de la clase. Los chicos cambiaron su semblante, sonriéndole y, algunos de ellos, suspirando.

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Lúne aún se hallaba mareado por la larga travesía en barco y, encima, había tenido que aguantar otra vez un primer día en una Escuela desconocida. Había entrado en clase y, tal y como venía haciendo desde siempre, se había sentado en el pupitre de atrás, contemplando y analizando al resto de la gente sin interés aparente. Para rematarlo todo, él era el único alumno nuevo en aquellos momentos de toda la escuela y, por tanto, no dejaban de mirarle y de hablar de él a sus espaldas. Se había limitado a tomar unos cuantos apuntes con desgana, a escuchar a los varios profesores que les llenaban la cabeza de sermones sobre las diferentes asignaturas y a presentarse ante ellos con extrema frialdad, sin mencionar de dónde venía ni cuáles eran sus intenciones al acabar los estudios, pues aquel era el año previo a los Estudios Especializados.

Tenía preocupaciones mucho más grandes en su mente, sin duda alguna. Ya había tratado de entablar una conversación con Nuán (el cual había entrado en la escuela como nuevo profesor de una nueva asignatura en la escuela: Sociedades Feéricas. Al saber de la estancia en Firya de un hombre famoso y sabio como él, la misma directora del centro se lo propuso) justo una hora antes de empezar las clases, pero aquel le había dicho que reposara y que ya hablarían mañana. ¡Otro día! ¿Qué pretendía? ¿Cómo se podía mantener tan sereno rodeados de guerra como estaban? ¿Acaso ya se debía conformar con sentirse a salvo en Firya?

Se hallaba sentado en un banco cerca de la salida, justo debajo de un cerezo que, debido a la estación, estaba perdiendo poco a poco sus hojas, lo cual era un espectáculo precioso. Las hojas rosadas caían suavemente alrededor del banco, formando una bonita alfombra de aquel color. De hecho, la escuela se hallaba rodeada de cerezos y ciruelos. Observó cómo los jóvenes y las jovencitas pasaban a su lado riendo, gritando y hablando. Algunos de ellos le observaban con extrañeza y seguían haciendo comentarios en voz baja. Seguramente, muchos habrían escuchado los rumores que le atañían. Cuando alguno de ellos le miraba y él mantenía posados sus ojos sobre él, se la apartaba, con rapidez.

¿Le tendrían miedo? Si era así, no le importaba.

Aquel día iba vestido con una elegante casaca azul con botones y remaches con forma de espiral plateados, y pantalones y calzas negras junto con unas botas altas del mismo color. También se había puesto un pequeño sombrero con una pluma negra encima, que solía usar en Fortaleza para sus clases de esgrima. No solía ser partidario de vestirse de aquellas maneras, pero aquella mañana a Ichiro le había encantado verle así y le había rogado que se acostumbrara a vestir mejor. ¡Maldición! Pero le había prometido que se verían en la plaza de Firya 2 horas después de clase, para dar un paseo. Tenían que hablar de algunas cosas importantes, muy importantes. Y además, anhelaba estar en su compañía, besar sus labios, verla sonreír...

Imbuido en sus pensamientos y esbozando una sonrisa pensando en la feérica, no se percató que la persona que estaba esperando se acercaba corriendo hacia él.

-¡Lúne! ¡Lúne!

El joven se giró, súbitamente, como despertado de una bella ensoñación, y entonces la vio.

Era ella, más bella que nunca, con ojos llenos de emoción y con una sonrisa que era el símbolo de la felicidad más absoluta. Solamente habían pasado unos días, pero en ella volvía a reconocer a la Yume con la que había estado saliendo en Fortaleza. ¡Había cambiado tanto! Se alegraba mucho por ella, excepto por tener que confesarle aquello. Y, ahora más que nunca, sentía un miedo aterrador en decirle la verdad. Él no tenía derecho a interferir en su recuperada felicidad. Pero tenía que hacerlo por Ichiro.

-¡Ho...hola Yume!

La joven se tiró, literalmente, sobre él, sentándose sobre sus rodillas y, sin tiempo de reaccionar, recibió un intenso beso en los labios y un abrazo paralizador. En seguida, se levantó y se separó de ella, lleno de confusión y agarrándose al banco.

-¡Ala! ¿Y eso a qué viene, Lúne? ¿No te ha gustado verme de nuevo?

-S...sí, claro que me ha gustado - esbozó una sonrisa, sintiéndose más falso y mentiroso que nunca - Es que he venido muy cansado. Han sido días de muchas preocupaciones.

Yume le agarró ambas manos y sonrió, tranquilizadora. Notó que algunos jóvenes que aún salían de la escuela le miraban con desprecio y envidia.

-Para eso estoy yo, Lúne, para animarte y estar contigo cuando más lo necesites - fue a darle otro beso en los labios pero él se apartó y le dió la mejilla - Pero...¡Lúne! ¿Qué haces?

El rostro de Yume se oscureció un poco y frunció el ceño, extrañada.

-Yume...yo...necesito tiempo - en aquellos momentos sabía que no se vería con coraje de decirle toda la verdad, algo que aún le hirió más - Han pasado...algunas cosas. Pero no quiero que esto te entristezca. Creo que... - hizo un esfuerzo, al observar que los ojos de la chica empezaban a refulgir con una mezcla de rabia y tristeza - lo nuestro no puede funcionar. Además, estoy muy implicado en toda esta guerra, más de lo que crees.

-¡Tonterías! - gritó Yume, pellizcándole una mejilla, y tratando de recuperar su sonrisa - Estás confundido por el viaje, eso es todo. Necesitas a tu lado a una chica que te comprenda y te saque de tu burbujita - añadió, con un tono algo agresivo y mirándole de arriba a abajo.

"Ya la tengo" - pensó Lúne, suspirando y tratando en vano de decirle lo que sentía de verdad - "Pero...sería injusto decírtelo tan deprisa. No puedo permitir que vuelvas al infierno del que viniste"

-Te lo digo en serio, Yume - cruzó los brazos y decidió pasar al ataque, mirándola con sus expresivos e intensos ojos grises - Te vi en Fortaleza con otro joven, y estabais a punto de follar - decidió ser lo más incisivo posible - Así que no me mires con esa cara. Lo has pasado muy mal, pero yo también he perdido a mis padres y, encima, te vi a ti de esa forma. Y para más inri, estoy metido en toda esta mierda.

Las lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de la joven, las cuales estaban rojas como una ventosa puesta de Sol. Se separó de él y le miró con sus ojos abiertos como platos y empañados.

-¡Eso...eso quedó en el pasado, Lúne! ¡¿Por qué me vienes con esas ahora?! ¡¿Qué pasa?! - le agarró de la casaca, con fuerza - ¡Te has enamorado de otra! ¿Verdad? ¡Eres un sinvergüenza, un cretino y un mentiroso! - le dió una bofetada en la mejilla.

A Lúne empezó a arderle el pecho, lleno de ira, sintiendo un intenso cosquilleo en su mejilla izquierda. Yume no se merecía aquello, pero también estaba siendo muy egoísta y muy niña. Y odiaba aquello. Agarró sus brazos y tiró hacia abajo, quizá con demasiada fuerza, haciendo que la chica cayera de rodillas al suelo.

-Tú no eres la única que ha sufrido. Trata de entender un poco a los demás - dijo, frío como el hielo, a pesar de que la velocidad intensa de su corazón indicaba lo contrario - He tratado de hablarlo con tranquilidad, pero tú aún eres una niña. Si querías saber por qué quiero cortar, ahí tienes la respuesta, con tus propias acciones. Adiós.

Se dió la vuelta y se fue, con paso rápido, dejando atrás a la muchacha que ya había roto a llorar desconsoladamente, con sus manos en el rostro. Lúne solamente quería irse de ahí. En cierta medida sí, se sentía un completo sinvergüenza. Había dejado a una chica llorando y ni siquiera la había ayudado a levantarse. Y encima le había sacado algo del pasado que no venía a cuento. Pero...¿Qué otra cosa podía hacer?

Cuanto antes le odiara, mejor.

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Ichiro ya empezaba a sentirse un poco impaciente, a pesar que ella no era una persona nerviosa. Hacía ya 10 minutos que Lúne debería estar ahí, en la plaza de Firya, y solamente pensar que empezaba a ponerse el Sol y los comerciantes se afanaban en recoger sus tenderetes callejeros, le invadía una gran inquietud. Se había levantado un poco de frío y a lo lejos empezaban a escucharse rumores de tormenta. El ambiente estaba electrificado.

Sentada sobre el pedestal de una enorme estatua ecuestre dedicada a Féntar, jugueteaba con las bolitas blancas que colgaban de su rosada falda. Solamente había visto a Yume en contadas ocasiones, pero era una joven muy bella y coqueta, y sin duda sabía vestir muy bien. Era el tipo de chica que atrae a los hombres como un imán, con una especie de magnetismo inexplicable y Lúne le había comentado que aquella misma tarde cortaría con ella. Pero...¿Y si...?

No, no podía desconfiar de él, además, sabía que no querría hacer daño a Yume, escondiéndole sus sentimientos por más tiempo. Ella nunca había sido celosa, o eso al menos creía. Se observó sus medias azules y blancas a rallas, sus zapatos rosados y la blusa color miel que dejaba entrever un poquito de escote. No se lo había dicho a Lúne, pero aquella misma tarde había ido de compras para hacerse con algunos bonitos vestidos, que bien falta le hacían. En el Mundo Feérico la vestimenta estaba relegada a un lejano segundo plano, pero en los mundos humanos la gama de coloridos y diferentes vestidos era un calidoscopio que le llegaba a marear. Nunca se había preocupado por aquellos detalles, ni tampoco en peinarse cuidadosamente los cabellos.
Se descubrió a sí misma pensando como una frívola adolescente de Espiral. "¡Maldita sea!" - pensó y suspiró, derrotada.

-Bueno - susurró, para sus adentros - Un día es un día. Espero al menos que le guste.

-No me gusta.

¡Lúne se había deslizado por la parte de detrás de la estatua y la había pillado totalmente desprevenida! El rubor de sus mejillas empezó a intensificarse. Lo miró, torciendo una ceja.

-Lu...¡Lúne! ¿Cómo osas asustar así a una chica indefensa? - espetó, levantándose de improviso y planchándose con rapidez su ropa - Eres un cotilla... - lo miró, con recelo, sus ojos melosos empequeñecidos y simulando enfado - ¿De veras no te gusta?

El humano la agarró cuidadosamente por la cintura y le acarició los labios con el dedo índice.

-Quería decir que "gustar" se queda corto...Me encanta - la besó con ternura, atrayéndola hacia su cálido pecho - Lo siento por llegar un poco tarde. La conversación con Yume se alargó innecesariamente y luego tuve que volver a la Residencia para dejar todos los libros - añadió, con un tono de voz tranquilo y sosegado.

Ichiro ladeó levemente la cabeza, simulando despreocupación sin dejar de mirar a aquellos bonitos ojos grises.

-Al final...¿Cómo fue?

La mirada de Lúne varió ligeramente y pareció querer mirar el horizonte con melancolía, apartando su mirada de ella. Sin embargo, sonreía con tranquilidad, como si se hubiera quitado un peso de encima.

-Hemos cortado. Eso es todo. Ya no tenemos por qué escondernos, Ichiro - le devolvió la mirada y ella, con un impulso que venció a sus pensamientos, le abrazó por el cuello y le besó. Después, su rostro se ensombreció, sin poderlo evitar. Desvió su mirada.

-Siento...haber interferido entre vosotros dos. No...no lo hice a propósito - susurró, con la voz cortada - ¡Sé que muchas chicas en Espiral dicen eso para...quedar bien! Pero...pero es verdad, yo...lo siento...

-Lo importante ahora somos nosotros, esta tarde es nuestra. ¿De acuerdo? No debes pedir perdón de nada. Hay cosas en la vida que son inevitables, para mal...o para bien - le dió un pellizquito en la cadera y le guiñó un ojo.

-¡Sí! - Ichiro recuperó la sonrisa y le agarró de la mano. La tormenta, poco a poco, se aproximaba, pero aquello ya era lo de menos. Nada podría impedir que estuvieran juntos, fueran rayos, tsunamis o aludes de nieve - ¡Vamos a dónde está aquel grupo de gente! - señaló una gran multitud, al otro lado de la plaza, que rodeaba a algo o alguien que no podían ver - ¡Ardo en curiosidad!

-Será algún juglar. ¿No prefieres ir a pasear al lado del mar? - la miró, poniendo los ojos en blanco. Los juglares solían ser unos auténticos bandidos. Nunca había confiado en ellos.

Ichiro tiró de su brazo con insistencia y, al notar que se resistía y que no podía arrastrarle, empezó a entrarle una risa descontrolada.

-¡No seas tímido! ¡Vamos! - trataba de contener las carcajadas sin éxito - Por favor... - dejó de tirar y se acercó a él abriendo los ojos exageradamente y haciendo morritos. Lúne se sonrojó ligeramente y suspiró.

-Está bien...pero sólo un ratito.

-Jeje, lo sabía, tienes tu corazoncito - le sacó la lengua y esta vez sí se dejó arrastrar por ella hacia la multitud. Lúne la miró de arriba a abajo, pues ella iba delante suyo. Nunca la había visto vestida a la moda humana. Los vestidos de los viajeros eran muy sobrios, pero aquel día ella estaba realmente arrebatadora. Con los largos vestidos que solía llevar no había podido observar su cuerpo con todo detalle, pero por primera vez veía todas las curvas. Un fuerte calor descendió desde su pecho hacia abajo. "Maldito pervertido" - pensó - "Empiezas a parecerte a Hanuil".

Llegaron por fin junto a aquella marabunta y, efectivamente, todos coreaban diferentes canciones de todo lo largo y lo ancho de Espiral. Algunos de ellos, la mayoría los típicos hombres obesos de taberna, estaban en un estado ebrio muy avanzado, jarras de cerveza en mano.
En el centro se hallaba una figura muy familiar para Lúne, el cual había asistido a muchos recitales cuando era pequeño. Era sin lugar a dudas un juglar errante, de los que abundaban en Espiral: sombrero verde con pluma azul, una desgastada y vieja túnica también de color esmeralda, pantalones anchos de rayas azules y blancas y unos llamativos y puntiagudos zapatos rojos con cascabeles. Observando su alargada nariz roja y sus movimientos, pudo saber perfectamente en qué estado se hallaba aquel músico. Aún así, tocaba el laúd más que bien pese a su voz ronca debido quizá a muchas copitas de ron.

Ichiro, entusiasmada, empezó a dar palmas junto al resto del público mientras miraba de reojo a Lúne.

-¡¿Te la sabes?! - gritó, en medio de la enfebrecida muchedumbre - ¡Es increíble! ¡Es como las leyendas que he leído! - casi lloraba de la emoción.

-Claro que me la sé. Es una vieja canción campesina del oeste - el joven miembro de Varmal, a pesar de su inicial negación para ir a ver el espectáculo, esbozaba una sonrisa, rememorando viejos tiempos - Se llama "La pastorcilla solitaria".

-Ovejas de día
y una pinta de cerveza
sobre la paja del establo
suspiraba
suspiraba la pobre
pastorcilla.

Una noche
borracha perdida
salió al bosque
y un oso la raptó
un oso se la llevó.

Días después
la familia del oso
recibió una extraña
carta:
"2.000 monedas
o les envío
la cabeza de su hijo"

Y con aquel rescate
la pastorcilla
se hizo condesa
en un palacio lejano.

Y cuando se pone el Sol
los aldeanos cuentan historias:
de niños-oso
que pululan libres
en los bosques.

Ichiro se tuvo que secar las lágrimas con un pañuelo, de tanto reír. ¡Era la canción más divertida que había escuchado en toda su vida! Aplaudió con fervor. Lúne también se unió a los aplausos, pero de forma más desapasionada. Era una canción muy popular.
El juglar borracho paró de tocar el laúd, supuestamente para descansar, aunque en verdad lo hacía para pasearse entre los presentes con su pandereta vuelta del revés, recaudando las pocas monedas que le daban. El músico, una vez hubo recogido el dinero, dando las gracias con profundas y exageradísimas reverencias, volvió a sentarse sobre su taburete. Sin embargo en vez de seguir tocando, empezó a escrutar a los presentes con una mirada brillante y perdida en alcohol.

-Bueeenio, buenio...Auorra nnneshesito unn vuoluntiario...sino...me negio a 'antar.

Todo el mundo estalló de nuevo en carcajadas al escuchar las palabras entrecortadas del juglar. Ichiro, sin pensarlo un sólo momento, agarró el brazo de la casaca azul de Lúne y tiró de ella con fuerza.

-¡Lúne! ¡Sal a cantar, por favor! - trató de componer de nuevo una mirada adorable y brillante con sus irresistibles y enormes ojos ámbar, pero Lúne, aquella vez, pareció no caer en la trampa.

-¿Estás loca? - sonrió Lúne, amagando una carcajada burlesca y apretando con suavidad los carrillos de la feérica con una mano - ¿Y por qué no vas tú?

-Do dengo uena oz - replicó ella, con los carrilos apretados. Una vez se libró de sus manos, siguió empujando al humano hacia adelante - ¡Anímate, anda!

-¡Parieche que eshte moichiacho se va a 'nimar! - el juglar, que no se veía claro ni a sí mismo, creyó ver que Lúne trataba de acercarse al escenario sin observar que en aquellos momentos estaba siendo empujado por su chica. Se acercó dando saltos hacia dónde se hallaba Lúne, el cual ya estaba fulminando a la feérica con su mirada. Ella apretó sus dos manos, emocionada.

-¡Ánimo, Lúne, lo vas a hacer fenomenal!

-La venganza se sirve fría, Ichiro - sonrió, maliciosamente, mientras todos los presentes empezaban a aplaudirle con una gran ovación, más para que siguiera el espectáculo que por él. El juglar se abrazó a él y le enseñó sus asquerosos dientes amarillentos, no sin antes eructar en su cara con un no demasiado agradable olor a ron.

-¿Cionoshes lllaa...canshiioon... - se puso a pensar, con ojos vidriosos, mientras volvía a sentarse al taburete y a empuñar su viejo laúd - "¿Ll...la vidda puedie ser maravishosha?"

-En pocos lugares se permite cantarla - respondió Lúne, el cual se sentía totalmente abrumado por el gentío que le observaba desde todos los ángulos. No solía ponerse nervioso, pero en aquel momento sentía su corazón latir con una fuerza inconmensurable - Por supuesto que la conozco. La cantaré y luego me voy. ¿Entendido?

-Shi claro, joven - volvió a sonreír con aquellos dientes mellados - Vamos pues.

El juglar empezó a tocar, de forma grácil, la lenta y bonita melodía que servía de introducción a la canción. Por la expresión de los rostros de la gente, no se la sabía casi nadie. Eso, contra pronóstico, divirtió a Lúne, el cual empezó a sentirse con ganas de estrenar su voz después de tanto tiempo sin cantar. Carraspeó, justo cuando llegaban los acordes que indicaban la entrada de su voz. Se puso una mano en el pecho y cerró los ojos. La recordaba bien. ¡Vaya si la recordaba! Sólo permitían cantarla en Varmal, y se ve que también en Firya.

-La vida puede ser maravillosa
vayas dónde vayas
jugar con el destino podrás.

Bajo un árbol ancestral
copas de Lera
y magia flotando
en derredor.

Manjares y furcias,
ensalzaremos nuestra gloria
con humildad
rodeados de riqueza.

Todos escuchaban, embelesados, la dulce y aflautada voz de Lúne.
Ichiro se había quedado muda, con el pecho estallándole desde dentro.
En el parón instrumental, Lúne miró hacia el cielo, observando las primeras estrellas de la noche aparecer en el cielo azul oscuro, escuchando los truenos cada vez más cercanos. Luego, retomó la canción.

La vida puede ser maravillosa
entre bardos, condesas
y cortesanas.
¡Benditos sean los escotes
y los libros sagrados!

Luego miraremos a otro lado
señalando a otros
para seguir en nuestro camino
el más bello e iluminado
sin mácula que declarar.

La vida puede ser maravillosa
si se tiene dinero
para en una Orden entrar.

Lúne, por vez primera en su vida, se encontraba totalmente inmerso en un auténtico baño de multitudes. Todos le aplaudieron fervorosamente e inmediatamente ya le estaban pidiendo que cantara otra canción más. Esbozó una tímida sonrisa de agradecimiento junto con un gesto de negación con su cabeza, y volvió junto a la feérica, la cual le miraba como si el joven se hubiera convertido en un extraño.

-¡Es increíble, Lúne! ¿Cómo...cómo es que no me lo habías dicho nunca? - le abrazó, mirándole con una mezcla de extrañeza y alegría - ¡Tienes una voz maravillosa!

-Bueno, no será para tanto - sonrió Lúne, encogiéndose de hombros - ¿Vamos a ver la puesta de Sol?

-¡Oh! ¡Está bien! ¡Vayamos!

El joven de Varmal se sentía extrañamente ligero, con ganas de gritar a los cuatro vientos. Agarró a Ichiro entre sus brazos, por sorpresa, y, levantándola del suelo, empezó a dar volteretas. Una vez volvió a dejarla en el suelo, Ichiro estaba roja de tanto reír.

-¿Ves? Por mucho que disimules, te ha gustado que te aplaudieran - le guiñó un ojo.

Lúne se limitó a sonreír y a cogerla de la mano. Si, en verdad no había estado nada mal.

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-¿Y para esto has venido a mi apartamento, para decirme que te sientes traicionada?

Anie estaba ya vestida con un sencillo pijama de rallas rojas y blancas, y escuchaba pacientemente los lloros y los gritos de Yume sentada en una destartalada silla y con las piernas cruzadas. Movía hacia adelante y hacia atrás su pie derecho, tratando de contenerse.

-¡Me ha estado traicionando! ¡Me ha engañado! - la rubia dió un golpe sordo contra la mesa de madera que separaba a ambas amigas, sobre la cual reposaban un montón de libros y dos tacitas de te - ¡Me he vestido como una ramera por él, me doy vergüenza!

-Nunca te había visto así, Yume, tranquilízate un poco, anda - Anie dió un sorbo de te y lo dejó reposar de nuevo sobre la mesa, con toda la calma que pudo reunir. Prosiguió - Bueno, ahora ya estáis en paz. ¿No? Tu también me viniste a llorar un día, diciéndome que le habías engañado con otro. Además, tú siempre vas vestida así - Anie cogió un libro que rezaba "Encantamientos" y empezó a hojearlo, como si estuviera dejando zanjado el tema.

-¡Pero como puedes ser tan fría! - Yume se arqueó hacia ella y se dió un puñetazo sobre la palma de su mano - ¡Claro! Tu también estás coladita por él. Es eso. ¿Verdad? Por eso le defiendes.

Anie alzó sus rasgados y escrutadores ojos castaño del libro y la observó con una mirada brillante llena de burla.

-Claro, Yume. He estado tirándomelo en secreto desde que os conocisteis. Yume, deja de ser tan niña, anda - volvió a hojear el libro, indiferente - Yo también he tenido problemas con algún chico y nunca me he puesto de esta manera. Me pregunto si Lúne te lo reprochó alguna vez, cuando nos sacó, junto con Nuán, de Fortaleza y nos salvó el pellejo.

-¿Ves? Antes le odiabas y ahora se te caen las babas, Anie. Deja de fingir - Yume sonrió y se sentó en otra silla junto a su amiga, echándole una intensa mirada - Si fueras tú la que me ha quitado a Lúne, no me enfadaría, te lo juro Anie. Pero confiésalo, anda. Y no me vengas con esas, que tú eres una solterona desde que te conocí.

Cuando Anie volvió a alzar su mirada, aquella ya no tenía nada de burlesco ni de calmado. Ya empezaba a sentirse harta. La fulminó con sus ojos.

-No sigas por ahí, Yume. Lúne nunca me ha interesado ni me interesa. Solamente estoy tratando de ver las cosas con perspectiva - cerró el libro y suspiró, profundamente - No es momento de obsesionarse por estas cosas, estamos en medio de una guerra, no sé si lo has olvidado. Además, sé que casi todos los chicos de la escuela van detrás tuya. En este sentido, no te puedes quejar - sonrió amargamente - Es cierto, nunca tuve éxito con los chicos. Pero los pocos con los que estuve, no lo he ido diciendo por ahí.

-¿Me estás llamando presumida, acaso? - la miró con los ojos entornados.

-Por supuesto que sí. Eres muy presumida y en eso radica parte de tu encanto - replicó la interpelada, con una sonrisa torcida - ¿Podemos cambiar ya de tema?

Yume frunció el ceño y se llevó las manos a la cabeza, sintiéndose derrotada y frágil como una rosa en Invierno.

-No me rendiré, Anie, eso tenlo por seguro - dijo, con un hilillo de voz.

-No me esperaba menos de ti - Anie abrazó a su amiga, ahora con una dulce sonrisa en su rostro, acariciándole la espalda con cuidado - Ahora trata de distraerte con otras cosas. El tiempo es más sabio de lo que crees y no me gusta verte así - Yume había roto a llorar - Ya está, ya pasó. Tu sabes que todo lo que te propones, siempre que pienses en positivo, lo logras. Quiero a mi Yume de siempre. Sonriente y feliz.

Yume la miró con una sonrisa en los labios, sin que su torrente de lágrimas cesara de brotar de sus bonitos ojos claros.

-Gracias por aguantarme, Anie.

-Venga va, no te me pongas sentimental - se separó de ella y se levantó, dirigiéndose hacia el armario que compartía con otras chicas de la Residencia. Lo abrió y escogió dos pequeñas espadas de madera y volvió de nuevo a su sitio, con una sonrisa un tanto maliciosa. Yume se quedó perpleja, limpiándose las lágrimas con un pañuelo de seda rojo.

-¿Qué haces con esas espadas de entrenamiento? - preguntó, aún sollozando un poco - ¿Ahora te ha dado por ser guerrera?

-Oh, no exactamente - dejó la espada sobre las piernas de la rubia y se puso a observar la suya, con detenimiento - Digamos que he empezado a atender a clases de lucha con espada. Nunca se sabe cuándo te van a servir, y más en estos tiempos. Una mujer tiene que saber defenderse. Ah y también te recomiendo asistir a clases de encantamientos y contra-encantamientos - la miró con una seriedad llena de disciplina, como si se tratara de una profesora.

Yume la miró de arriba a abajo, aún sorprendida por lo que le estaba diciendo su mejor amiga. Luego, sin poder resistirse, empezó a reírse con fuerza.

-¡Anie! ¡Yo no sirvo para estas cosas! Prefiero dedicarme a la danza.

-Pues si no quieres aprender, te tendré que enseñar yo. Si alguien te ataca y mueres, al menos no me pesará la consciencia, porque te habrás defendido con un par de ovarios.

-¡Qué malvada eres! - gritó Yume, dándole un suave bofetón en el brazo con su puño - Te repito que yo estoy hecha de otra forma. Me gustan las cosas más...digamos... - pensó cómo lo podía decir para no enojar a su amiga - sutiles.

Anie se levantó espada en mano y, delante suya, la retó con el arma de madera dirigiéndose hacia ella.

-¡Querías decir que no soy suficientemente femenina! ¿Verdad? - espetó, con un tono de voz simulando enfado y con el ceño fruncido - ¡Levántate! Ahora vas a saber lo que es bueno. Coge tu espada. Voy a enseñarte, debilucha.

-¡Oye! ¡No me digas eso! - se levantó, empuñando la espada con una mano, como si estuviera sosteniendo un palo - ¡Ahora verás!

Yume dió un torpe y lento paso hacia adelante y, trazando una curva en el aire, le dirigió un espadazo directo a la pierna derecha de su amiga. Pero ésta, con facilidad, lo esquivó y, con un rápido giro, la agarró con suavidad pero con firmeza desde atrás por el abdomen con su mano libre, y rápidamente le colocó la espada en el cuello. Lo había hecho todo con una facilidad pasmosa.

-Tienes dos opciones - dijo Anie, sonriendo con sarcasmo - La primera es morir; y la segunda...¡Que me devuelvas los libros que te dejé el año pasado y aún no te has molestado en leer, ladrona!

-Sí, sí, te los devolveré, Anie. ¡Suéltame, te lo suplico!

-¡De rodillas!

-Ehm...Anie...

La muchacha dejó libre a su amiga y soltó la espada al suelo, empezando a reírse a carcajadas.

-¡Yume! Vamos a ver...mira cómo lo hago yo. Ponte en guardia, así, con las dos manos blandiendo la espada hacia arriba, recto, y adelantando tu pie izquierdo hacia adelante, quedándote de lado. ¡Así! ¿Ves? Eso sirve para esquivar mejor los golpes del enemigo en caso de que él ataque primero. Él tendrá menos espacio dónde golpearte, y tú más libertad de movimiento. ¡No! Aguanta la espada más arriba - era un espectáculo digno de ver: una delgada jovencita vestida con un pijama de rayas, dando lecciones a una presumida chica vestida a la última moda de Firya - ¡Así es! Ahora voy a hacer el ademán de atacarte.

-Oh, no, otra vez no Anie...he pasado un miedo... - tragó saliva, sus dos manos agarrando la espada como si le fuera la vida en ello.

-Tranquila. Ahora te estoy enseñando.

Fuera, a través de la ventana de madera, empezaron a caer las primeras gotas de lluvia y a escucharse con más claridad los truenos de la tormenta que empezaba a pasearse sobre la ciudad. Pronto, la llovizna se convirtió en un auténtico aguacero.

-Creo que me tendría que ir ya, Anie, recuerda que vivo en otro edificio de la Residencia. ¡Voy a empaparme toda! Este vestido me costó una fortuna...

-Te dejaré marchar si me prometes que asistirás, al menos, a una clase de entrenamiento - se acercó a ella con ojos amenazantes y apuntándola de nuevo con la espada. Yume tiró la espada al suelo y se apresuró a abandonar el apartamento, justo en el momento que llegaban las otras chicas que compartían vivienda con Anie, empapadas y caladas hasta los huesos.

-¡Te lo prometo, Anie! - sonrió, guiñándole un ojo y abriendo la puerta con rapidez - ¡Gracias por todo!

-A ver si has aprendido con esto el espíritu guerrero que te falta, jovencita - simuló la voz de un hombre de armas experimentado, poniendo los brazos en jarras e hinchando el pecho.

-Sí - replicó Yume, antes de cerrar la puerta - ¡Pero das miedo!